La Vie Lyonnaise: Résidence André Allix

La Vie Lyonnaise: Résidence André Allix: Asuntos clave sobre el edificio y las habitaciones

Esta es una publicación bastante larga en la que expongo en detalle mi experiencia, hasta el momento, en la residencia de André Allis, de la empresa CROUS, y las razones por las que tomé esta decisión. El objetivo de esta publicación es señalar las diferencias entre las residencias de Francia y de Inglaterra. Así que supongo que, de alguna manera, esta publicación puede resultar útil no solo para aquellos que busquen diferentes opciones de alojamiento en Lyon, sino también para aquellos que quieran hacerse una idea de la vida del estudiante británico en una residencia, o hall, como lo llaman allí.

Lo siento mucho, esta publicación es larguísima, así que he decidido dividirla en secciones. Si quieres saltar de una a otra, te invito a hacerlo sin problemas. Estas secciones son:

  1. Introducción: Vida en Londres
  2. Vida en Francia
  3. Los edificios
  4. Las habitaciones
  5. Las cocinas
  6. Los baños
  7. Cosas que deberías comprar
  8. Conclusión: aprecia tu vivienda

1. Introducción: Vida en Londres

Las residencias universitarias o halls, como las llaman al otro lado del Canal de la Mancha, no son exactamente lo mismo en Francia. Son muchas las diferencias entre el alojamiento de Francia e Inglaterra, aunque nunca me imaginé hasta qué punto.

Vivir en halls universitarios es un must para casi cualquier estudiante británico a la hora de plantear su vida universitaria. Esto se debe, en parte, a las ventajas que esto ofrece en el terreno social, especialmente para estudiantes de primer año, ya que ofrece la oportunidad de conocer a otros estudiantes en una situación similar, con quien puedes disfrutar las numerosas aventuras que entraña la fresher's week.

Yo personalmente no tuve esta experiencia en mi primer año en la Universidad de Roehampton, por ello opté por pasar mi segundo año en Londres en el campus de Mount Clare, un trozo de terreno aislado solo para estudiantes de primer y segundo año.

Mount Clare no tenía la mejor reputación entre los estudiantes de Roehampton. Ya había oído historias de nidos de arañas en las cortinas y hongos en la ducha. La conexión a Internet no siempre era fiable y los cortes de luz eran, según decían, bastante habituales. Las cocinas eran pequeñas y estrechas y siempre había, por lo menos, un ladrón de comida que acechaba en las sombras. Las encimeras nunca se mantenían limpias mucho tiempo y el servicio de limpieza venía solo dos veces a la semana. Recuerdo aquel horno como un fastidio tremendo. Empezó a emitir un olor asqueroso a grasa quemada, que tendía a adherirse a la ropa y el pelo. Una ducha y la lavadora eran los únicos medios para volver a sentirse limpia. Supongo que tampoco ayudaba el hecho de que las ventanas de nuestra cocina eran las únicas que no abrían del todo.

Compartía ducha y dos retretes con otras doce personas. Nadie utilizaba en realidad la bañera del piso de arriba, ni su ducha.

Las habitaciones no estaban mal, aunque había una barra metálica que recorría la parte media de la habitación que era un auténtico fastidio. No sé cuantas veces me dí con esa maldita cosa en la cabeza, aunque sí era útil como estante. Otro inconveniente era la facilidad y simpleza con la que la habitación se cerraba contigo fuera. Nunca olvidaré la primera vez que me ocurrió: ocho de la tarde, viernes noche. Tuve que esperar tres horas hasta que los de seguridad me dejaron entrar en mi habitación. Uno pensaría que aprendí la lección, pero por desgracia no. Esa fue la primera de muchas otras veces.

Mount Clare tenía sus cosas malas, pero no era nada en comparación con lo que iba a vivir al otro lado del canal.

