Marseille, me gustas tú
Mi encuentro con Marsella fue de los más sorprendentes puesto que hasta entonces sólo había oído hablar de la mala fama de aquella ciudad: la inseguridad, la violencia criminal, el tráfico de droga… en suma, lo que todo el mundo oye en las noticias. Yo era estudiante en la ciudad de Aix-en-Provence, la cual se encuentra a unos 30 minutos en bus de Marsella y como conocí a un chico que era de allá (y que me invitó a una copa) por fin me atreví a ir.
Llegué a la estación de buses y trenes, laGare St Charles, al salir pude observar a lo lejos en las alturas, la basílica símbolo de la ciudad, la famosa “Buena Madre”. Para salir de la estación se tiene que bajar gradas, cierto, sucias pero majestuosas con estatuas antiguas. Nos encontramos en elCours Julien, y ahí fue dónde tuve mi primer encanto: las paredes de los callejones estaban cubiertas de obras de arte urbano estupendas. Llegamos a una plaza con bares y cafés, fuentes de agua, todo muy “alternativo” y relajante.
Por la noche mi compañero me llevó al puerto de Marsella, elVieux Port para darnos una vuelta en la gran rueda, desde arriba se podía apreciar la vista sobre la ciudad, la arquitectura diversa con edificios de todas épocas y maravillarse ante las lucecitas de los coches que suben y bajan.
Así acabó mi primer día en Marsella, lejos de la pintura negativa que me habían hecho de ella. Desde entonces cuando tenía fines de semana libres me regresaba a continuar la exploración de esa ciudad tan atípica. Fui a conocer el barrio delPanier, barrio marsellés lleno de sorpresas: tiendas artesanales, panaderías típicas, pequeños restaurantes poco costosos que sirven platos del mar y claro el famoso jabón de Marsella.
Para ir a descansar, el parque que me gusta más es elParc Borelyya que es la parte la más llana de la ciudad y se puede acceder sin demasiados esfuerzos a bicicleta (se alquilan). En los días cálidos se suele continuar el paseo yendo al mar en la zona delPradoo con el bus hacia las playas más lejanas de la punta costera. En ciertas partes el agua de lasCalanquesestá muy fresca pero visualmente llega a ser tan bella como las islas del Caribe.
Para hacer la fiesta existe un gran número de salas de conciertos más o menos grandes, bares, discotecas dónde se puede escuchar músicas de todos los estilos, artistas famosos o desconocidos. Como amante de música techno mi club favorito es elCabaret Aléatoiredonde todo los viernes hay DJ sets ¡de las 23h hasta las 5 de la mañana! En verano sobre todo, florecen los festivales de música por todo Marsella y otro tipo de eventos en exterior como proyecciones de cine gratis en el “rooftop” deLa Friche.
Respeto a la vida cultural, Marsella consta de numerosos museos de todo género. Algunos tienen una arquitectura muy moderna y original como la FRAC donde se suele exponer obras contemporáneas o fotografías del famoso fotógrafo Marsellés Antoine d’Agata. El MuCem, a orillas del puerto ofrece una vista maravillosa sobre el mar y se puede entrar en el edificio gratuitamente y ¡sí que vale la pena!
Por fin, es verdad que existe cierta inseguridad, en unos barrios más que otros pero cómo en toda gran ciudad hay que tener cuidado y pasar su camino cuando hay gente molesta.
Al acabar mi relato, me vienen miles de recuerdos más de lugares extraordinarios de los cuales no hablé. Sin embargo, espero haberles dado ganas de conocer a esta ciudad tan original, diversa y artísticamente rica.
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