Coyoacán. Parte 2.
Regresando a nuestro recorrido por Coyoacán, les decía en mi post anterior que podíamos visitar más museos y lugares históricos por la tarde, como los que ya les mencioné, o hacer lo que más me gusta: comer. Unos de mis tacos favoritos se encuentran en un puesto dentro de el pequeñísimo Mercado de Comida de Coyoacán, a tres minutos del Mercado Artesanal Mexicano. Ir a ese puesto y comer como buenos mexicanos de pie siempre que se trata de tacos, es generalmente la opción que prefieren todos mis amigos. Pastor, bistec, lengua… Ustedes sólo digan de qué quieren los tacos y los tendrán. Si visitan este mercado de comida, no van a poder resistir las ganas de quedarse ahí. Los puestos son muy buenos y no sólo se trata de tacos, así que seguro encuentran algo que les apetezca.
También esta la opción de comer en algún lugar de “fast food”, para no esperar tiempo en los tacos, que siempre son un puesto con gente. Esta opción sólo la recomiendo si verdaderamente queremos economizar tiempo, pues muchas veces por cuestión de prisa y horas contadas si se tiene que recurrir a estos lugares para no desaprovechar el día, pero la verdad es que estando en México lo último que les propondría si no hay razón para correr, es ir a Burguer King, Subway, Wendy´s o cualquier otra franquicia americana, cuando el plan es conocer y comerse a México. Para comer en esos lugares, cada quien puede hacerlo en casa en su país de orígen.
Ahora que si lo que buscamos es estar relajados cómodamente, la opción aquí sería elegir alguno de los restaurantes que hay alrededor del Jardín Centenario. La mayoría de estos se convierten en bares al llegar la noche y suelen cambiar un poco de ambiente. Pero lo agradable de estos lugares, sea día o noche, es sentarse en las terrazas de afuera. De día se está muy tranquilamente ahí porque ves a todas las personas caminando alrededor de las plazas; las parejas de novios sentados en las bancas de los jardínes, los dibujantes haciendo retratos y caricaturas chistosas de la gente, los tríos musicales que buscan ir cantando piezas a la gente de restaurante en restaurante.
Normalmente los tacos son una propuesta tentadora para mis invitados, pero estar en Coyoacán es significado de gula. Como ya les he dicho, venden tantas cosas que verdaderamente quieres comprar y comer de todo. Y terminas haciéndolo. Las dietas no existen, y si existieran se rompen. Definitivamente no pueden irse sin comprarse un elote o un vasito de esquites con mucho limón. Es muy común que la hora en que la gente los compre sea alrededor de las 6 de la tarde, no se por qué la verdad. Tal vez sea que por las mañanas ni apetecen, ni caen bien.
Pueden pasear y conocer los alrededores de la catedral de San Juan Bautista mientras comen su elote, y una vez que se los hayan acabado, entrar a conocerla. Es preciosa. Y tal vez después de recorrerla, ¿comer unos churros? Si a mi siempre me queda espacio para 5 churros, ustedes seguro que al menos uno se comerán. Error, después del primer bocado van a pedir más y más, eso seguro. Las churrerías también son un clásico de Coyoacán, se encontrarán con varias mientras recorren la zona. Pero eso si, entre más tarde los coman, mejor. Incluso pueden ser una alternativa para cenar. A mi me encanta acompañarlos con un chocolate caliente, no saben que delicia. Pruébenlos, no se arrepentirán.
Y no es por presumir, pero tenemos cosas para satisfacer todo tipo de paladares. Dulces o salados. Churros o elotes. A mi siempre me es difícil decidirme por una de estas dos tentadoras opciones (y lo soluciono comprando las dos cosas). Pero sea cual sea su elección, les recomiendo compren algo mientras disfrutan de un recorrido por Coyoacán en el tranvía turístico, como otra opción alternativa a qué hacer al llegar la tarde noche.
Por tan sólo 60 pesos mexicanos podrán hacer un recorrido de media hora conociendo las calles más importantes de Coyoacán mientras escuchan al guía contarles la historia de este barrio de la ciudad. También hay otros tranvías que cuentan antiguas leyendas de sucesos misteriosos que ocurrieron en algunas calles de la zona. Ambos valen la pena, así que dependiendo cómo estén de tiempo y energía pueden organizar el paseo por uno de ellos. Sé que los de leyendas siempre son en las tardes y noches para darle más emoción y suspenso al paseo, mientras que el otro tranvía inicia sus recorridos turísticos desde las 10 de la mañana. Toda la información relacionada la obtendrán sin problemas frente a la iglesia de San Juan Bautista, sobre la calle Felipe Carrillo Puerto, que es el punto de partida de los tranvías.