2. Vida en Francia

Consciente de que las residencias francesas serían diferentes a sus homólogos ingleses, aunque no de hasta qué punto sería así, decidí quedarme en la habitación más barata que ofrecía el grupo CROUS en su residencia, André Allix.

Lo que voy a relatar a continuación es mi experiencia, hasta el momento, en esta habitación y en esta residencia. En el momento en el que tenga más que contar, no dudaré en añadirlo a esta sección. Puede que la divida en espacios más pequeños. Todavía quedan siete meses, ¡todavía pueden pasarme muchas más cosas!

3. Los edificios

Los edificios se componen de cuatro plantas. Cinco si se incluye la planta baja, donde están los buzones. Si quieres evitar cualquier asalto a tu buzón puedes utilizar un candado pequeñito. Yo lo he hecho, aunque tampoco puedo decir que sea algo esencial. Al menos en mi caso particular, que raramente recibo correspondencia que no sea basura.

La Vie Lyonnaise: Résidence André Allix

Las otras plantas se componen de unos treinta dormitorios cada una, aunque esto dependerá del edificio en el que estés. En cada planta hay dos cocinas y dos baños, de los cuales hablaré a continuación.

Cada edificio tiene conexión inalámbrica a Internet, por el que pago seis euros al mes. Y, desde luego, no recibes más de lo que pagas. La conexión a Internet a veces es desesperante, tornando bastante difícil una conversación de Facebook o una sesión de Skype en horas puntas. Sin embargo, a veces es posible escuchar música en Spotify, subir alguna foto o ver algo sin tener que actualizar la página una y otra vez. Otros días, en cambio, Internet decide abandonarte, impidiendo cualquier medio de conexión y dejándote desamparado durante un tiempo indefinido. Algunas veces es solo unos minutos, o un par de horas. No obstante, hace poco Internet estuvo sin funcionar casi un día entero. Esto puede llegar a ser muy frustrante, por no decir algo peor.

Entre otros inconvenientes está el asunto de la electricidad. Hasta el momento ha habido varias incidencias de cortes de suministro. Yo no estaba muy preparada en el primero, y tuve que utilizar la luz de la pantalla de mi móvil. No sabíamos si debíamos evacuar el edificio, como ya habían hecho otros. Nadie parecía estar seguro de lo que pasaba, de lo que teníamos que hacer o a dónde teníamos que ir. Ni siquiera sé cómo suena la alarma de incendio, o qué deberíamos hacer en ese caso. Esto no hubiera ocurrido en Inglaterra. Allí solo habían pasado dos semanas cuando los de seguridad despertaron por primera vez al campus con un simulacro de incendio, y después de eso siempre había un estudiante en alguna parte que había dejado en el horno demasiado tiempo, que había intentado fumar en su cuarto o había echado demasiado desodorante.

En cuanto al entretenimiento, en la planta baja de cada edificio hay una habitación con un televisor donde los estudiantes socializan, aunque yo todavía no he disfrutado de estas instalaciones.

4. La habitación

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Las habitaciones tienen un tamaño decente, con bastante espacio de almacenamiento. El suelo es de baldosas, los muros son blancos. La cama viene equipada con un pequeño colchón de espuma que no está demasiado mal, para mi gusto. Tengo un escritorio que he alineado con el armario, en cuya mitad superior guardo mi ropa y otros utensilios, y la comida y maquillaje en la parte inferior. El frigorífico fue una grata sorpresa, ya no tenía que preocuparme de que uno de mis casi treinta compañeros de planta me roben la comida. Al otro lado del armario hay un fregadero. En la pared también hay un estante largo, aunque tiendo a olvidarme de él por su altura, ya que está un poco fuera de mi alcance. No podía llegar a él ni subiéndome a una silla.

