Puentes, historia y color
Todo viaje tiene ese momento que siempre recordaremos, si no, no es un viaje que merezca la pena ser vivido. Mi viaje Holanda fue uno de ellos, más concretamente mi visita a la ciudad de Maastricht.
¿Dónde está Maastricht y qué tiene de diferente?
Si os tomáis el tiempo de leer lo que he venido a deciros, no os arrepentiréis. Vengo a hablaros de las cosas interesantes que ofrece la ciudad, de su gente, de la gastronomía y de cómo visitar Maastricht.
Para llegar a Holanda pasé por Bélgica. Pasé por la tierra de los tres idiomas y de ahí a los Países Bajos. Maastricht está muy cerca de la frontera con Bélgica, solo tenéis que coger el tren, esperar 40 minutos y ya estáis ahí, en la provincia sureña de Limburgo. Así podréis ver más de este hermoso país y disfrutar de todo lo que tiene para vosotros.
Como podréis intuir, uno de los principales reclamos para los turistas a la hora de venir a Maastricht es el "Tratado de Maastricht". Firmado por el Consejo Europeo el 7 de febrero de 1992, se le considera como el acta de nacimiento de la Unión Europea. El tratado hablaba de ciudadanos europeos y de la ciudadanía europea y de su propia moneda reconocida internacionalmente, el euro.
Además, la ciudad se encuentra a pocos kilómetros de la frontera con Alemania, así que si queréis podéis pasar por tres países en menos que canta un gallo. En mi caso no lo hice, pero si vuelvo a Bélgica, me aseguraré de pasar por Alemania. De hecho, os contaré un secreto: ¡iré a Alemania en diciembre! Volvamos a mis tretas por Maastricht.
Si les preguntáis a los lugareños, os dirán que Maastricht es la ciudad más antigua de los Países Bajos; pero todavía queda mucho misterio con este asunto. Resulta que hay otra ciudad que también reclama dicho título de ciudad más antigua, Nijmegen. ¡Pero ni idea de cual es la verdad!
El nombre de la ciudad proviene de la época romana, se dice que deriva de una palabra latina que significa "cruzando el Mosa", un río que baña Maastricht. Los romanos construyeron un puente sobre el río y de esta manera posicionaron por primera vez esta tierra en sus mapas y documentos medievales.
Vale. Volvamos en la estación de tren. El tren ha llegado a destinación y tenéis que bajaros. ¿Ahora a dónde toca ir? Simplemente seguid las indicaciones de los muros, los de la salida, y así saldréis por la puerta principal de la estación. En frente veréis un gran letrero donde pone "Maastricht"; de ahí adelante, la ciudad se abre ante vuestros ojos. La vez que vine, había un mercado de antigüedades con sus espejos antiguos, postales con fotos de la ciudad en otros tiempos, pulseras y colgantes de madera, cuadros, cámaras de fotos de segunda mano, bordados antiguos (como la dama encantadora, una mujer hermosa que representa la elegancia francesa), blusas hechas a mano, monedas antiguas y actuales, anillos y incluso trabajos de plata con detalles grabados.
Al estar acostumbrada a las lenguas romance o eslavas que aprendo y entiendo mejor, el idioma se me hizo muy diferente. Un amigo mío que está estudiando en Holanda me dijo que el neerlandés era muy parecido al alemán y, como ya había estudiado algo, pensé que no tendría dificultades en entender el "maravilloso" neerlandés. Tengo que admitir que me sobrestimé mis competencias lingüísticas. Entendí alguna palabra que otra, pero el resto era completamente ininteligible para mí. No me veo aprendiendo neerlandés de aquí a poco tiempo; la única palabra de la que me acuerdo de todas las que me enseñó mi amigo es: "Dui! Dui! ", que significa algo así como "Bye! Bye! ", pero solo para decírselo a las chicas.
Otro evento que hizo famosa a Maastricht fue la desgraciada Segunda Guerra Mundial. Desde primeros de mayo, ya estaba ocupada por la Alemania nazi. Fue una mancha negra en la historia de la ciudad en la que todos los judíos fueron asesinados según las leyes antisemitas de Hitler. Los documentos oficiales de Maastricht confirman que la mayoría de la población judía del lugar fue "exterminada" en 1940 en los campos de concentración nazi. El periodo oscuro tardó hasta el 14 de septiembre de 1944, momento en el que la ciudad fue liberada de la ocupación.
A partir de aquí la ciudad empezó a florecer tanto económica como socialmente. La educación también prosperó y en el año 1976 se fundó la Universidad de Maastricht, el pilar del futuro progreso de la ciudad. Este camino ha llevado a Maastricht al éxito transformando su belleza nacional y riqueza en un patrimonio internacional. Hoy en día Maastricht es conocida en el mundo entero por su libertad de pensamiento e individualidad. Lo que me lleva al siguiente punto: aquí, igual que en el resto de ciudades holandesas, está permitido fumar "hierba mágica". Hasta hace poco se necesitaba ser residente para tener acceso al bar o los lugares donde se vendían este tipo de sustancias, pero según lo que leo en la prensa internacional, hoy en día se puede hacer sin tener que ser residente. No sé si este hecho es cierto, nunca he comprado nada de esto. Pero si que os puedo decir que tengo amigos que han tenido digamos un contacto más práctico con la droga.