Realmente podrían hacer un tour en el tranvía desde temprano, pero la verdad es que a mi la experiencia me ha gustado más por las tardes, por eso decidí recomendarles empezar el día haciendo otras actividades. Claramente no importa el orden al realizar las actividades que les he recomendado, pero les he propuesto cada cosa de esta manera, considerando como coyoacanense que soy, que para poder hacer más cosas aquí, conviene organizarse de cierta manera, pues ya se darán cuenta cuando vengan, que en fines de semana la zona es muy visitada y verdaderamente sin acomodar un poco sus actividades y horarios, se encontrarán haciendo filas de espera en los diferentes lugares a los que vayan.
Finalmente, al caer la nochecita no hay cosa que les recomiende más para terminar el día, que quedarse en alguno de los bares, porque de verdad son todos súper alegres. Ya sea en alguno de los que rodean el Jardín Centenario, o en los que se ubican en otras calles de los alrededores de la zona. Seguro que se animarán a quedarse al escuchar el alto volumen de la música al pasar fuera de estos. Aquí mis opciones preferidas:
La Celestina. No la verán tan fácilmente sin tomar en cuenta que se encuentra a espaldas de la iglesia de San Juan Bautista, sobre la calle Caballocalco. Es un lugar que desde que empecé mi carrera en la universidad, se convirtió en punto de reunión con mis mejores amigas de toda la vida. Así que ya es tradición tener un encuentro mensual en este lugar. La decoración es mona, es un lugar pequeño pero siempre tiene buen ambiente, y por lo mismo encontrar mesas disponibles en fines de semana es muy complicado, y más si hablamos de llegar alrededor de las 10. Basta llegar un par de horas antes para tener una mesa sin problemas. ¡Prueben el mezcal!
Los Danzantes. Un concepto muy diferente a mi propuesta anterior pero también muy recomendable. Aunque siento que es más adaptable y se presta más a la ocasión si vas con tu pareja, porque es un lugar relajado y tranquilo. De entrada ya no se sentirán apretados como en La Celestina, porque es más grande. Los precios son más altos, así que tal vez por eso sea que aquí nos encontramos siempre con personas de mayor edad que en La Celestina, por ejemplo, donde predominan los jóvenes. Cierran algo temprano, alrededor de la 1 de la mañana, pero aún así merece la pena visitarlo para cenar una rica comida con especialidad oaxaqueña.
El Hijo del Cuervo. Frente a Los Danzantes, a tan sólo unos pasos se encuentra este lugar, que llevo visitando ya varios años, y que no importa cuánto tiempo pase para que regrese porque nunca decepciona. La típica opción que cualquier persona que conozca Coyoacán les recomendará visitar porque es un lugar que nunca falla. Es un clásico bar bohemio que altamente recomiendo porque tiene precios accesibles y además música en vivo. Si les gusta el rock como a mi, entonces este es el lugar al que tienen que ir. La música es muy buena y el ambiente también, tanto que llega el punto en que se pierde la cuenta de las cervezas que se consumen. Cuidado.
The Cross. Ya sé, ya sé. De mexicano no tiene nada pero tenía que mencionarlo porque es uno de los lugares en donde he pasado muchas de mis noches más divertidas en Coyoacán. Recuerdo en una ocasión hasta nos tuvieron que correr porque eran casi las 4:30 de la mañana y ya estaban cerrando… De entrada tienen que saber que es un lugar bastante ruidoso. Platicar se vuelve inútil cuando se tiene la música a tan alto volumen. Llega el punto en el que es imposible escuchar bien y no se puede tener conversaciones realmente, así que mejor todos beben y beben. No hay de otra.
