Grecia: Miconos, camping y visita a la ciudad.
Miconos, ¿el paraíso?
Es la ciudad de ensueño, el lugar que atrae a muchos de los europeos durante las vacaciones de verano, dond descansan, salen de fiesta, y disfrutan del sol y del mar. Y con motivo porque es verdaderamente un paraiso.
Miconos es una isla situada en el Mar Egeo, forma parte de las islas griegas, del lugar donde nacen las grandes historias mitológicas de la Grecia antigua, los grandes filósofos como Platón o Sócrates, el auténtico yogurt griego, los gyros y un centenar más de cosas que podría pasar nombrándolas días. Y es que está claro que los griegos siempre han formado parte importante en la historia de la humanidad, y sigues siendo así, aunque Miconos es más conocido por las fiestas que por otra cosa.
Llegamos sobre medio día al aeropuerto de la isla y consideramos que sería buena idea alquilar un coche para movernos con más facilidad, y acertamos de lleno. Allí las comunicaciones no es que sean lo mejor, de hecho la mayoría de las carreteras por las que circulamos el tiempo que estuvimos allí eran de un único carril y estaban delimitadas con una especie de valla hecha de rocas con lo que maniobrar para, por ejemplo, dejar pasar a alguien que venía en sentido opuesto, era bastante complicado. De hecho una de las veces que nos ocurrió esto casi nos dejamos una de las ruedas traseras del coche en una pared pegada, aunque finalmente fue más el sonido que hizo el coche al dar con una roca que se encontraba detrás que el daño del mismo. Pero no solo eso sino que no nos cruzamos con ningún autobús o medio de transporte público en ninguna de las veces que cogimos el coche. O sea que si no cogéis coche cuando lleguéis, moveros por allí será un verdadero fastidio, por ese motivo yo recomiendo alquilarlo porque la verdad es que era bastante económico, nos salió por menos de 100 euros alquilar el coche 5 días (y solo íbamos dos personas para repartir los gastos, que si vais 4 o 5 tocareis a nada), la compañía con la que lo alquilamos fue Hertz.
El camping donde nos quedábamos se llamaba 'Paradise Beach' e incluido en el precio se encontraba un servicio de autobus que venía a recogernos directamente hasta el aeropuerto solo con decirles la hora a la que llegaba nuestro vuelo. De hecho, estuvimos a nada de cogerlo, pero a última hora, cambiamos de opinión y alquilamos el coche. La verdad es que está bastante bien, porque el camping se encuentra algo alejado de Miconos y del aeropuerto, entonces para ir andando está la cosa un poco complicada.
Llegamos al camping entonces y fuimos hasta la recepción para coger las llaves de la que iba a ser nuestro mini-hogar durante unos días. Habíamos alquilado un bungaló de madera, donde el baño, las duchas y demás eran compartidas, pero nada más llegar y hablar con el recepcionista (que menos mal que hablaba italiano), nos dijo que por error habían dado todos los bungalós, incluido el nuestro. Nosotras nos quedamos blancas y yo creo que al señor le dio pena porque dos segundos después nos dijo que por las molestias nos daría otra cosa por el mismo precio. ¿Otra cosa?
Nos guió hasta la ‘otra cosa’ y resultó ser una casita en toda regla. Vamos, tenía de todo. Baño con ducha, 3 camas en lugar de dos, una nevera y hasta aire acondicionado. ¿Se puede tener más suerte? Yo creo que no. Lo único que nos faltaba eran vasos y dió la casualidad que abrí un momento la nevera para ver qué contenía y allí los encontramos. Yo ya no podía reírme más con la situación.
Fuimos entonces a comprar a un supermercado que estaba muy cerca del aeropuerto donde habíamos aterrizado, y entre los manjares tan especiales y típicos que había en este lugar lleno de productos que no conocíamos, compramos Nutella, pan Bimbo, unas galletas, jamón york y queso. En fin, era lo que había, aunque después de ese viaje casi aborrezco los bocadillos de Nutella, y qué decir de los sándwiches, no los he vuelto a probar desde entonces, ni pienso hacerlo de momento.
El resto de la tarde lo pasamos investigando el camping, era bastante bonito, tenía decoraciones de dibujos en todas las paredes, y estaba muy bien equipado. Por las fechas en las que fuimos no había mucha gente, sin embargo, pasando a través de un pasillo que iba hacia la playa, nos encontramos un bar que tenía música puesta y donde la gente bailaba y tomaba algo, había ambiente. Además en toda la zona que daba a la playa se encontraban otros bares como pizzerías, heladerías, etc., que permitían a los visitantes del camping un servicio completo.
Estando por allí nos dijeron los camareros que al día siguiente había fiesta en aquel bar que habíamos visto inicialmente, y aunque inicialmente pensábamos ir a ver Miconos y darnos una vueltecita por la ciudad, al final, viendo la música, la gente y el ambiente que se había creado nos quedamos allí.
Nos invitaron a unos chupitos y tomamos un par de cócteles. La verdad es que no sé cómo de caros o económicos pueden llegar a ser las consumiciones en Miconos en general, pero aquel lugar, a mí, me pareció caro. Un coctel rondaba los 13/14 euros, y nosotras tuvimos suerte porque ese día había dos por uno y nos salió por la mitad. Menos mal que fuimos previsoras y compramos algo para beber también el día de antes en el supermercado que habíamos encontrado. Era una especie de vodka de pera, pero solo estaba muy fuerte y no sabíamos con qué rebajarlo por lo que se nos ocurrió la brillante idea de mezclarlo con agua. Pero aquello no fue una buena idea, amigos. No podía estar peor, la verdad.