A diferencia del resto de ciudades neerlandesas que se están aprovechando del dinero que genera este negocio lucrativo, Maastricht ha lanzado una campaña de concienciación sobre las drogas. El ayuntamiento incluso ha llegado a aprobar un plan para realojar todos estos centro que se dedican a la venta de droga blanda del centro de la ciudad a la periferia. Así que si queréis cannabis, ya sabéis dónde buscarlo.
Ya es hora de que hablemos de lo bueno que nos tiene reservado esta pequeña ciudad, ¿no?
Cabe mencionar que Maastricht forma parte de la "Red de ciudades europeas más antiguas", una organización que se dedica a la preservación de los cascos viejos considerados de gran relevancia histórica. Este reconocimiento, junto con otras cualidades, hacen de Maastrich una de las ciudades más visitadas de los Países Bajos.
Gracias a ellos podéis visitar varios castillos, museos, parques y puentes maravillosos. Sobre todo me gustaron estos últimos. Los puentes están hechos con estructuras de cemento batidas sobre las sempiternas corrientes de agua, inamovibles por los siglos a venir y conteniendo esta fuerza de la naturaleza que si desbordara arrasaría con todo a su paso. Además también sirven para transportarnos a nosotros y a nuestros coches. Los vestigios que dan fe del peso histórico de esta urbe están presentes a cada esquina de la ciudad, en parte, gracias a que las antiguas fortificaciones todavía siguen en pie. Tuve la oportunidad de visitar la llamada “Onze Lieve Vrouweplein”, que creo que estaba hecha de ladrillo rojo o marrón. En frente de la fortificación había cinco o seis cañones dispuestos listos para la batalla, como en los viejos tiempos. A la derecha de la fortificación hay un lago con accesorios modernos que propulsan chorros de agua al aire. El lago está rodeado de un extenso césped con árboles teñidos de una gama de colores que van del esmeralda al amarillo; luego tenemos a los patos haciendo sus cosas de pato en el agua y a otras aves acuáticas de menor tamaño nadando con unos cantos celestiales de fondo... todo esto hace de este lago un lugar mágico. El lago debe de ser todavía más bonito en verano o primavera, cuando la naturaleza está llena de juventud y floreciendo, pero, bueno, en otoño tampoco estaba nada mal. Tuvimos la oportunidad de jugar sobre el manto infinito de las hojas de otoño mientras los que pasaban por ahí nos clavaban sus miradas preguntándose qué hacían 3 chicas locas jugando como niñas encima de las hojas. Creo que la belleza le hace sentirse a uno hermoso y en armonía con el resto del cosmos.
Si después de tanto andar se os abre el apetito, tenéis un sinfín de lugares en los que hacerse con algo para comer es pan comido. Debo añadir que, mientras caminábamos por el centro de la ciudad, justo en frente de la estación del tren vimos un restaurante italiano donde servían comida italiana y pizza. Lo que más me gustó es que por fin había camareros que hablaran una lengua romance.
Me guardé lo mejor para el final. Y me enamoré de Maastricht de súbito. ¿Por qué? Os lo diré en una palabra: bicicleta.
A la salida de la estación de tren había cientos de bicicletas en fila, lo suficientes como para abarcar toda tu vista, bicis sobre más bicis de todos los colores y marcas. Su sensibilidad respecto al mediambiente me conmovió. Oí de boca de un estudiante de Maastricht que si hay un accidente entre un coche y una bicicleta, la mayoría de veces se le echa la culpa del accidente al conductor del coche y no al ciclista. Es inevitable sentir admiración por su dedicación y pasión por este labor tan noble.
Os daré otra palabra más: río.
Encontramos un árbol hermoso junto al río y la antigua fortaleza. Tenía grandes ramas y unas raíces poderosas que agarraban toda la orilla del río con firmeza. Era como una estampa de un cuento de hadas. El color de las hojas era espectacular y marcaba un contraste perfecto con el sonido del agua corriendo a nuestro lado. Vimos que el árbol había sido marcado por toda la gente había pasado antes que nosotras, tenía los nombres de la gente grabados en su corteza. Hicimos lo mismo con nuestros nombres y así dejamos nuestra marca y parte de historia en este antiguo de la naturaleza. ¡Mágico! ¡No olvidéis echarle un vistazo a la foto del árbol!
Si queréis saber más sobre esta maravillosa ciudad, aquí tenéis un buen enlace: click aquí. Contiene información sobre la ciudad y personas importantes que nacieron en la ciudad. Esto es todo, ¡ahora la pelota queda en vuestro tejado! ¡Disfrutad!
(Las fotos se las debo a mi querida amiga, Giorgiana Astefanei)
Galería de fotos
Contenido disponible en otros idiomas
- English: Bridges, history and color
- Italiano: Ponti, storia e colori
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