Terremoto
No sé si la siguiente experiencia sea algo que debería de ir en este lugar, pero veo la necesidad de alguna forma darla a conocer.
El día de hoy, 19 de septiembre de 2017 a 32 años de uno de los acontecimientos más tráficos de la historia de la Ciudad de México, se repite la tragedia, un terremoto de 7.1° alrededor de la una de la tarde sacudió la ciudad, algo que causó conmoción fue que unas horas antes se había realizado el simulacro conmemorativo al terremoto del 85.
¿Cómo se siente vivir un terremoto?
Hace una o dos semanas había ocurrido ya un terremoto de alta intensidad que sorprendió por la noche a la población, su epicentro fue lejano por lo que no se sintió tan grave como el de hoy, había sentido terremotos con anterioridad pero ninguno tan fuerte como estos últimos dos, yo estaba en el trabajo, una antigua casa ubicada en la colonia Hipódromo Condesa, la cual solo tiene dos pisos y que además es fácil de salir, comúnmente cuando un camión de gran peso cruza por la zona el edificio vibra ligeramente por unos segundos, fue así como la ligera vibración del inicio del temblor pasó desapercibida hasta que comenzó a aumentar su intensidad y la alarma sísmica comenzó a sonar.
Bajando las escaleras es cuando te vas dando cuenta de la magnitud y poder del terremoto, las puertas sacudiéndose, las cosas cayéndose y la gente comenzando a entrar en pánico, nuestra puerta no mide más de un metro, por lo que hacer que salgan unas 20 personas por ahí de manera rápida resulta todo un reto, además en estos momentos es cuando te das cuenta la naturaleza de cada persona, cómo reaccionan frente al peligro y cuál es su instinto de supervivencia, yo me lo tomé un poco con tranquilidad porque no me creía el poder destructivo que el temblor pudiera tener, pero hubo un momento donde me di cuenta lo equivocado que estaba.
La luz se fue cuando estábamos saliendo de la oficina, nos encontrábamos la mayoría a excepción de la contadora y la chica del aseo que por dificultad de movimiento prefirieron resguardarse, en la calle la sensación era una locura, uno de los edificios aledaños se movía tanto que temíamos que se fuera a desplomar, algunos vidrios se quebraban y los automóviles se detuvieron hasta que el piso se dejara de mover, fue una sensación muy fuerte, una vez afuera, las personas rezagadas en el inmueble salieron y un grupo de compañeros se acercó pálidos y con lágrimas en los ojos, les había tocado experimentar el temblor dentro de una cafetería en la que todos los recipientes se comenzaron a desplomar y donde el edificio de enfrente causo mucho estruendo al romperse los cristales por la caída de botes de pintura; sin embargo, aún no había ocurrido mi mayor impresión.
Esperamos alrededor de cuarenta minutos en la calle a la alerta de posibles réplicas, el olor de tuberías de gas rotas comenzaba a percibirse en el ambiente y teníamos que movernos por el temor a un accidente mayor, un grupo dimos una vuelta a la cuadra para detectar la existencia de fugas aledañas, pero parecía que todo se había controlado. Pero ya nadie estaba tranquilo, muchos de nosotros vivimos en departamentos de más de tres niveles y para nuestro colmo nos toca de los últimos pisos entonces una amiga propone el ir a su casa en lo que se tranquiliza la problemática y el caos de la ciudad, no había señal, no había energía y no había forma de informarse de manera exacta, íbamos caminando rumbo a su casa cuando una señora con una voz quebrada por la sorpresa nos grita – Por favor, necesitamos a todos los hombres que puedan ayudar con un edificio -. El instinto de apoyo no te hace pensarlo dos veces y corrí en la dirección que nos informó.
Ruinas, casi diez pisos de un edificio colapsados y desparramados a los costados, la gente se empezaba a acercar y se intentaba con afán el quitar los escombros, éramos muchos, pero no había una clara organización, nadie estaba preparado para esta situación, ¿Quién realmente lo puede llegar a estar? Se hacia lo que se podía, formamos filas de personas para remover escombro, pero todo era improvisado, muchos no teníamos cubrebocas, guantes de carnaza, casco o palas si quiera, removíamos el escombro piedra por piedra, tabique por tabique, sin embargo, aún con mucha desorganización. Por un momento comencé a llenarme de impotencia y de desesperación al ver que llevaba minutos y no hacía absolutamente nada, me sentía desaprovechado y empecé a moverme buscando en donde podría ser de mayor utilidad, el edificio estaba ya muy apoyado y probablemente aún había varios sin la atención completa, empezaba a caminar hacia donde había escuchado el rumor que existían más afectaciones.
