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Madrid: más que unas vacaciones, una aventura


Día 1

Son las 05:30 de la mañana y 15 personas con maletas, mochilas y sombreritos se dirigen a flota hacia el aeropuerto de Pisa. Destino: Madrid. Cámara de fotos al cuello y una gran inquietud por salir. Llegamos al aeropuerto cargados de expectativas, pero antes de ponernos en marcha hacia el control quiero asegurarme de no olvidarme a nadie. Así que saco el folio con la lista de nombres y comienzo a pasar lista.

Llegados a este punto sería necesario aclarar un poco las cosas: no soy profesora, y esto no es la excursión de segundo de bachillerato, aunque por muchas razones ¡podría parecerlo! Somos 15 estudiantes universitarios de segundo y tercer año, que estudian bastante poco pero se quieren mucho, pero esto no tiene nada que ver, así que volvamos a nuestro viaje.

Estamos todos. Cruasanes, cafés, capuchinos, un cigarrillo sobre la marcha antes de irnos y vamos. Salimos.

Me saltaré las horas que pasamos en el avión, ya que no tienen ninguna particularidad y por tanto os aburrirían.

En compensación las primeras dificultades comenzaron a manifestarse una vez que llegamos a terreno español, y sin ir más lejos, apenas aterrizamos, ya que inmediatamente el grupo se empezó a dispersar y los siguientes 40 minutos consistieron en vagar por las miles de salidas del aeropuerto en búsqueda de supervivientes. Pero aquí estamos. Es 22 de septiembre, el sol brilla y Madrid parece que está ahí solo para nosotros.

Una vez que llegamos al centro de la ciudad era necesario satisfacer las necesidades primarias, que inmediatamente revelaron ser las siguientes: comprar bocadillos y sobretodo honorar al país llenando las mochilas de latas de San Miguel.

Frescos y saciados (más o menos) intentamos ponernos en contacto con el propietario de la casa que habíamos alquilado. Este aspecto del viaje se lo habíamos confiado al servicio de AirBnb y no fue una mala idea. Obviamente incluso aquí podíamos tener alguna dificultad, consistente en este caso en el hecho que de 15 personas solo una habla español, y que la mayor parte del grupo habla un poco mal inglés, a veces fatal. Nuestra "portavoz" es Alessia, que de algún modo consigue contactar con nuestro hombre y vamos a casa. La casa es perfecta y situada en el centro (aunque no lo sabemos todavía, ya que acabamos de llegar). En realidad sólo había 10 camas, y nosotros eramos bastantes más, pero da igual: tenemos 20 años y muy pocas ganas de quedarnos en casa, por lo que dejamos las maletas, mochilas a la espalda, cogemos la bandera de España y vamos a la aventura.

Primera etapa, la Plaza de la Puerta del Sol, seguimos a nuestra guía preferida a la cual no puedo nombrar. El chico en cuestión es Alex: Silbato en boca, gafas de sol y chistes recurrentes como "¡fiaos de mí! " (mal, porque en realidad casi siempre sus sugerencias resultaban ser bastante malas) y "8+! " como nota por el espíritu aventurero del grupo.

A partir de ahí, entre una cerveza y otra, el español improvisado y las múltiples quejas por el calor, hicimos una breve pausa para tomar un café (y para sentarnos en un bar y gorronear wifi más que nada, admitámoslo, podríamos habernos ahorrado el café, apetecía más una cerveza). Segunda etapa: Museo del Prado. La cola para entrar era larguísima y obviamente aprovechamos la ocasión para no pasar inadvertidos buscando de broma colarnos entre los turistas de media edad para saltarnos la cola; obviamente nuestros esfuerzos con los viejecillos eran inútiles, sólo obtuvimos reproches y malas miradas de la gente, pero entendedlo, si ya era difícil convencer a todos para ir a ver un museo, pues hacer la fila no le apetecía a ninguno. Así que decidimos, entre un intento y otro (entre los cuales el de fingir no saber que hay una fila o aquel de meterse poco a poco fingiendo posar para una foto hasta llegar al principio de la cola, etc. ) no sé como aprovechándonos las distracciones de los japoneses presos de sus celulares conseguimos colarnos y hacer nuestra visita al museo. (que por otra parte es grandísimo, por eso una tarde no es suficiente para ver todo, pero somos estudiantes, y por tanto pobres, así que nos aprovechamos del horario de visita gratis, así que con eso nos contentamos)

