Agosto 2015

Agosto 2015.

Estoy en plena época de exámenes... Como la mayoría de jóvenes de Bélgica. ¡Me está yendo bastante bien! Tan solo faltan dos más y mi trabajo al fin habrá dado sus frutos. Sin embargo, pese a tener pocos exámenes y que no me estoy jugando el año, tengo un estrés y una excitación constante. Y sí, el día 12 de septiembre me voy a Roma.

En mayo me enteré de que me tocó ir de Erasmus a la ciudad eterna. Me voy cinco meses y por muy emocionada que esté, no paro de pensar que cinco meses es mucho tiempo y que estaría sola, al menos al principio.

Los exámenes fueron bien, salvo en neerlandés, como siempre.

Era el gran día, me levanto temprano y mi vuelo sale a las 9 de la mañana. Estoy estresadísima.

Hay gente a la que le hacen un gran comité de despedida en el aeropuerto, en mi caso tan solo estaban mis padres, me vino mucho mejor. Mi mejor amiga se iba el mismo día que yo de Erasmus a Manchester, mi hermano tenía que trabajar y mi novio se había ido 6 días antes para dorarse la píldora en Portugal.

Estoy ya cerca de las puertas de la terminal y llega el momento de decir adiós. Es un momento duro, pero estoy demasiado emocionada como para llorar. Al final cogí mi mochila y cruzo las puertas con una sonrisa. Ahora estoy completamente sola, ¡ya no estarían mis padres para ayudarme con mis problemas!

Ya son las 9:00, hora de embarcar. Me subo en el avión que me llevará a la ciudad en la que viviré los próximos 5 meses.

Son dos horas y media de vuelo. Ya eran las doce cuando llegué a la terminal de Roma.

Lo primero que tenía que hacer era buscar los autobuses lanzadera (bus shuttle), unos pequeños autobuses muy prácticos que van desde el aeropuerto de Fiumiciano al centro de Roma, a la vía crescenzio 2 para ser más exactos, y todo por unos 6 euros si reservas el trayecto, 8 euros si escoges asiento (yo cogí esta opción). Decido ir a la estación de trenes para preguntar en alguna taquilla a dónde tenía que ir.

Ya había venido a Roma en vacaciones para familiarizarme un poco con mi futura ciudad y ya sabía cómo eran los autobuses. Por desgracia, la primera vez que vine cogí el tren Léonard Express que te deja en Roma en media hora, es práctico pero también es más caro.

En una de las taquillas veo una bonita foto del autobús lanzadera, así que le pregunto a la señora, que no era nada simpática ni tampoco paciente, dónde podía coger ese autobús, y me dice que podía esperar junto a la gente que había justo a mi lado y me pide 15 euros. Me chocó un poco, no era la primera vez que cogía ese autobús y me había costado 8 euros. Pero bueno, entre tanto estrés, le doy los 15 euros y me voy a esperar con el resto de la gente. Gran error. Mi primer consejo es que sigas siempre tu instinto.

Y efectivamente, al cabo de 5 minutos llega un hombre joven y nos dice que le sigamos. Le intento seguir a duras penas con mi equipaje de 53 kilos. Al final llegamos al vehículo que nos llevaría a Roma, una furgoneta pequeña que no se parecía en nada a lo que yo quería. Esa fue la primera vez que me estafaron en Roma, esa mujer de la taquilla se ha salido con la suya.

Al final, nos metemos todos en esa furgoneta y vamos dirección a Roma.

Durante el viaje, creía de verdad que ese era mi fin, me había llegado la hora. Los italianos conducen como locos. Estereotipo 1: los italianos son unos locos al volante: confirmado. Pese a eso, llegamos todos sanos y salvos a Termini. Osea que además de haberme cobrado 15 euros y haber hecho que me monte en esa furgoneta, esa mujer había conseguido dejarme bien lejos de mi destino.

La última opción era coger el metro. En Roma hay dos metros. Consigo llegar a la estación pero a duras penas, cargando aún con mis 53 kilos de equipaje, pero antes de poder subirme al metro tenía que comprar el ticket. El problema ahora era que las máquinas para comprar los billetes en el metro solo aceptaban billetes de 10 euros si querías comprar 6 tickets, era imposible pagar con 10 euros si solo querías uno. Así que me toca ir a cambiar a un estanco para comprar uno solo. Por fin pude comprar mi ticket, encontré la línea de metro que quería y me subo al metro. Hasta ahí todo bien, llego por fin a la parada y me bajo de ese metro que estaba hasta los topes de gente para ir en dirección al b&b que reservé antes de venir.

