Mi estancia en Lisboa y sus alrededores, por Yassine

Cuando llegó mi amigo Davud, me di cuenta de que necesitaba unas vacaciones. Oporto es una ciudad preciosa, pero después de tanto tiempo allí, sentía la necesidad de moverme, de visitar lugares nuevos. Por ello, sin dudarlo le propuse visitar la capital de Portugal. Le entusiasmaba esta idea y aceptó inmediatamente. A partir de ese momento, solo quedaba comprar los billetes de tren y emprender nuestro viaje hacia Lisboa.

Llegamos relativamente tarde (unas tres horas de tren) y no habíamos reservado ningún hotel. Fuimos inmediatamente al primero que nos recomendaba Booking, nuestro medio para encontrar alojamientos baratos. Era un hotelucho en el centro de la ciudad, donde nos dieron una habitación doble, sin ventana. Pensamos que una noche allí no nos mataría (y, además, yo ya había vivido cosas peores en India y en Túnez... ).

Dejamos las maletas allí y decidimos ir a comer algo, ¡nos rugían las tripas! Estábamos en pleno barrio indio, bangladesí y nepalí. Esta zona es simplemente increíble, tenía la impresión de haberme teletransportado a las calles de Bombay, en India.

La elección del restaurante fue tan difícil que caminamos durante 30 minutos hasta decidirnos. Finalmente nos decantamos por un plato de comida india que se parecía a este:

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Es cierto que no estoy hablando aquí de la comida portuguesa, ¡pero creo que es más importante fomentar esta mezcla de culturas en una misma ciudad! ¡Esto es lo que enriqueció verdaderamente nuestro viaje!

Al día siguiente, fuimos en busca de un albergue y encontramos el Shiado Hostel (recomendado en varias ocasiones en la guía del mochilero). Está en pleno centro de la ciudad. Tras esto, paseamos por las calles de la capital.

Este soy yo en la Praça do Comércio. La estatua que está en el centro representa al rey José I de Portugal y se inauguró en 1775.

Vista panorámica desde un restaurante muy elegante.

Por la tarde, cuando volvimos al albergue, conocimos a nuestra compañera de habitación, una mujer mayor y viuda que se hacía llamar Kiama. Es un nombre que ella se inventó y que proviene de diferentes lenguas. Significa "yo soy amor". Su deseo era que, cuando alguien la llamara, sintiera el amor acercarse. El amor es el centro de su filosofía de vida, es su divinidad. Nos explicó que es la única verdad. Kiama es una persona admirable, que siempre está sonriendo y que sigue viajando (sola), a pesar de sus límites.

Al día siguiente hacía mucho calor. Decidimos coger el tren en dirección a la famosa playa de Cascais.

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Esta playa acoge un montón de surferos locos por las emociones fuertes y por las grandes olas. Pasamos todo el día al sol y nos vino muy bien.

Antes de volver a Oporto, me di cuenta de que era absolutamente necesario visitar Sintra, una ciudad cercana a Lisboa. Fuimos con Madia, una marroquí originaria de Casablanca. Lo primero era llegar hasta el Castelo dos Mouros, que está en lo alto de una colina. Era una increíble subida que duraba 40 minutos, Madia no podía más.

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El fabuloso Castelo dos Mouros.

¡Una subida que vale la pena!

Después del Castelo dos Mouros, fuimos a ver el Palacio Nacional da Pena. Fernando de Sajonia-Coburgo-Gotha encargó su construcción, que tuvo lugar en el siglo XIX. Me recordó a un palacio de los de Las mil y una noches.

¡Un grandioso palacio que merece una visita!

El último día en Lisboa decidimos reencontrarnos con Kiama. Quería hacerme una foto con ella para guardar un recuerdo de nuestra amistad, pero ella no quiso. Me explicó que sería injusto para ella, ya que no podría ver esa imagen. Lleno de entusiasmo, decidí no insistir más.

Davud y yo disfrutamos de nuestros últimos momentos en esta ciudad yéndonos de picnic a un fantástico parque.

Últimas vistas de Lisboa.

En conclusión, Lisboa es una magnífica ciudad multicultural. Sus playas son maravillosas y en Sintra pueden visitarse monumentos mágicos.

¡Un destino que, sin duda, recomiendo a todo el mundo!