Estábamos cansadísimos y alguno de nosotros se adormentaba en el césped que hay al lado del museo (algún otro en cambio empieza a dar vueltas por la pendiente como si fuera Haidi, pero sobrevivimos)

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Estamos cansado, pero no paramos, y después de refrescarnos (¿una ducha y 15 personas? ningún problema, un poco de espíritu de adaptación, muchísima paciencia y se puede hacer todo) buscamos un sitio para comer, optando al final por un pequeño restaurante rústico donde tuvimos el placer de probar alguna especialidad típica, como las patatas bravas con su tradicional salsa picante. (todo acompañado de jarras de sangría, obviamente)

El día había sido intenso y como era la primera noche preferimos estar tranquilos, bebimos alguna cerveza que nos vendió un vendedor ambulante, nos sentamos en el suelo y con nuestro español improvisado nos mezclamos con chicos internacionales que vinieron a descansar como nosotros, hasta que la vista de algunos coches de policía no pasan por alto la colorida multitud de jóvenes y pone fin a nuestra primera noche. Estábamos cansados pero satisfechos, 8+ diría.

Día 2

Aunque pueda parecer divertido (a la vez que incómodo), no me detendría mucho sobre las formas adaptadas para el acomodamiento nocturno, parecía una verdadera y propia excursión de colegio, recalcando también el hecho de que solo había dos baños para 15 personas (lo dejo a la imaginación del lector, pero no os será difícil intuir el problema), o por el hecho de que alguno se quedó encerrado dentro del baño. En resumen, contaré lo que pasaba dentro de casa en pocas líneas, pero podría contaros páginas y páginas de ello.

Entonces, estamos en el segundo día de navegación: aquí llegamos a una bifurcación sólo por algunas horas, y no me gustan los amantes del fútbol, por lo que a mí, ir a ver un estadio la verdad que me daba un poco bastante igual. Así que mientras casi todos los chicos iban bien contentos a visitar el estadios Santiago Bernabéu, nosotras las chicas (y nuestro fantástico Ignazio) nos quedamos dando una vuelta por la majestuosa Gran Vía y por sus tiendas, con sus 30 grados y su multitud. Pasamos toda la mañana buscando algún local gracioso al que pudiésemos ir a comer, aunque éramos conscientes de que no era una especialidad típica madrileña, se nos había metido en la cabeza que teníamos que comer paella.

Mientras nuestros correspondientes amigos estaban viviendo el sueño de su vida en el estadio, y algunos estaban incluso dando el espectáculo fingiendo ser futbolistas con los turistas, convenciendo claramente al personal e improvisando también conferencias y entrevista, haciéndose fotos con los turistas japoneses de turno y engañándose a sí mismos de tener un mínimo de importancia. (Estamos hablando siempre de universitarios, de personas adultas). Desafortunadamente a mí personalmente no me consiguieron pegar su entusiasmo, pero pienso que es perfectamente normal, como pienso también que este paréntesis no tiene nada que ver con nuestra historia, así que vamos a nosotros.

Nuestro tour por la ciudad continúa y después de una mañana de camino por la Gran Vía y sus tiendas decidimos coger el metro para ir al Hard Rock, una etapa legítimamente necesaria para cada respetada vacación. Incluso ahí sembramos el pánico, probándonos todo y no haciendo faltar ni un poco del sano exhibicionismo que tienen algunos de nosotros, sin decir nombres (Enrico Sferrazza y Enrico Zarbo) al regocijarse con fotitos en el espejo y poses imposibles de falsos modelos. (convencidos). Pero dejemos el Hard Rock atrás, porque en el itinerario está una de las cosas que más me ha gustado: El enorme parque del Retiro.

El parque te deja sin palabras por su grandeza y por todo lo que ofrece. Como cada parque respetable no puede faltar obviamente una gran cantidad de verde, de sitios para sentarse, de gente, de niños y de animadores... que comenzamos inmediatamente a asustar a muerte (a los animadores, no a los niños), corriendo a abrazar a uno disfrazado de Winnie de Pooh (sé que no os hacéis a la idea, pero intentad imaginaros a 15 personas que corren hacia ti y se lanzan para abrazarte).