En horas donde todavía la gente esta en sus 5 sentidos la música en su mayoría es puro rock. Yo encantada. Pero supongo que cuando se hace muy tarde, que todo mundo entra en copas, es cuando ya de pronto se siente un cambio brusco en la música, porque verdaderamente empiezan a poner de todo tipo de género. A veces pop, a veces los clásicos viejitos en español, ¡incluso llega un momento en que ponen cumbias! Y aunque no hay una pista como tal, ni algún espacio adecuado para bailar, hay quienes sin importar eso se levantan de sus lugares para bailar. Pero la realidad es que quien empieza todo este desorden es uno de los meseros del lugar. Desconozco su nombre pero siempre que voy a Cross, cuando pasa la medianoche (que también se le pasan las copas a él), elige a una víctima y la saca a bailar al sonar las cumbias.
Yo he sido su víctima y es tan gracioso verlo bailar solo cuando se le suben los tequilas, que les prometo es muy complicado zafarse y no bailar con el cuando se acerca a tu mesa. Es un coqueto y además baila muy bien. No admite un “no” por respuesta. Cuando lo intentó conmigo yo estaba con un chico con el que empezaba a salir, y bueno, ya se imaginarán, le dio un fuerte ataque de celos.
Es un bar divertido, con un ambiente que no verán en los otros de alrededor. Nunca he tenido una mala experiencia aquí pero si tengo que confesar que tiene un detalle que hace que me de cáncer del coraje cada vez que voy. Al momento de pedir la cuenta te piden propinas. O mejor dicho, te las exigen. Esto me resulta bastante molesto la verdad, porque además te solicitan un cierto porcentaje que te hace no querer dejarles nada, pero bueno, fuera de eso todo bien. Se distraerán por un muy buen rato...
Y así concluye el día por Coyoacán… Varias ocasiones he traído a mis amigos extranjeros a conocer. Otras, los amigos los he hecho aquí. Resulta ser un sitio muy amigable. Les garantizo que no se irán a casa sin haber hecho antes nuevos amigos.
Curiosamente una vez se acercaron americanos mochileros conmigo a pedirme indicaciones sobre un lugar, ya saben, estaban perdidos. Y no sólo los lleve a sus destinos, sino que me quede con ellos el resto del día al habernos llevado tan bien, siendo así como se inició la amistad, que ha perdurado por 4 años.
Tres cosas bastante graciosas recuerdo del día en que nos conocimos. Nos encontrábamos justamente en El Hijo del Cuervo tomando unas copas y ellos me decían que estaban fascinados con las calles de Coyoacán, tanto así, que el hostal lo habían buscado en esta zona y no en un lugar más céntrico de la ciudad.
De pronto me preguntaron quién era el “basura man” y por qué gritaba siempre en las calles. No pude contener mi ataque de risa después de escuchar semejante cosa. Decían que por las mañanas antes de despertarse siempre escuchaban a un hombre gritar “¡basuraaaaaaaaaaaaaaa!” a todo pulmón, y que pensaban sería alguna especie de loco o borracho, pero realmente nunca lo habían visto porque lo oían muy temprano, y de hecho era ese grito el que los despertaba.
Evidentemente al no saber ni un poquito de español, no sabían qué pensar al respecto sobre ese hombre, incluso creían que “basura” era una especie de grosería. Pero tan sólo se trata de un individuo que por mero gusto va gritando para que la gente sepa que está pasando el camión de la basura, y así todos salgan a sacar sus bolsas para que puedan llevárselas. Es normal que así se recoja la basura en Coyoacán, tal vez esto haya sido común en otras épocas. Porque no crean que en todos los barrios de la ciudad se escuchan estos gritos. En cualquier otro lugar no te das ni cuenta de cuándo pasa el camión a recogerla.
De igual forma después me preguntaron extrañados por el chiflido del carrito de los camotes. Este sonido la verdad es que lo odio y de pequeña me aterraba. Creo que fue uno de los traumas de mi infancia porque de verdad por las noches ya no podía dormir después de haberlo oído, siempre me asustaba. En fin, gracias a eso odio los camotes. Y pregúntenme si los he probado alguna vez… NUNCA EN LA VIDA.
A ellos también les parecía un ruido de miedo, y más porque es típico escucharlo en las tardes y noches. Nunca supieron qué era hasta que tuve que explicarles que se trataba de los vendedores que van recorriendo las calles con su carrito, al igual que los que venden tamales. Sólo que los tamaleros tienen una graciosa grabación (mucho más aceptable que el horrible sonido de los camotes), que todo mexicano es capaz de imitar a la perfección, porque todos la hemos escuchado en algún momento. Dice algo así como: “Acérquese y pida sus ricos tamales oaxaqueños. Hay tamales oaxaqueños, tamales calientitos”. Los clásicos sonidos de Coyoacán… La verdad es que después de un rato empiezas a alucinar esta voz, pero qué les digo, así es vivir aquí. Coyoacán tiene sus particularidades de vida de pueblo. Y eso es lo que hace único a este cachito de nuestra enorme ciudad.