Observaba a gente en la calle pero ninguna mostraba el terror de a ver visto un edificio derrumbarse, algunos esperando a que reactivara los servicios de transporte público, otros a que la señal de comunicación se desaturara y otros tantos vagaban en búsqueda de un plan de acción, caminé bastante por la zona, quizá dos horas o un poco menos, buscando las zonas en donde pudiera sentirme de utilidad, pero empezaba a acabarse la batería de mi celular y no lograba encontrar un lugar. Pensé que la opción más razonable sería el regresar al departamento, cargar el celular, comunicarme con todas las personas y asegurarme que estuvieran bien y finalmente enterarme de las zonas afectadas y el ir a apoyar.
La ciudad era un caos, la luz aún no regresaba por lo que únicamente pude recargar el celular con la pila sobrante de la computadora, esperé un tiempo en lo que me iba informando de los puntos donde se necesitaba ayuda, me di una vuelta en unos de los puntos que es informaban por las redes sociales pero me percaté junto con mi hermano que podíamos ayudar más no haciendo estorbo, los policías, militares, marina, bomberos y otros grupos de organizaciones comenzaban a tomar el control de la situación y la presencia de civiles simplemente entorpecía su labor.
Un día después del temblor, me desperté a tempranas horas para tomar una bicicleta y rondar por una de las colonias más afectadas y observar cual era la situación, mi sorpresa fue la de darme cuenta la cantidad de gente que se encontraba en donde la señora el día anterior había pedido nuestro apoyo, los lugares estaban saturados de brigadistas y la zona ya se encontraba acordonada por los militares, en otro de los edificios desplomados la situación era muy similar y los centros de acopio recibían víveres al por mayor, daba gusto observar la cantidad de personas que estaban ayudando y un poco de frustración observar la desorganización.
Regresé al departamento para desayunar y recuperar fuerzas, analizar el plan de acción y poner manos en obra, mi hermano y yo tomamos nuestra bici y nos fuimos en camino a uno de los edificios que se habían desplomado más recientemente, pero la zona estaba acordonada por los militares y solo permitían a personas y equipo muy especializado entrar, el rumor de que existían personas atrapadas hacía complicada la situación.
El fenómeno social que está ocurriendo en estos días es completamente sorprendente, la cantidad de ayuda que se está ofreciendo por todas las personas es algo de admirar, miles de brigadistas rondando por las calles transportándose de punto en punto ofreciendo su ayuda, médicos y enfermeras apoyando de igual manera en todo lo que se necesita, ciudadanos armando alimento para los que ofrecen su ayuda, los motociclistas que transportan información y víveres, y un sinfín de gente más. A diferencia de 32 años, existe la tecnología, y la velocidad con la que una noticia puede convertirse en viral es cuestión de segundos o minutos. La gente se hace más consiente de la magnitud del evento, pero a su vez causa una red de desinformación y confusión en Internet, creyendo que la ayuda se ocupaba en sitios donde estaba saturado de gente, es difícil coordinar a tantas personas, las redes sociales son un arma de doble filo.
En un punto me encontré con otros ciclistas y lo que hicimos fue el aprovechar la rapidez de las bicicletas y transportar de un centro de acopio a otro, medicamentos y algunos víveres, pero te das cuenta de la desorganización existente, en sitios había víveres de sobra tanto que los enviaban a otros destinos, en otro tenían muchas latas, pero anda de comida preparada al momento ni nadie que se ofreciera a prepararla. Las manos son tantas que llegan a estorbar, la comida es tanta que se echa a perder, el agua tanta que se la regalan a cualquiera que este por la zona y tanta la desinformación por las redes que empezamos a optar con ir a los diferentes puntos y ser nosotros los que brinden la información verídica con hora y fecha de la publicación, recorrimos diversos centros pero hasta eso llegaba a ser complicado, había diversos centros de acopio que quizá no se están considerando u otros tantos que reciben ayuda al por mayor.
Siendo las 12:41 del día 21 de septiembre del 2017, las noticias informan un número de decesos de aproximadamente 108, 102 personas hospitalizadas y alrededor de tres mil personas sin hogar. Aún hay mucho trabajo por realizar y tanto esfuerzo por delante para poder resurgir de las cenizas, pero México no se rinde…
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