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The Disgusting Food Museum


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The Disgusting Food Museum: ¡no apto para sensibles!

Traducido por flag- Gema Coello Fernández — hace 4 años

Texto original de flag-gb Madeline Gowers

Si has estado siguiendo mis 'Diarios Escandinavos', sabrás que he estado hace poco en Malmö, una pequeña ciudad en la costa suroeste de Suecia. Me lo pasé genial visitando este lugar (puedes leer sobre esto aquí), pero probablemente lo que más me gustó fue visitar el Disgusting Food Museum (Museo de la Comida Asquerosa). Aquí, no solo pude ver todo tipo de delicias que revuelven el estómago de todas partes del mundo, ¡sino que también tuve la oportunidad de probar algunas de ellas! No hace falta decir que no volveré a probar esa comida jamás, si lo puedo evitar...

En este artículo, os lo contaré todo sobre mi experiencia en este lugar y explicaré por qué me ha gustado tanto a pesar de querer vomitar la mitad del tiempo que estuve allí. Lectores y lectoras sensibles, ahora es el momento de irse. ¿Te atreves? Respira hondo ¡y sigue leyendo!

Llegar al museo

A pesar de que teníamos muchas ganas de llegar, mi hermano y yo lo pasamos un poco mal intentando averiguar dónde estaba el Disgusting Food Museum. Caminamos por toda la manzana (por varios lugares y pasando muchos edificios como de madera) y estábamos a punto de rendirnos cuando nos dimos cuenta de que realmente se encontraba dentro de un centro comercial (Caroli Shopping Mall). Pagamos un precio bastante alto de 150 kr (unos 12, 75 £, pero creo que merece la pena) ¡y nos dieron bolsas para vomitar en vez de entradas! Por suerte no usamos ninguna.

The Disgusting Food Museum: ¡no apto para sensibles!

Las exposiciones

Habría por lo menos cincuenta comidas y bebidas asquerosas distintas expuestas en el museo, cada una dentro de una caja de cristal, con un cartel informativo pegado a ellas. Entre estas, había queso infestado de gusanos de Sardinia, leche de caballo fermentada de Rusia, vino de ratón de China y chinches apestosas de Zimbabue y de Sudáfrica. Se supone que incluso las exposiciones más repulsivas tenían sus beneficios ocultos: decían que el pene de toro, por ejemplo, era un afrodisíaco estupendo.

The Disgusting Food Museum: ¡no apto para sensibles!

Algunos objetos también tenían jarras de cristal junto a ellos, que contenían su repulsivo olor. Como se puede esperar, los quesos olorosos eran especialmente nauseabundos. La fruta del durián, no obstante, que tiene un olor tan fuerte que se tuvo que prohibir en muchos trasportes públicos de diversos países asiáticos, tenía un olor bastante inofensivo, en mi opinión.

The Disgusting Food Museum: ¡no apto para sensibles!

Además de estas vitrinas, el museo también tenía un fotomatón escondido en una sala trasera, que imprimía polaroids gratis. No os chafaré la sorpresa, por si acaso alguno de vosotros quiere visitar este lugar, pero solo diré que no hacía falta fingir la cara de asco mientras te sacan la foto... Asimismo, en esta sección había un carrito lleno de libros sobre comida y la ciencia de la repulsión. Tuve que apuntar bastantes de sus títulos, ya que ambos temas me fascinan.

The Disgusting Food Museum: ¡no apto para sensibles!

El bar de degustación

Después, fuimos a la parte más aterradora de la visita: la sesión en el bar de degustación. A su lado, colgando de la pared, había un cartel que indicaba los días que habían pasado desde el último visitante que había vomitado: '1', decía. Antes de entrar, escuchamos cómo una mujer tenía náuseas, pero al parecer pudo mantener dentro lo que había comido.

The Disgusting Food Museum: ¡no apto para sensibles!

