Mi experiencia Erasmus (callejera) en Madrid !!

Era el 13 de enero de 2017, y desde el aeropuerto de Ciampino (Roma) a las 08. 10h cogí el avión que me llevaría a Madrid. En ese momento empezó una de las experiencias más bonitas de mi vida; durante 5 meses sería una estudiante Erasmus en una de las tierras más calientes de Europa.

Desde que era pequeña, llevo siempre conmigo un lápiz y mucha pasión por el arte. Con 8 años estaba convencida de que cuando fuese mayor me convertiría en arquitecta; con 15 deseaba sin embargo convertirme en profesora de historia del arte. Con 19 me apasioné con la publicidad gráfica. Con 20 retomé lápices y colores y volví a pintar telas.

Con 23 años, sin embargo, he encontrado la pasión en el arte callejero, y además de ser una fan, he empezado a pintar paredes yo también, y probablemente esta pasión se ha acrecentado durante mi estancia en la capital española. Os cuento cómo.

Madrid no me atrajo por la belleza artística de los monumentos, como quizás me sucedió con Sevilla y su encanto árabe. Para mí el arte en Madrid estaba encerrado en el bellísimo Museo del Prado donde reside una de mis obras preferidas del Bosco: "El Tríptico del Jardín de las Delicias" y en el Reina Sofía, con la inmensa y emocionante obra de Picaso: "El Guernica", que pasamos observando inermes mi compañera de piso Mariana y yo durante dos horas, arriesgándonos a que nos encerrasen dentro. Por lo demás, para mi el arte residía en las calles, en las pequeños callejones de los numerosos barrios de Madrid, o en los centros sociales, como por ejemplo La Tabacalera.

El arte callejero, cuando no se relaciona con lo fantástico (que como estilo tiene aún así su por qué), tiene la capacidad de contar la sociedad, las crisis y los conflictos internos de una nación o entre dos pueblos; puede contar lo social haciendo que todo permanezca en sus muros. Los muros tienen siempre algo que contar; son inermes mientras nosotros pasamos delante de ellos. Son espectadores silenciosos.

Uno de los barrios donde el arte callejero llama la atención del que pasa delante es seguramente Lavapiés. Aquí no solamente las paredes están decoradas, sino también los escaparates de muchas tiendas.

Lavapiés es actualmente uno de los barrios más multiétnicos de Madrid y el más frecuentado por jóvenes artistas que se divierten por la calle tocando guitarras y bebiendo cerveza. Aquí puedes encontrar decenas y decenas de tiendas de alimentación internacional y decenas de peluquerías afro siempre disponibles para llenarte la cabeza de trenzas y rastas. En Lavapiés se encuentra también una de las Bibliotecas Públicas más bonitas que he visto, la de la UNED; originada en un ex convento bombardeado durante la guerra civil, está dotada de una cúpula de cristal que al anochecer irradia el edificio con una luz mágica y de mesas y estanterías de madera preciosos. El silencio es la regla, y se respeta.

En Lavapiés he comido el que es para mí el mejor kebab de Madrid.

Pero lo que da color a este barrio son las numerosas pinturas de sus paredes. Se trata casi siempre de murales con fecha de caducidad; es decir, tras un cierto periodo, una obra viene recubierta para dejar espacio a la vena artística de otro. En la app de Instagram es posible seguir a Madridstreetartproject, y notar como de cuando en cuando se lanzan iniciativas para volver a color a zonas de la ciudad, haciendo una llamado a los muchos artistas con lo que España cuenta. O se puede tomar nota de los muchos "Safaris Urbanos" que se organizan para recorrer las principales etapas de la "street art" madrileña.

La Tabacalera de la que hablaba antes es una antigua fábrica de tabaco situada a caballo entre el barrio de Lavapiés y el de Embajadores. Tanto dentro como fuera, para mí, este sitio es el eje central del arte callejero de Madrid. Externamente está rodeada por una pared decorada por marcos cuadrados permanentemente pintados; en junio, poco antes de que terminase mi Erasmus, encontré en estos recuadros obras diferentes respecto a las que me habían acogido en mi visita de Enero.

En el interior, y más concretamente en el subterráneo de la estructura, túneles que parecían formar un laberinto están tapizados por murales de todo tipo. Mi preferido es un puño cerrado de color azul. En el patio interior, sin embargo, recuerdo un bellísimo retrato de Salvador Dalí con el rostro pintado de colores. Además de contener arte en su interior, La Tabacalera es un lugar donde socializar a través de las muchas iniciativas propuestas; desde el yoga al baile acrobático sobre tejidos, desde el boxeo al tango, pasando del préstamo de libros a la reutilización de objetos en desuso.

Y lo más interesante de este sitio es que está gestionado completamente por personas que no te piden que pagues billete de entrada, que te hagas una tarjeta o que pagues los cursos en los que participas; aquí las ofertas son libres, y lo importante es que estés disponible para cuidar del sitio, abriéndolo y cerrándolo por turnos en los horarios establecidos, haciendo la limpieza que sea necesaria, promoviendo las iniciativas que se organizan.

La Tabacalera, además de todo eso, es también el lugar que simboliza mi amistad con Irene.

Desde este año creo que existe un mapa interactivo que hace de guía en la búsqueda de las obras más bonitas de arte callejero (https://www.estudio34.com/guiadearteurbanomadrid/). Yo sin embargo nunca la he utilizado porque prefería dejarme maravillar por aquello con lo que mis ojos se encontraban cada vez que daba una vuelta por cualquier rincón de la ciudad. En mi cuenta de Instagram (rosben_) podéis encontrar decenas de fotos que inmortalizan los murales que más me han gustado en estos 5 meses transcurridos en Madrid.

Hasta luego Madrid, te tengo en el corazón!

-RosBen-