Como he estado en un par de habitaciones en otros edificios, soy consciente de que el amueblado puede y suele cambiar. Otras habitaciones tienen más estanterías y departamentos además de las camas, depende del edificio que elijas. Mi habitación me gusta bastante, aunque al principio no estaba segura de si había calefacción, aunque más tarde descubrí que sí y que esta llega a través del suelo. No es lo mejor, pero un calentador/ventilador cuesta unos diez euros en Carrefour. El mío ha sido de gran utilidad en los duros meses de invierno.

Al principio, cuando me mudé, tengo que reconocer que no me encontré con una habitación especialmente limpia. El armario estaba pegajoso y había mugre en los bordes bajo la ventana. No sabría decir cuánto tiempo llevaba esa suciedad ahí acumulada. Tuve que pasar yo misma un paño para que la habitación lograra reunir las condiciones que yo esperaba a mi llegada.

Con todo y pese a estos pequeños fallos, a mi me gusta mi habitación, puramente debido a las vistas que tiene, sobre todo al final de la tarde cuando cae el sol, al igual que en un día despejado, dejándome un cielo brillante y hermoso mientras el sol se pone detrás de las colinas, a mi izquierda.

5. La cocina

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La cocina es más bien pequeña e increíblemente básica. En nuestra planta solo funciona un microondas. Por suerte para mí, es el que está situado a una altura decente, a diferencia del otro, que me hubiera obligado a ponerme de puntillas.

El doble fregadero ocupa la mayor parte del espacio y la gente suele prepararse la comida donde va el escurridor. No hay otro lugar en la encimera para hacerlo, ya que la cocina eléctrica portátil, donde solo caben dos sartenes y que claramente no está en su mejor momento, ocupa el resto del espacio. Hasta el momento no se ha dado la situación de tener que esperar mucho para cocinar porque los fogones estén ocupados. Tampoco hay hornos ni congeladores, y curiosamente no parece que haya ningún tipo de equipamiento en caso de incendio.

El servicio se encarga de limpiar la cocina cada día de lunes a viernes, aunque se intenta que los estudiantes la mantengan en un estado aceptable. Sin embargo, los fines de semana es de esperar encontrar algo de suciedad. Todo el mundo suele limpiar sus pertenencias al instante por lo que no hay una pila interminable de platos sin lavar en el fregadero con meses de historia, algo que sí ocurría en Roehampton.

Sé que otras cocinas tienen mesas, haciendo que el área tenga un rollo más sociable. Sin embargo, las cocinas de mi bloque son más bien deprimentes y vacías, salvo por la media docena de enchufes donde el año anterior se conectaban los congeladores compartidos.

6. El baño

Hay dos baños por planta. Cada uno tiene tres retretes y cuatro duchas. Nunca me ha ocurrido que todas las duchas estén ocupadas cuando he necesitado usarlas, pero no puedo decir lo mismo de los excusados, que aunque no estén siempre ocupados, los fines de semana pueden alcanzar unas condiciones bastante indeseables.

Las duchas suelen estar en mejor estado, pero en alguna ocasión puedes verte compartiendo cubículo con una o dos polillas que entraron por la ventana la noche anterior. Siempre he sido más bien cuidadosa con los suelos de baldosas de los baños públicos, y además de llevar chanclas en la ducha, siempre llevo zapatos en los aseos, ya que a veces puedes encontrarte con pelos de cierta naturaleza (no necesita mucha más explicación) y otros tipos de suciedad que se han barrido hacia las esquinas y que raramente se eliminan.

(Tengo que añadir que, cuando algo no funciona aquí, el personal de mantenimiento no destaca por su rapidez en solucionar o arreglar el problema. En uno de los baños, uno de los aseos no cierra del todo y así ha sido hasta donde alcanza mi memoria. Sin embargo, esto no me molesta mucho, ya que si es completamente necesario puedo utilizar otro baño más allá del pasillo. )

En mi cuarto de baño regular, uno de los aseos está sin luz desde que llegué. No es muy agradable ni práctico hacer tus necesidades en la más profunda oscuridad, por lo que se suele utilizar poco. Sin embargo, en épocas más recientes, uno de los otros cubículos se ha convertido en algo peligroso. El pestillo de la puerta funciona muy bien a la hora de cerrar la puerta, pero no tan bien cuando hay que abrirla de nuevo. Algo que descubrí un jueves, a las seis de la mañana, cuando iba con prisa por llegar a clase. Por suerte, logré reunir todas mis fuerzas para salir de ahí, aunque ahora siempre ando con cuidado. Dudo que esto se arregle en algún futuro cercano, incluso aunque ya se hubiera notificado a la residencia.

