Visitamos Linz
Hoy vengo a hablaros de la ciudad de Linz. Es la tercera ciudad más grande de Austria, aunque realmente ciudades como Salzburgo parecen que la triplican en tamaño, por lo menos el centro histórico. Nosotros estuvimos unas horas en Linz porque quedaba a medio camino de nuestro destino final: Hallstatt. Decidimos parar aquí para que el viaje se hiciese más ameno y la verdad, fue todo un acierto.
Generalmente me gusta informarme sobre las ciudades que visito, la mayoría de las veces antes de ir. Un dato que puede sorprender es que Hitler no nació en Alemania, sino que es originario de una pequeña aldea llamada Braunau am Inn, muy cerca de Linz.
En la vida hay grandes contradicciones y la historia de Hitler con esta ciudad puede que sea una de ellas. Sociópata, criminal y dictador, Hitler siempre le tuvo cariño a Linz, donde pasó su infancia y parte de su adolescencia. Cuando llegó al poder, quiso llevar a cabo un proyecto para convertir esta pequeña ciudad en el centro cultural del Tercer Reich. No pudo cumplir al 100% su plan, pero es cierto que gran parte del desarrollo de Linz se debe a su inversión.
En el centro histórico, lo mejor es la Hauptplatz, la plaza principal y sus calles afluentes. Todos estos edificios tienen diferentes colores y todos con poca saturación, tirando a colores pasteles, lo que da sensación de armonía. La mayoría de estas construcciones tienen la misma altura y una arquitectura similar. Además, también se encuentra la antigua catedral y justo en el centro está la Columna de la Santa Trinidad, que alrededor de ella circula el tranvía, los peatones y los ciclistas. Es una plaza con mucha vida, dinámica, donde hay un movimiento continuo de turistas y locales. Además, está llena de heladerías y tiene una buena oferta de restaurantes. La hora a la que visitamos esta plaza para mí era la mejor. Había esa luz típica de verano de las siete de la tarde. A esa hora todo parece más bonito. Los colores son más cálidos, hace menos calor, la luz es preciosa. Desde esta plaza, podéis coger transporte para ir a Pöstlingberg, desde donde podréis tener una vista a toda la ciudad de Linz.
Nosotras comimos en un restaurante que se llamaba “Il Gusto”. Era un restaurante italiano que no estaba justo en la plaza principal, pero en una de las callecitas que llevan hacia ella. Normalmente los que están en la Hauptplatz son más caros que los que están en las calles circundantes. Comimos estupendamente. Pedimos pizzas, espaguetis a la carbonara y también una ensalada. De postre, panna cotta y tiramisú. El ambiente era tranquilo y la decoración bastante acertada. La única pega es que el servicio fue un poco lento y nos cobraron 2’50€ por una botella de agua. Ojito.
Cerca de la Hauptplatz, se encuentra el río Danubio. Cuando viajas por Europa te das cuenta de lo largo y grande que es este río, pues nosotros parece que vayamos adonde vayamos, el Danubio siempre está ahí, nunca lo perdemos de vista. Un paseo por los diferentes puentes y por la orilla del río vale la pena, sobre todo cuando anochece.
Además de la vieja catedral, que me recuerda bastante a muchos edificios de Bratislava, a cinco calles de allí se encuentra la Nueva Catedral, “Mariendom”, muy grande y bonita, de estilo gótico. También rodeada de restaurantes con buenas vistas.
En cuanto al aparcamiento, nosotros cuando fuimos era viernes así que conseguimos aparcar gratis en pleno centro porque era más tarde de las 18:00. Si vais en fin de semana, aparcar no tiene ningún tipo de coste durante las 24 horas.
Cuando buscamos alojamiento en Linz, todo nos pareció carísimo y además, solo íbamos a alojarnos una noche, así que decidimos alejarnos de Linz y dormir en un pueblo que se llamaba Türkstetten. Estaba a 25 kilómetros de Linz así que como teníamos coche, no nos importaba. Pagamos solamente 12€ en el alojamiento, que era un AirBnb. Las camas eran comodísimas, las habitaciones y el baño eran muy espaciosos y la cocina muy cómoda. Por la mañana nos levantamos y desayunamos tortitas. Nos sorprendimos con las vistas que teníamos desde la habitación, pues a lo lejos se veía una iglesia, presidiendo el pequeño pueblo que estaba entre montañas. A nuestro alrededor, había típicas casas austríacas y lo demás, naturaleza. Por si esto fuera poco, el anfitrión que nos atendió era majísimo. Nos recibió a las once de la noche sin rechistar y fue muy amable con nosotros. La única condición que nos puso es que nos quitásemos los zapatos justo en la entrada y nos ofreció zapatillas de andar por casa. Muy simpático. Este alojamiento no nos pudo salir mejor en relación calidad-precio.
En conclusión, como sucede con muchas otras ciudades austríacas, más allá de Viena, Linz sorprende para bien, sobre todo cuando vas sin expectativas. De esos lugares a los que nunca te plantearías ir, pero tras haber estado allí, tienes ganas de volver. Y hasta aquí el post de hoy. Gracias por leerme y nos vemos pronto, con más contenido sobre Austria.
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Comentarios (2 comentarios)
José Ramón Iraola hace 5 años
Hace tiempo leí un libro titulado "El tatuaje de Linz" del escritor norteamericano Nicholas Guild. Trataba de la caza de un antiguo nazi que estaba al mando del campo de concentración de Linz.
Claudia Costas hace 5 años
Tomo nota ;)