En otro momento, no mucho tiempo después de haber conocido a los americanos, me encontraba en el mercado comiendo las quesadillas de las que les hablé que tanto me encantan, y también tuve la oportunidad de conocer a otras magníficas personas junto con una amiga que estaba conmigo. Esta vez se trataba de tres chicos italianos, de los cuales uno de ellos venía con su novia, que era una chica inglesa. Los dos solteros, como típicos italianos, se dedicaron a coquetearnos a mi amiga y a mi en cuanto tuvieron oportunidad. Nos encontrábamos sentados en una larga mesa, que era la única del puesto. Prácticamente los teníamos frente a nosotras. Ellos habían llegado antes y se encontraban en mi puesto de comida favorito. Así que a pesar de que eran guapos, no crean que nos sentamos ahí por ellos. Lo que más nos interesaba a nosotras eran las quesadillas de chicharrón… Pero de acuerdo, está bien, confieso que también al verlos se nos antojaron unos taquitos de ojo.
Antes de seguir con esta historia tienen que saber que les estoy hablando de algo que sucedió hace 5 años mas o menos. En aquel entonces yo desconocía la realidad de cómo eran los italianos. Sabía que eran muy atrevidos y coquetos, pero hasta ahí. Aún no tenía literalmente alguna experiencia con alguno (como ahora que tengo infinidad de historias para contar), pues nunca había conocido italianos hasta ese momento. Si es que han leído mi blog “When in Florence”, sabrán ya que mi experiencia en Italia ocurrió apenas a finales del año 2015.
En fin, estando ya sentadas cerca a ellos, fue imposible comer tranquilamente. Nos encontrábamos enrollados en esa especie de coqueteo que ya saben cómo es. Nos esforzábamos por no encontrar nuestros ojos con los suyos, pero ellos nos clavaban las miradas de tal forma que resultaba imposible poder concentrarse en otra cosa. Porque la presión de sentir cómo nos observaban nos distraía por completo. Los italianos son tan obvios, tan atrevidos, ¡tan descarados! Si no eres así, no eres italiano. Verdaderamente llevan estas peculiaridades en la sangre.
Claramente se veían con toda la intención de hablarnos en cualquier momento. Y nosotras queríamos que lo hicieran para acabar con esa presión de una vez por todas, pero se tardaron y lo hicieron prácticamente cuando estábamos terminando de comer. Justo a tiempo. Y de hecho la heroína fue la chica inglesa, porque fue ella quien rompió el hielo y nos habló.
Nos pidió recomendaciones de bares y discotecas para pasar la noche, buena forma de iniciar una conversación con extraños locales. Empezamos a conocernos, les hicimos las clásicas preguntas. Nombre, edad, qué estudias, por cuánto tiempo van a estar aquí. Esta última definió el tiempo de duración de la que sería mi siguiente relación… Si en mis publicaciones anteriores de mi blog de Florencia ya han leído que mencioné algo en un par de ocasiones sobre un ex novio italiano que tuve, bueno pues ahora ya saben de quién se trata y cómo empezó esta historia.
Se trata de uno de estos chicos que conocimos en el mercado de Coyoacán. De una nariz perfecta, un cabello perfecto, y una mirada muy cautivadora. Fue como si desde ese día empezáramos a salir, porque de ahí en adelante pasamos prácticamente todos los días juntos. Hasta que se marchó. ¿Que cuánto tiempo permaneció aquí? Poco más de 3 años. Tenía un primo por acá y venía a “estudiar español” por tiempo indefinido antes de comenzar su carrera... Me pareció tremenda mentira esa de venir a practicar su español, cuando evidentemente su verdadera intención era venir a relajarse e irse de fiesta locamente antes de volver a estudiar. Pero en fin, así se dieron las cosas. Fueron unos años sabáticos muy buenos.
¿Comprenden ahora por qué me gusta tanto Coyoacán?
•Bianca
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