'Paradise Beach'
Pero bueno, al final después de unas copas y unos bailes nos fuimos a descansar un poco a la habitación, nos quedamos fritas y finalmente cuando se hizo de noche abrimos los ojos. Decidimos cenar e ir a ver las estrellas a la playa, de hecho, descargamos una aplicación con la que podíamos identificar las diferentes constelaciones y estrellas, y es que hoy en día tenemos toda la información del mundo en la palma de nuestra mano, entre aplicaciones, internet y demás solo tienes que ser curioso para poder aprender cada día millones de cosas nuevas e interesantes.
Al día siguiente nos levantamos relativamente temprano y fuimos hasta Miconos en nuestro coche. Allí no vi ni un solo cartel por lo que tiramos de Google Maps todo el tiempo, hasta que llegamos a la ciudad. La verdad es que nos daba miedo no encontrar aparcamiento y preguntamos en alguno de los parkings privados que había por allí. Nos querían cobrar hasta 10 euros por estar dejar allí el coche y a las 19:00 horas más o menos teníamos que sacarlo porque cerraban. Obviamente nos fuimos hasta otro sitio y fue así como dando tumbos de un lado al otro encontramos un parking gratuito que se encuentra en la parte norte de la ciudad, pegado al puerto y en frente de una agencia de alquiler de coches.
La ciudad:
Nada más llegar ya nos encontramos con una de las estampas más bonitas de la ciudad, el mar de aguas cristalinas y azules tan calmado, como si de un cristal por cuya superficie puediésemos andar se tratase, contrastaba con las casas bajas de tejados planos y pintadas de un color blanco impecable, impoluto, inmaculado.
Seguimos con nuestro paseo por la orilla de la playa hasta llegar al centro de la ciudad, donde comenzamos a callejear en un laberinto donde el azul del cielo se fundía con los colores de la madera de puertas y marcos pintadas en su mayor parte de celeste, además, el blanco de las casas se difuminaba poco a poco en el gris de los suelos que se encontraban espectacularmente limpios.
Buscamos a través de Tripadvisor un lugar para comer donde sirviesen comida rica, buena y barata. Encontramos entonces un local llamado ‘Leonidas’ donde la especialidad eran los gyros, una comida ‘típica’ de grecia, y digo ‘típica’ porque realmente es una variante del Döner kebab, un plato turco que consiste de carne cordero, pollo o ternera cortada de forma vertical y mezclada con salsas, verduras y un pan especial, todos lo conocemos, ¿verdad?. La novedad de los gyros con respecto a los Döner kebab es que estos se hacen también con carne de cerdo, además de encontrar también diferencias notables en las salsas utilizadas. Yo recomiendo mucho este lugar, porque además de ser económico, la verdad es que la comida estaba muy rica y quedamos muy satisfechas.
Otra de las comidas famosas que se vienen a la mente cuando nos hablan de Grecia a cualquiera son los yogures. La producción de yogurt griego es considerado en su país de origen un arte, se controlan todos los procesos de elaboración para obtener finalmente una calidad inmejorable en el producto deseado. Esto se consigue con la materia grasa justa, que asociada al hecho de que estos yogures son filtrados para eliminar el suero que contienen, hace que el producto tome la consistencia, densidad y cremosidad adecuada y que tanto los diferencia de los yogures normales. Además, si nos detenemos a comparar entre las etiquetas de información nutricional que aparecen en ellos vemos que, no solo tenemos un mayor porcentaje de grasa, también encontramos variaciones en otros elementos, como el porcentaje de proteínas que contienen, algo mayor que en los normales, o como el azúcar, que toma valores mucho más bajos en estos yogures, por lo que podríamos decir que la nutrición que aportan con respecto a los otros es de una calidad mayor.
A mí la verdad es que me encanta este tipo de yogurt, no solo por el contenido nutricional del que hemos hablado sino por otros muchos factores que ayudan a nuestro cuerpo en sus funciones diarias, además de que están para chuparse los dedos.
Y claro, estando en la tierra natal de esta maravilla no queda otra que probarlos. Preguntamos a una mujer que nos encontramos por la calle que dónde podíamos ir a tomar un helado o un yogurt. Y nos indicó para llegar a un lugar llamado ‘Trio Bambini’ donde la variedad en helados y productos como batidos o yogures era casi infinita. No sabíamos qué elegir y al final acabamos optando por un yogurt griego helado al que le pusieron Nutella por encima. La verdad es que… barato no es, pues nos cobraron unos 5 euros una sola tarrina mediana, sin embargo cuando lo probamos y supimos lo rico que estaba pensamos hasta en pedir otra, pero como eran tan grandes grandes nos quedamos satisfechas con la que habíamos compartido.
Seguimos con nuestro paseo a través de las calles y fuimos a parar a lo que llaman la ‘Little Venice’, un rincón donde algunos restaurantes tienen su terraza casi encima del agua, por este motivo recuerda a Venecia, y de ahí su nombre.
Vimos entonces de lejos otro de los lugares que más aparecen en las fotografías cuando buscamos Miconos en Google, los molinos de viento. Se encuentran encima de una colina donde el acceso es libre, sin embargo los molinos no se encuentran abiertos al público. Subimos hasta allí arriba para verlos desde cerca y con más tranquilidad y de paso compramos algún recuerdo en las tiendas que encontramos de paso. Posteriormente bajamos al mar para remojarnos los pies y finalmente acabamos volviendo hacia donde teníamos el coche, parándonos como siempre que podemos, a ver la puesta de sol. Y finalmente, cuando los tonos rojos y anaranjados de la tarde habían dejado paso a los azules y violetas de la noche, decidimos volver al camping para cenar y descansar hasta el día siguiente.
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