La cosa más increíble que te ofrece el parque es su lago. Parece un escenario de película, porque en el hay barquitas de remos, y también la hora ayudaba mucho porque en breves iba a caer el sol y la puesta de sol hará que la atmósfera sea todavía más romántica. A demás, es el escenario perfecto para una pareja.

Pero nosotros no somos una pareja. Somos 15 niños creciditos y obviamente no queríamos que faltase nuestra vueltecita romántica en barca, por ello nos pusimos rápidamente en la fila. España es un poco como Italia, y la gente que vive ahí o que está es abierta y disponible, por lo que no tuvimos ninguna dificultad en hacernos amigos de alguna chica extranjera y las invitamos a unirse a nosotros.

El ambiente era increíblemente relajante y agradable, disfrutamos estas horas en el llamado "pulmón verde de Madrid". Alquilamos 4 barquitas a un precio verdaderamente bajo y comenzamos nuestra vuelta, alrededor de otras barcas y de aves de no se qué naturaleza. Remar no es algo fácil, pero después de algún intento aprendimos todos y transformamos la vuelta tranquila en una especie de competición entre nosotros, seguramente que molestamos también un poco a las parejitas románticas que tenían que sufrir nuestros gritos y salpicaduras, pero qué queríais que hiciésemos, somos así. Mientras tanto algunos habían conseguido que algún vendedor ambulante alargase el brazo para acercarnos las latas mientras estábamos todavía en las barcas, haciendo que fuese todo todavía más perfecto de lo que era. Mientras tanto el sol estaba cayendo, y Madrid continuó sorprendiéndonos con su atmósfera siempre diferente y particular, que hace que sea parte de su tranquilidad (y de su vivacidad en gran parte del tiempo). Estamos hechizados con esta ciudad y llevamos aquí sólo dos días.

El parque es también lugar de exhibición de muchos artistas, entre los cuales un grupo de músicos que nos paramos a escuchar y a intentar dirigir y acompañar improvisando bailes. No, no estamos muy bien obviamente.

La vuelta en barca nos ha entretenido bastante tiempo, y estábamos totalmente satisfechos, estábamos relajados y queríamos descubrir qué tenía para nosotros la noche de Madrid.

Nuestra segunda noche madrileña comienza, como cada noche respetada, por meternos alguna cosa en el estómago, nuestras búsquedas matutinas nos condujeron a la elección de un pequeño restaurante bastante cercano a Gran vía y por tanto también de nuestra casa, el personal nos había prometido encantado nuestra tan añorada paella. El personal era muy amable y la atmósfera, tratándose de un restaurante, no era tan formal. Los entrantes eran sin embargo bastante familiares, por lo que nos pedimos otra vez las típicas bravas con su salsa picante, la jarra de sangría (creo que ninguno de nosotros bebió agua en los 4 días que pasamos en Madrid) y al final nuestra paella. El sabor era intenso, los colores vivos, la sangría fresca y la noche madrileña hace que sientas su calor. Lo único malo es que aquí, por desgracia, la cuenta era demasiado elevada para lo que habíamos comido. Pero no nos quedamos ahí lamentándonos, estábamos en pleno centro de la capital Española, no es seguramente la ocasión de criticar mucho los precios ya que el local lo habíamos elegido nosotros.

Una particularidad de la gran ciudad española que llama la atención; en cada esquina te aborda un relaciones públicas o un organizador de eventos, o un chico que reparte folletos, descuentos: en definitiva, todos quieren la participación de los turistas a sus eventos, cosa que de igual forma nos sucede a nosotros. A cada paso que dábamos alguno nos invitaba a ir a su local, todos tenían algo que aconsejarnos, ofertas, promociones, y así sucesivamente. Nosotros no conocíamos muy bien el sitio, y nos quedamos perplejos ante la amplia gama de cosas que nos proponían, hasta el punto de no saber exactamente qué cosa elegir.

