09/09/12: el domingo de la danza

El domingo de la danza

Domingo 9 de septiembre de 2012

El viernes pasado, estuve hablando con mis amigas brasileñas sobre la posibilidad de hacer algo el domingo, en lugar de pasar el día solas encerradas en nuestras habitaciones con el Internet que no funcionada demasiado bien. Pensamos en ver una película en la habitación de alguna de nosotras, pero iba a hacer buen tiempo, así que queríamos salir.

Cuando volví a casa el viernes, encontré un mensaje de una amiga, a la que conocí cuando fui voluntaria en los Juegos Olímpicos de Londres. Mi amiga vive en Lyon, pero estudia en Londres. Como todavía no había empezado el curso en Inglaterra, iba a participar bailando en un desfile, desde Bellecour hasta Rue de la République y me envió un los detalles del desfile, que se celebra cada dos años. Le dije que contara conmigo y se lo comenté a mis amigas brasileñas. Y así, en un santiamén, ya teníamos plan para el domingo.

Quedé con mis amigas en Bellecour y me sorprendió encontrar la plaza tan animada. Parecía que, de verdad, el desfile era muy popular entre los ciudadanos de Lyon. Me costó trabajo encontrar a mis amigas entre toda la gente que había alrededor del metro, pero unos minutos más tarde las había encontrado. Nos saludamos como suelen hacer los franceses y luego buscamos un lugar entre la gente para ver el desfile. Tanto para Archangela, como para mí, era muy importante dar con un buen sitio porque no somos precisamente altas. Así que, si no nos poníamos cerca, nos sería muy difícil ver bien el desfile. Además, yo quería echar fotos. Me fijé en que había gente que se había llevado sus propias sillas; algunos hasta llevaban escaleritas.

Antes de que empezara el desfile, estuve hablando con mis amigas y de repente la música samba dejó de sonar y, unos minutos más tarde, apareció un grupo de gente con patines y globos. Pasaron por delante de nosotras y ya está. Si todo el desfile iba a ser así, habría preferido quedarme en mi habitación. Mis amigas brasileñas tampoco estaban nada impresionadas, sobre todo, la chica de Río de Janeiro, porque ella entiende de este tipo de fiestas. Durante unos minutos, no pasó nada más y tuvimos que estar esperando con el calor que hacía.

La gente empezó a sentarse en el suelo para no cansarse. Un rato después, se levantaron justo cuando empezaba de nuevo el desfile y unos cuantos bailarines, vestidos con disfraces muy extravagantes, empezaron a pasar por la calle.

Llegaron en masa y acompañados de todo tipo de música. De hecho, había hasta bandas desfilando. Empecé a echar fotos y, de repente, vi un mensaje en la pantalla de mi cámara que decía que no quedaba espacio suficiente en la tarjeta de memoria. Si quería echar más fotos, tenía que borrar unas cuantas. Si no hubiese echado ninguna foto hoy, las habría borrado todas sin problema. Pero ese no era el caso. Así que, mientras transcurría el desfile, fui borrando fotos de otros días una a una. Ni me había dado cuenta de que ya había echado más de trescientas fotos desde mi llegada a Lyon.

Los bailarines eran increíbles. Hacía más de treinta grados y había que ser muy valientes para estar bailando con ese calor. Me había cansado de ver el desfile en la plaza de Bellecour sin ninguna sombra, sin agua y sin crema solar. Podía sentir el sol en la espalda, en las piernas y en el cuello. Al final, empecé a sentirme mal y débil. Mis amigas y yo ya habíamos tenido suficiente. Decidimos dejar el desfile e ir a comer y beber algo.

Encontramos un sitio de crepes junto al Musée du Cinéma et des Miniatures en Vieux Lyon. Era bastante barato; pedimos una crepe y una bebida y creo que pagamos unos doce euros por persona. La comida está deliciosa. Me encantó la crepe con champiñones que me pedí. Era la primera comida caliente que tomaba en mucho tiempo porque, normalmente, come media barra de pan con una loncha de queso y un poco de pollo. Estaba claro que tenía hambre y que necesitaba comer algo caliente.

Cuando salimos del restaurante, dimos un paseo por Vieux Lyon. En esta ocasión, me dio tiempo a ver el barrio sin que el grupo de la universidad me metiera prisa. Era precioso y parecía muy tradicional. Además, había tiendas de regalos. Nos apetecía algo dulce para después de comer y encontramos una tienda de golosinas de temática pirata. Las golosinas estaban en lo que parecían cofres del tesoro. El ruido que provocaba la música de la tienda, y que podía oírse desde las calles de Vieux Lyon, era un poco molesto.

Después de comer, no sabíamos muy bien qué hacer, así que nos quedamos bajo la sombra de un árbol cerca del río Saona y nos comimos las golosinas mientras contábamos divertidas historias. Estaba siendo una tarde tranquila.

Al final, decidimos seguir dando una vuelta por la ciudad y, unos minutos más tarde, decidimos que era una buena idea ir a buscar un helado para refrescarnos. Cruzamos un puente y encontramos una cafetería pequeña cerca del río.

Estaba hasta arriba de gente y luego entendí por qué la cafetería era tan popular. Había pequeños aspersores de agua que bañaban a la gente cada cinco minutos. Era tan refrescante, que teníamos la sensación de estar en el paraíso. Pedí un helado de una bola para ahorrar algo de dinero, pero el cono era enorme. Tuve que comerme una buena parte del cono antes de llegar al helado que, cómo no, era de limón.

El sol empezaba a ponerse tras la colina, en la que está la basílica. Seguimos nuestro camino y encontré un árbol en el que había escrito «Sunday Funday». Hasta hoy, era bastante escéptica con respecto a los domingos en Francia porque creía que eran un día inútil, ya que todo estaba cerrado. Pero, con amigas de verdad, el día puede ser realmente divertido.

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