Después de 30 minutos andando bajo el sol abrasador, por fin llego a la dirección que buscaba, el 120 de la vía crescenzio, sí, la misma calle en la que me tendría que haber dejado mi carísimo autobus. La propietaria estaba esperándome así que al fin pude dejar las maletas y relajarme un poco.

Pero tampoco podía relajarme demasiado, ya que tenía 5 días para encontrar alojamiento. En Roma el alojamiento es muy caro, sobre todo en el barrio que está mi universidad, Prati, el barrio del Vaticano. Conseguí quedar con alguien y la habitación estaba en un apartamento situado en la esquina de la calle en la que estaba yo. Así que decido ir a verla en seguida. Así de primeras la chica que vivía allí fue muy agradable, era también Erasmus. Cuando creo haber tenido suerte, me desilusiono de golpe. La habitación estaba en el sótano y tenía mucha humedad, y como soy asmática no podía quedarme en esa habitación si quería seguir viviendo. Le doy las gracias a esa chica tan encantadora y le propongo quedar un día para conocernos y le acepta de buena gana. Es la primera persona que conozco en esta ciudad desconocida para mí.

Ya que no podía quedarme en esa habitación, ahora me toca que seguir buscando otra cosa, y era más difícil de lo que parecía. Pero antes de nada, tengo que hacer una cosa: ir a contratar un número de móvil italiano. Segundo consejo: ese mismo día, conseguid un número de teléfono italiano, eso os facilitará la búsqueda.

Dan comienzo dos semanas de dudas, estrés, buscar y quedar. Todos los días la misma rutina, me levanto y desayuno y después bajo a comprar el periódico "porta-portese", que era donde habían anuncios de alojamientos. También busco por Internet, miro en los anuncios de Facebook, etc. Y todo para no conseguir nada al final. Tercer consejo: si vais a Roma, buscad alojamiento a partir del día que sabéis que vais a llegar. ¡Si podéis mejor id un fin de semana a Roma, para poder verla! El problema que tiene Roma es que es prácticamente imposible encontrar en septiembre una habitación que esté bien por un precio aceptable, pero no se os ocurra coger una habitación sin haberla visto primero. Por eso no pude reservar una antes, porque no habría podido ir a verla. Pero bueno, lo hecho, hecho está.

Pero quitando ese pequeño detalle, el comienzo de mi aventura en Roma está siendo genial. He conocido a una holandesa, Fere, y a una francesa, Joanna. Fere acabó siendo la persona con la que tenía más confianza en ese viaje.

No pierdo la esperanza y continuo buscando, que el tiempo pasa muy rápido. La propietaria del b&b me hace una oferta que no puedo rechazar, me propuso quedarme cinco dias más por un precio ridículo. Acepto presa del pánico. ¿Qué pasaría si no encontraba nada en cinco días? Menos mal que no era una persona pesimista, así que me vengo arriba y me pongo al lío. Al final, una amiga de mi madre me saca del apuro y me dice que llame al consulado belga y que ellos pueden ayudarme. Así que les llamo y me ponen con una de sus empleadas. Le explico mi problema y me promete que me ayudaría, ella buscaría también por su cuenta. Esta vez ya calmada, me pongo a seguir buscando invirtiendo más tiempo en la búsqueda.

Tan solo me quedaban dos días más en el b&b y sigo sin saber nada de la mujer del consulado. Ya empezaba a estresarme así que decido enviarle un mensaje.

Finalmente, la mujer me responde y me pregunta si estaría interesada en vivir con una familia italiana, y que a cambio, tenía que cuidar un poco de sus dos hijas. Hacer el papel de hermana mayor. Acepto sin pensármelo. Y es que además, la casa de la familia está a dos pasos de mi universidad y de la casa donde estaba Fere, mi amiga holandesa. Quedo con la familia para conocernos, y fueron muy amables que me por fin me siento segura de nuevo, en familia. Por fin tengo habitación.

Me mudo al día siguiente, por fin podía estar tranquila. Al fin puedo disfrutar de mi Erasmus.

Agosto 2015

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