Vuelta a casa
De camino al aeropuerto
Al día siguiente, quería levantarme un poco más temprano para ir al aeropuerto. "Más temprano" acabó siendo las 9 a. m. —todos los días esperaba a que mis compañeros se marchasen a trabajar porque me di cuenta de que prefiero vivir sola. Así que me levanté, me arreglé y metí mis cosas en la pequeña maleta de equipaje de mano. Aunque no había comprado mucho, me costó bastante más cerrar la maleta que antes de venir. Pero la pude cerrar y pensé que no la pesarían ni me pondrían ningún problema en el aeropuerto.
Al terminar, recogí la habitación un poco y salí de casa. Odio ir por la ciudad con equipaje, pero de camino a la estación paré en un Tesco y me compré algo para desayunar —me moría de hambre. Luego cogí un tren hasta London Bridge e intenté averiguar cómo podía llegar al aeropuerto lo más rápido posible. No es que fuera complicado, pero el metro estaba a rebosar a esa hora del día y tenía que esperar a que pasase el tren correcto —no todos van al aeropuerto.
Por fin pasó el metro que tenía que coger e incluso encontré asiento. Me alegré mucho porque estaba agotada tras el viaje y el trayecto al aeropuerto era de casi casi 40 minutos. Así que me senté y vi las últimas imágenes de Londres pasar por la ventana. No me podía concentrar leyendo porque me duele la cabeza cuando intento leer en vehículos en movimiento como autobuses, coches, trenes o metros. Por lo que seguí mirando por la ventana y pensé en los meses que me quedaban en Francia.
Problemas de equipaje y retrasos
Llegué al aeropuerto demasiado pronto —típico de los alemanes. Pero cuando estaba en la tercera planta, me di cuenta de que se me había olvidado devolver mi Oyster Card, así que tuve que volver a la primera planta, donde estaba la oficina de información. Fue toda una odisea con tanto equipaje y tuve que pasar media hora esperando porque había mucha gente preguntando tonterías. Pero al fin me devolvieron la fianza y pude volver a la sección de salidas del aeropuerto.
Piqué algo en la cafetería del aeropuerto antes de buscar algún sitio donde pudiese cambiar libras. Como de costumbre, no me devolvieron todo el dinero, pero al menos una parte sí. Después de eso, decidí pasar por el control de seguridad, porque en el aeropuerto no había nada interesante además de la cafetería en la que ya había estado.
Con equipaje de mano es un engorro pasar por el control de seguridad —tienes que abrir la maleta, sacar los líquidos (en una bolsa hermética, como no), los aparatos electrónicos, quitarte la mitad de la ropa, etc. y todo eso en menos de 30 segundos porque hay más gente detrás de ti esperando con cara de pocos amigos. Por suerte, parece que no les importó (o decidieron ignorar) que mi maleta pesara demasiado para llevarla como equipaje de mano, así que pude pasar sin problemas.
Tras guardarlo todo de nuevo (y acabarme de vestir otra vez), tuve que esperar unas dos horas. Ni siquiera sabía cuál era mi puerta de embarque, así que paseé por el aeropuerto y eché un vistazo a las tiendas; no compré nada porque ya me había gastado bastante en mi viaje a Londres. Cuando todavía me quedaba más de una hora, decidí ir a comer algo —tardaría bastante en llegar a la residencia y no me quería morir de hambre. Así que fui a uno de los restaurantes del aeropuerto y me pedí una ensalada —no me encontraba muy bien, así que preferí comer algo ligero. Me costó un ojo de la cara, pero al menos el servicio fue rápido y amable.
Cuando terminé de comer y pagué la cuenta, seguí esperando. Por desgracia, me retrasaron el vuelo; me arrepentí mucho de haber llegado con tanto tiempo. Me aburría un montón esperando, hasta el libro que estaba leyendo me parecía aburrido. Así que me compré algo para beber en el vuelo y una revista para que el tiempo pasara más rápido. Por fin comenzaron a embarcar y nos dirigimos a París. El retraso en el vuelo me fastidió los planes de coger un tren especial de vuelta a Amiens, pero como no podía hacer nada, me senté a disfrutar de la sensación de sobrevolar las nubes; ya me preocuparía por eso luego.
París - Amiens: no tan fácil como parece
Una hora después, bajé del avión y me apresuré para llegar a la estación de tren del aeropuerto a tiempo —pasaba un tren de alta velocidad en 20 minutos y quería coger ese. Todavía me daba tiempo a llegar cuando estaba en la cola para comprar el billete, pero cuando por fin me tocó a mí, vi que los billetes estaban agotados y que solo quedaban de primera clase. No quería gastarme tanto dinero, así que compré un billete de metro para llegar a la Gare du Nord y coger un tren regional desde allí.
En la estación me tuve que esperar 50 minutos más a que llegara el tren, pero por fin había llegado a la última parte de mi trayecto de vuelta a casa. Bueno, me quedaba también el viaje en autobús hasta la residencia, pero después de tantos meses en Francia ya estaba acostumbrada. Pensé en escribirle a mi novio y preguntarle si quería quedar para tomar algo en el centro cuando llegase, pero estaba tan cansada que lo único que me apetecía era comprarme algo del McDonald's y meterme en la cama.
Así que eso hice, y me alegré mucho de estar de vuelta. Hacer turismo está muy bien y es súper interesante, además me encanta descubrir otras ciudades. Pero también es agotador, así que me alegré de tener unos días de descanso antes de mi último examen de la universidad.
Galería de fotos
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- English: Coming Home Again
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