Al final como era bastante predecible dada nuestra poca experiencia, elegimos el primer local que nos apeteció y que no era muy caro (que no sea muy caro para nosotros significa que no cueste más de 10 euros)

Así pasamos nuestra segunda noche española en una pequeña discoteca del centro, no muy llena de gente y que nos dejaba nuestro espacio para relajarnos y divertirnos, inmersos entre los colores y la música. La temperatura era siempre alta, como ya sabíamos así que no podíamos pedir más.

Nuestro segundo día llega a su fin, y en grupos de dos o tres nos fuimos a casa. (Si os soy sincera no recuerdo exactamente cómo llegamos a casa, ni a que hora, pero estoy casi segura de que era muy tarde y de que ninguno de nosotros estaba particularmente sobrio)

Día 3

En la mañana de nuestro tercer día de estancia, nos sentíamos ya españoles, una pequeña parte del lugar, un poco enamorados. Así que continuamos nuestra aventura española yendo a visitar una animada Plaza de España, cosa que era particularmente agradable ya que había un escenario, sistemas de altavoces y más cosa que mi ignorancia respecto a este ámbito hace que no pueda especificar mejor. La música que empezó a sonar podría definirla casi trival, revestido en clave house, otra cosa que no sabría explicar, pero os aseguro que no era un sonido que pasase inadvertido, y aprovechamos la ocasión para volvernos a convertir en bailarines, artistas callejeros y animadores: un sombrerito en el suelo, una bandera española a la espalda, un silbato omnipresente (Alex, siempre Alex), un jovencillo exhibicionista, un trenecito y vamos. Turistas de varias nacionalidades se contagiaron de nuestro entusiasmo, lo que nos hizo entender que esto en Madrid podría ser del todo normal. La plaza aquel día hospedaba una gran cantidad de festivales afro-tribales-no se qué, y estaba lleno de puestos étnicos por los cuales era bastante agradable asomarse y mirar.

Después de nuestra exhibición en modo de "animadores de pueblecito turístico", los bancos a la sombra nos ofrecieron descansar mientras reorganizamos la idea de cómo continuar el resto del día.

Los más apasionados del arte (en realidad entre nosotros eran pocos, pero qué quieres que le haga) tenían las ideas bien claras: la próxima etapa no podía ser otra que el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. El museo, y esta vez también fuimos bastante afortunados, te ofrece unas franjas horarias en las que los más jóvenes y los estudiantes pueden entrar gratis, así que después de un poco de fila (y después de haber perdido gran parte del grupo), nos adentramos entre las salas del museo, aparentemente con calma. En realidad estábamos observando detenidamente cada esquina esperando encontrarnos de un momento a otro al majestuoso Guernica, de Pablo Picasso. Lo encontramos después de no mucho, y es obviamente sensacional verlo de cerca. El silencio en la sala era casi total, y creo poder decir que esta sea unas de las cosas más increíbles que he visto en Madrid. Obviamente Guernica y Picasso no son las únicas maravillas del Reina Sofía, también tenemos que destacar las muchísimas obras de Dalí, aunque no son fáciles de comprender. (Al menos para nosotros que no somos expertos)

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(Visage du Grand Masturbateur)

Después de haber gozado de semejante belleza nos invadió la ignorancia, y mientras algunos de nosotros se dirigían directamente a casa para descansar y prepararse para la noche, otro grupito se quedó voluntariamente dando vueltas por los locales y los bares de la zona, que parecían prometedores. De hecho decidimos quedarnos a cenar por ahí, probando algún plato étnico para que no nos faltase de nada, la zona es económica, el ambiente informal, acogedor. En resumen, nos sentimos un poco como en casa también allí.

El día llegaba a su fin, y nos esperaba todavía toda la noche. Aquí la confusión viene a ser un poco general, porque después de haber elaborado diferentes propuestas, hecho y deshecho planes, programado y reprogramado, todo va decididamente al azar: nuestro plan inicial de ir a bailar a una (por lo que parecía) discoteca muy famosa de Madrid (tan famosa que ahora no recuerdo ni siquiera cuál sería, pero creo que se trataba de Kapital, ya que era sábado noche) sólamente lo llegaron a intentar algunos, a los cuales, después de una serie de rocambolescas situaciones de tragicomedia entre las cuales el intento de negociación de los puertas, nos encontramos en el local de al lado.

