De Roma a Madrid, mi Erasmus que cambió todo

Era 2 de septiembre de 2017, cuando empecé la que para mi sería la aventura más bonita: mi erasmus en Madrid.

Asustada y llena de expectativas, llegué a esta gran ciudad sin saber que me enamoraría de ella desde los primeros días. Fue realmente amor a primera vista, allí me sentía finalmente como en casa.

Pasada la confusión de los primeros días, empecé a conocer mi barrio y a crear mis pequeños rituales: el café por la mañana en el bar, la compra después de la universidad en el pequeño supermercado, el gimnasio por la noche pasando por las preciosas calles del barrio de Salamanca. A pesar de que Madrid es una ciudad grande, te das cuenta de que no estás aislado, siempre se logra encontrar una rutina y un lugar propios.

Mis fines de semana estaban repletos de aperitivos en el Círculo de Bellas Artes, con una vista preciosa del centro de la ciudad y atardeceres impresionantes; de cenas con tapas en los sitios menos turísticos pero muy familiares; y de fiestas por las calles o en las grandes discotecas.

Podría contaros todos los sitios interesantes que hay, como el museo del Prado, el Reina Sofía, el Mercado de San Miguel, el Templo de Debod, el parque del Retiro; la verdad es que lo más bonito de este lugar es su gente, caminar por la calle y ver siempre gente cordial, y el ambiente relajado y festivo que se respira. Los sitios más bonitos de esta ciudad los descubrí por casualidad, paseando sin mirar el mapa, sumergiéndome en la vida madrileña sin miedos ni prejuicios.

El momento más bonito para pasear creo que es por la mañana, especialmente el domingo, en el que toda la ciudad aún duerme y se puede observar con calma cada rincón, cruce, edificio. Un clásico de los domingos es el Rastro, el mercadillo de antigüedades y ropa "vintage", en el que el tiempo parece haberse detenido.

En resumen, podría hablar durante horas de Madrid, concluyo diciendo tan solo que es una ciudad que roba el corazón, aconsejo a todo el mundo que vaya y creo no os decepcionará. ❤