Fin de semana en Milán: qué ver en 2 días
Durante mi estancia en Turín tuve la oportunidad de viajar y conocer muchas ciudades italianas. Aprovechando que una amiga vino a visitarme durante varios días, decidimos pasar el fin de semana en la vecina Milán. Aquí os dejo nuestro recorrido:
Día 1: sábado
El sábado por la mañana estábamos emocionadas en la estación de Turín a pesar del madrugón (queríamos aprovechar el día así que nuestro tren salía a las 8). Después de una hora de viaje, sobre las 9 de la mañana, comenzamos a divisar las altas torres del centro de negocios de la ciudad, convertidas en símbolo financiero del país, muy cercanas a la estación de tren. Nada más salir del mismo, comprendimos por qué Milán es la capital de la moda. Anuncios enormes de marcas de lujo nos rodeaban por todas partes en una estación tan grande como bonita.
Pero lo primero era lo primero, y necesitábamos llegar a nuestro hotel. Así que nos pusimos a buscar una boca de metro. Hay una en la propia estación y en un quiosco de al lado puedes obtener los billetes, pudiéndose comprar varios bonos, desde un día hasta tres. El metro nos llevó hasta nuestro hotel y tras dejar las maletas nos dispusimos a recorrer la ciudad.
Por suerte, tan sólo estábamos a unos veinte minutos del centro y pudimos llegar hasta allí dando un paseo. La primera atracción turística que vimos fue el famoso Teatro alla Scalla, justo enfrente de una pequeña plaza en la que nos recibió la estatua del polifacético Leonardo da Vinci, que pasó parte de su vida en esta ciudad.
Después de atravesar la plaza llegamos a la famosa Galería Vittorio Emmanuele, con sus luminosas vidrieras y el tránsito de miles de personas. Al llegar al final entramos en una plaza más grande. Ante nosotras se alzaba, majestuosa e imponente, la Basilica cattedrale metropolitana di Santa Maria Nascente o Duomo de Milán para los amigos.
Foto: Duomo de Milán por la noche
Tras tomarnos el tiempo de rigor para hacer fotos, decidimos entrar en su interior. La entrada es gratis, pero antes tienes que ir a recoger un ticket sin el cual no te dejan pasar (o lo que es lo mismo, pasarte unos cuantos minutos de espera en una larga cola). Nosotras además, decidimos coger también otro ticket para el ascensor que te lleva a la terraza (aunque también hay la opción gratuita de subir por las escaleras). Pero puedo afirmar sin lugar a dudas que la espera mereció la pena.
El interior de la catedral es tan imponente como su exterior. Mención aparte merecen sus vidireras, arcos y columnas. Por otro lado, la terraza tampoco se queda atrás. Entre sus afiladas agujas se puede divisar la plaza y la galería desde los casi 200 metros de alto que mide la catedral, así como su famosa Madonnina, una figura de bronce de la virgen situada en su punto más alto y muy querida por los milaneses.
Visitar la catedral entera nos llevó prácticamente toda la mañana, así que era hora de una buena comida antes de ir al tour que habíamos reservado. Después de darle un merecido homenaje a nuestros estómagos en una Trattoría y ya con la barriga llena, nos dirigimos a paso lento hacia el Castello Sforzesco, punto de encuentro para comenzar nuestro tour.
El castillo es una imponente fortificación que fue morada de los Sforza, una acaudalada familia noble milanesa gobernante en tiempos del Renacimiento. Para ella trabajó nada más y nada menos que Leonardo da Vinci, viviendo entre sus murallas. Más adelante, y después de ser abatido en diversas batallas (Napoleón llegó a ser responsable de la destrucción de alguna de sus torres), se decidió reconstruirlo y restaurarlo. Ahora se puede entrar gratis y en su interior alberga diversos museos para todos los gustos a un precio bastante económico, teniendo en cuenta la ciudad en la que nos encontramos. También dispone de grandes jardines interiores en los que se puede parar a descansar.
Nuestro recorrido continuó por las calles de Milán hasta llegar a la Bolsa, centro económico de la ciudad. No sería digno de mención si no fuera por la llamativa estatua que hay ante sus puertas, obra del escultor Maurizio Cattelan (el nombre os puede sonar ya que se ha hecho muy mediático estos últimos días por una polémica obra consistente en un plátano pegado a la pared con cinta adhesiva). Aquí os dejo una imagen de la obra situada en Milán:
Foto: L.O.V.E. de Maurizio Cattelan
¿LLamativo verdad? La obra fue encargada para que más visitantes conocieran uno de los edificios más importantes de Milán, ya que hasta el momento de su inauguración esa zona no tenía mucha afluencia. Sin embargo, el día que se destapó la misma fue todo un acontecimiento, pues nadie sabía todavía qué clase de estatua se iba a inaugurar. Imaginaos la sorpresa de todos los presentes al verla por primera vez.
El autor justificó su obra como una crítica al gobierno fascista que gobernó Milán durante la época de Mussolini, haciendo una reinterpretación del conocido saludo con la mano en alto y apuntando a los edificios que estaban enfrente, construidos durante aquella época. Por otro lado, también se podía interpretar como una crítica a la bolsa, al considerar que, como el totalitarismo de aquella época, en el fondo no provocaba a los italianos más que sufrimiento.