Una nota al margen que no tiene nada que ver y que puede ser un buen consejo para los turistas que tienen en su lista la capital española: reservad siempre antes para ir a una discoteca.

Más bien, dos notas al margen: si no tenéis coche propio, el taxi en Madrid es decisivamente una buena solución, muy económica y disponible a todas las horas. No os arrepentiréis.

Día 4.

Estamos en el cuarto día de nuestra breve estancia (perdonadme el juego de palabras) [porque en italiano rima, traducido al español no] y estamos todavía bastante muertos por la noche de ayer. Pero nuestros chicos no se dejan abatir por la resaca, porque su objetivo estaba bastante claro: el estadio Vicente Calderón les está esperando, donde se disputará el partido de fútbol entre el Atlético de Madrid y el Deportivo de la Coruña. Las chicas en verdad no estamos particularmente entusiasmadas por el evento, pero ellos están contentos como unos niños y nosotras contentas por ellos. Nuestra tarde, por el contrario lo invertimos en irnos de compras y en la búsqueda de los últimos souvenirs que llevarnos a Italia.

Nuestra última noche la invertimos en intentar arruinar al Casino de Gran Vía, pero nuestros sueños de gloria no estuvieron correspondidos y no conseguimos más de cuatro centavos, pero para nosotros el ambiente es nuevo y excitante, y agradecimos el hecho de haber estado.

A pesar de todo, estamos también un poco tristes, porque sabemos que nuestra aventura va a llegar a su fin, y aunque haya sido breve nuestra estancia aquí sabemos que esta ciudad nos ha dejado algo, y que nos faltará algo una vez que volvamos a Italia.

Estamos increíblemente sorprendidos de que no haya sucedido (casi) nada grave, que ninguno se haya perdido, que ninguno se haya hecho daño y que nada (o casi nada) haya salido mal. Esperamos a que llegase el alba para coger de nuevo nuestro vuelo hacia Pisa, y se encuentra casi en orden, parece que todo va por el camino correcto. Salimos de casa bien de hora, el metro obviamente fue súper puntual, llegamos al aeropuerto tristes y un poco cansados y con una hora de antelación. Pero obviamente éramos unos ilusos, porque era verdaderamente poco creíble que todo fuese según lo planeado. De hecho, uno de nuestros simpáticos aventureros, tal vez debido al cansancio, o al sueño, o a la propensión natural de tener algún problema... En fin, nuestro Zarbiciello ha pensado que era buena idea dejarse la bolsa en un asiento del metro, pero una vez más este episodio no hace otra cosa que darnos la enésima impresión positiva sobre España: la intervención de la seguridad estuvo a tiempo y apenas habíamos manifestado nuestro problema al metro del aeropuerto, seguidamente el personal de movilidad encontró la bolsa (increíblemente para nosotros italianos). Aunque faltaban cosas, pero ya era más de lo que esperábamos. Obviamente los problemas no habían acabado: la bolsa contenía todos los documentos de nuestro desafortunado compañero, que de un modo u otro tenía que volver a recuperarla. Su fiel brazo derecho, nuestro Sferrazzino no le deja solo: y aquí estaban, una hora y media antes del vuelo, cogieron el primer metro, volaron hasta la boca de metro que habíamos cogido al principio, cogieron un taxi, y mejor que cualquier persecución policial volvieron otra vez al aeropuerto, un cuarto de hora antes de que cerrasen la puerta de embarque. En fin ¿creíais que iba a ser todo tan fácil?

Al final todos fuimos capaces de volver a casa. Aquellas vacaciones, que de ser para cinco personas se convirtieron en unas vacaciones para quince, no las olvidaremos jamás. Tal vez por la ciudad, tal vez por nuestros veinte años, tal vez por las personas que las han hecho posible.

Un agradecimiento especial a todos vosotros. Ignazio Romano, Enrico Sferrazza, Enrico Zarbo, Enrico Romano, Vito Gallo, Alex de Luca, VIncenzo Licitra, Deborah Infantino, Giuseppe Salviccio, Rosario Alcoraci, Giulia Sorce, Morena Gatì, Giovanni Trovato, Alessia Munì, e, alla fine, Giulia Panepinto, y yo.

Gracias!

Madrid, 22/09/2016- 26/09/2016


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