7. Cosas que deberías comprar

Aquí os pongo una lista de cosas que traje y considero esencial para vivir de forma razonablemente cómoda aquí, aunque esto puede diferir según las preferencias y necesidades personales de cada uno:

  • Hervidor de agua
  • Lámpara
  • Ropa de cama
  • Alargadera
  • Calentador/Ventilador
  • Velas

8. Apreciar tu vivienda

Hay varias cosas que me gustan de vivir aquí, en André Allix, como el hecho de que se puedan encender velas sin correr el riesgo de ser el responsable de activar la alarma de incendios; el tamaño e iluminación de la habitación, el hecho de que la cocina se limpia casi cada día y que suele mantenerse bien. Desde luego, me encanta tener mi propio frigorífico. Sin embargo, pese a esto, vivir aquí me ha hecho apreciar mi vivienda del año pasado en Londres.

La gente echaba abajo a Mount Clare con bastante rapidez, pero yo creo que tiene varios puntos fuertes. Echo bastante de menos cosas pequeñas y simples, como tener congelador y horno, y espacio para preparar mi comida. Podía cocinar mucho más que ahora.

Con menos gente por piso o pasillo te sentías más obligado a conocer a aquellos con los que vives. De alguna manera, se convierten en tu familia mientras estás en la universidad, mientras que la mayoría de la gente de aquí suele ser más individual.

Supongo que el hecho de que aquí cada uno estudia en una universidad y a un nivel distinto genera dificultades en el terreno de lo social. Roehampton, por otro lado, es una universidad bastante pequeña, y la mayoría de la gente solía conocerse a través de amigos, y todos tenían algo en común.

Las habitaciones comunes más pequeñas en cada piso eran útiles para beber juntos antes de cualquier evento, aunque pronto se nos quedaron pequeñas cuando la gente empezó a traer más y más amigos. Por suerte, hay una habitación común más grande, con mesas de billar, ping-pong y una tele. Lindando con esta habitación está la lavandería, con la que nunca he tenido ningún problema.

La sala de ordenadores siempre fue una instalación muy útil, especialmente cuando se acercaban las fechas de entrega. Y vaya si se notaba cuando se acercaban: el número de visitantes a la sala incrementaba de forma radical.

Pese a las historias sobre el mal funcionamiento de Internet y la instalación eléctrica, en realidad nunca he tenido muchos problemas. Quizás uno o dos en todo el año, nada en comparación con los problemas que he tenido aquí en solo tres meses.

Echo de menos una buena calefacción. Echo de menos tener el Parque Richmond en la misma entrada. Y, aunque nunca pensé que diría esto, echo de menos el gato del campus, una cosita negra y peluda llamada Magic, aunque también apodado Lucifer por muchos otros estudiantes por sus formas salvajes.

Estar lejos de casa y de las cosas que uno ama ayudan a tomar perspectiva. Echo de menos cosas que nunca pensé que extrañaría, y he adquirido una nueva forma de valorar cosas que pueden parecer pequeñas e insignificantes. Sin embargo, sé que no debo estancarme en lo que no tengo ahora, en cosas que están a kilómetros y kilómetros de mí. Tengo que aprender a adaptarme y a apreciar lo que tengo aquí. Aunque a veces es difícil, supongo que siempre debo mirarle el lado positivo a la vida. El año Erasmus es una oportunidad fantástica que no quiero desperdiciar.


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