La obra tuvo acogidas diversas. En su época, la alcaldesa de la ciudad decidió quitarla, pero viendo que al público le había gustado rectificó para dejarla temporalmente durante seis meses más. Lo curioso fue que, pasado ese tiempo, se nombró a un nuevo alcalde que decidió dejarla hasta el momento.
Después de esta anecdótica visita, continuamos hasta la Piazza Cordusio, uno de los lugares más bonitos de la ciudad con edificios de época. Uno de ellos, quizá el más imponente, era conocido por ser la antigua Poste Italiana (la equivalencia del Correos español). Curiosamente, ahora es uno de los Starbucks más grandes del mundo con una fábrica dentro que los amantes del café pueden visitar.
Nuestro paseo continuó hasta el Duomo. Aunque nosotras ya habíamos estado allí el guía nos contó muchas curiosidades, como por ejemplo que fue terminada gracias a la presión de Napoleón (que la dejó sin pagar), que sufrió los efectos de algunos bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial y todavía se pueden ver sus cicatrices en algunos puntos de la fachada, o que algunas de sus partes están más brillantes por el efecto de la gente tocándola al considerar que da suerte.
En la misma plaza de la catedral visitamos el Palazzo Reale, un edifico con un estilo neoclásico que también alberga un museo en su interior. Tras ello atravesamos de nuevo la Galería Vittorio Emmanuele (con parada para dar las tres clásicas vueltas en el toro para atraer a la buena suerte) hasta llegar a la plaza del Teatro alla Scala. El guía también nos contó aquí algunas curiosidades, como por ejemplo que el compositor Giussepe Verdi interpretó allí alguna de sus obras y que murió en paz en una de las casas de la misma plaza. Por eso ahora una de las calles que llega hasta allí lleva su nombre.
Foto: Galería Vittorio Emmanuele
Por fin llegamos al final del recorrido, una pequeña placa situada en la antigua sede de las S.S. en Milán en la que se conmemoraba el final de la guerra y donde nos contaron la triste y emocionante historia que dio pie al asesinato de Mussolini y el final del fascismo italiano. Me pareció realmente curioso que el fin de algo tan grande estuviera representado en algo tan pequeño.
Finalmente, terminamos todo este recorrido por la ciudad (que duró nada menos que ¡tres horas!) así que decidimos reunirnos con unos amigos que también estaban visitando Milán y comernos juntos uno de los famosos gelatto. Una manera perfecta de rematar el día.
Día 2: domingo
Por desgracia, el domingo mi amiga se tuvo que ir pronto al aeropuerto así que ya no pude disfrutar más de la ciudad con ella. Pero como mi tren de vuelta a Turín no salía hasta las 7 de la tarde, decidí resolver por mi cuenta algunos asuntos que todavía tenía pendientes.
Me habría gustado ir a Santa Maria delle Grazie para visitar el famoso mural de la Última Cena de Leonardo da Vinci, pero ya había visto por internet que no quedaban entradas (¡y eso que las busqué un mes antes del viaje!). Así que recomiendo que si queréis ver la famosa obra de arte reservéis vuestra entrada con varios meses de antelación.
Como ya sabía de antemano que no iba a poder ir, decidí hacer una visita al Museo Nazionale della Scienzia e della Tencologia Leonardo Da Vinci. Es un museo poco conocido situado en un antiguo monasterio, que se centra en aspectos de la física y la ingeniería. También tiene una parte dedicada al artista que le da nombre en la que se pueden ver su dibujos y planos de sus invenciones. A mi me impactó especialmente la nave dedicada a aviones, barcos y trenes con piezas a tamaño real. Tampoco me dejó indiferente la exposición sobre la conquista del espacio exterior.
Como ya he dicho era un museo muy grande, así que para cuando salí ya era la hora del “pranzo”. Decidí comprarme algo que pudiera comer al aire libre y me senté a hacerlo en uno de los jardines del Castello Sforzesco, ya que estaba bastante cerca de mi próxima parada: la Pinacoteca di Brera.
Foto: Pinacoteca di Brera. Fuente: Pixabay
Nada más entrar vale la pena fijarse en su patio interior. Al subir las escaleras se llega a recepción, donde se coge la entrada para el museo. Por suerte, yo pude acceder al billete reducido y la entrada solo me costó dos euros (una normal cuesta en torno a diez euros, pero si eres menor de 25 y ciudadano europeo la rebaja es considerable). Recomiendo mucho esta visita si, como es mi caso, te gusta el arte. La mayoría de las obras son de temática religiosa y puedes ver a artistas tan conocidos como Rubens, Rafael, Piero della Francesca o Caravaggio. Aún así, muchas salas tienen en el medio una vitrina con artistas más modernos (como Picasso o Modigliani) así que se puede saltar de un periodo a otro. Como consejo, al entrar es útil coger un mapa, porque te muestra el orden de las salas de la manera más adecuada para seguir correctamente la exposición (la pinacoteca es muy grande y si no puede ser muy caótico).
Después de salir del museo aún me quedaba algo de tiempo antes de que saliera mi tren. Así que decidí ir andando hasta la estación para pasar por última vez ante la catedral y después ir caminando hacia mi destino por el Quadrilátero de la Moda hasta que por fin llegué a la estación.
Por desgracia mi tren llegó finalmente mas de media hora tarde, pero que sepáis que si os pasa esto se puede hacer una reclamación en la página de Trenitalia. En mi caso me compensaron con un descuento para el siguiente viaje. No me dio tiempo a ver Naviglia, así que puede que lo aproveche para repetir algún día (:
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