Un hombre muy majo nos presentó varios manjares, advirtiéndonos de antemano que iban a empeorar progresivamente. Desde escarabajos peloteros, hasta regaliz salteado, hasta zumo de chucrut, nos pegamos un buen festín, pero lo único que me no me gustó fue el queso de cabra. Normalmente me encantan esas cosas, pero este en particular (su callu) estaba hecho a base del estómago lleno de leche de un cabrito y tenía un regusto ácido como el del vómito. Por suerte, pude contenerme y, después de probar un poquito de chili muy picante, me recompensaron con una bola bastante generosa de crema de nubes de azúcar.

The Disgusting Food Museum: ¡no apto para sensibles!

El significado detrás del museo

Me lo pasé en grande descubriendo la comida menos sabrosa del mundo, pero lo que más me gustó del museo fueron las intenciones de sus fundadores. Una de ellas era, por supuesto, empujarnos a salir de nuestra zona de confort y probar algo nuevo. Está bien decir que algo suena fatal y que tiene muy mala pinta, pero, si nunca lo has probado, ¿cómo puedas estar seguro? No estaba muy segura de si comerme grillos, por ejemplo, pero los acabé encontrando bastante ricos y crujientes.

Por tanto, esta institución impulsa a la gente a expandir sus horizontes y darles una oportunidad a aquellos alimentos desconocidos. Mi hermano y yo nos sorprendimos bastante cuando vimos cosas como gominolas o Pop-Tarts entre estos alimentos, pero claro, para algunas personas en otros países, el simple concepto de estos manjares debe parecer inimaginable, al igual que algunos de sus snacks favoritos nos parecen raros a nosotros. Todo es relativo y tenemos muchas cosas que enseñarnos los unos a los otros si acordamos abrir nuestras mentes un poquito.

The Disgusting Food Museum: ¡no apto para sensibles!

También encontré bastante curiosa la forma en la que el museo ve la carne. En algunos momentos parecía casi como si estuvieran intentando oponerse al consumo de todos los productos animales. Una etiqueta, por ejemplo, decía que debíamos recurrir a los alimentos creados en un laboratorio, sobre todo porque la industria cárnica le está haciendo mucho daño al medio ambiente.

No obstante, lo que más me impresionó fue la forma en la que se empujaba a los visitantes a contemplar sus propias decisiones alimentarias. Tanto el cerdo como la carne de perro estaban expuestos, pero, por supuesto, solo esperaba encontrarme con la última. ¿Por qué? Porque la primera no es para nada extraña para mí. Siempre me he preguntado por qué tenemos esta jerarquía no escrita de los animales: por qué nosotros, omnívoros ingleses, comemos pollo sin pensárnoslo dos veces, pero ni siquiera nos planteamos cocinar una cobaya. Encuentro casi hipócrita el hecho de que un tipo de carne se considere más aceptable para consumo que otra y soy culpable de pensar así.

The Disgusting Food Museum: ¡no apto para sensibles!

No sé si cambiaré radicalmente mi dieta después de visitar el Disgusting Food Museum, pero si hay algún manjar que definitivamente no volveré a comer jamás: el foie gras. Me encanta su sabor (es rico, cremoso y se deshace en la boca), pero hasta el otro día, ignoraba cómo se produce. Sabía que no trataban muy bien a los patos y a los gansos que utilizaban para hacerlo, pero no fue hasta que vi un vídeo en este museo de estas criaturas siendo forzadas a comer cuando me di cuenta de la poca humanidad de esta industria. ¡Decir que me quedé horrorizada sería poco!

Por qué debes visitar este sitio

Este museo es tan divertido como sugerente y, si alguna vez estás en Malmö, o en cualquier sitio del condado de Skåne, te recomiendo encarecidamente que vengas a visitarlo. Tu mente se abrirá de formas insospechadas y saldrás con muchos dilemas morales. Además de esto, podrás presumir delante de tus amigos de todas las comidas asquerosas que has podido soportar (o no) y quizás, al igual que yo, ¡descubrirás que te gustan algunas de ellas! Reserva tus entradas hoy y dales a tus papilas gustativas una experiencia inolvidable.

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