Descubriendo Letonia: Sigulda (4/4)

Publicado por flag-es * A — hace 7 años

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Después de finalizar nuestra visita por Riga y antes de empezar nuestra ruta por el último de los tres Países Bálticos, de camino a Tallinn hicimos algunas paradas en zonas naturales de Letonia. De los tres países, Letonia es el que mayores áreas de vegetación, lagos y ríos presenta, y no podíamos irnos de allí sin conocer algunos de los puntos verdes más reconocidos y con más historias de todo el país.

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He querido hablar de todos los lugares que visité en Sigulda en una misma entrada porque todas fueron visitas expréss de una o dos horas como mucho, así que no hay demasiado que contar sobre ellas. Salimos de viaje a las nueve menos cuarto de la mañana, y estuvimos recorriendo las distintas zonas naturales hasta aproximadamente las dos de la tarde, así que dividid el poco tiempo que tuvimos entre los tres lugares para daros cuenta de que realmente fueron paradas de "paramos el bus, tenemos una hora para hacer el recorrido, volvemos al bus" una y otra vez.

Sigulda, la localidad a la que fuimos, es conocida en los Países Bálticos como "La Suiza letona". Y es que las enormes áreas de bosque verde no dejan indiferente a nadie. y con razón, la verdad. Está situada en la rivera del río Gauja. Esta zona está rodeada por el Parque Nacional de Gauja, el más grande de toda Letonia. Allí se pueden realizar numerosas rutas de senderismo de las que te aconsejan en las oficinas de turismo de Riga en caso de que lo necesites. Los letones están muy orgullosos de tener en su país un lugar como este, en el que durante los meses fríos puedes practicar deportes de nieve y durante los meses de verano puedes hacer hasta deportes extremos como puenting.

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Parada uno: Sigulda.

El primer lugar que visitamos esa mañana fue el centro Sigulda. Se encuentra a unos 50 o 60 kilómetros de Riga, así que siempre podéis hacer una pequeña visita, de nuevo si vais con tiempo suficiente. Es posible llegar en autobús desde Riga, en una especie de autocar que cuesta alrededor de tres euros, aunque yo fui en el autocar del tour, ya que esta era una excursión que sí venía incluida en el viaje.

Sigulda es famosa sobre todo por sus castillos, que te transportan enteramente al medievo. En el centro pudimos ver rápidamente las ruinas del Castillo de Sigulda, que fue destruido y reconstruido en más de una ocasión hasta transformarse en un convento. Así, actualmente y tras las últimas reconstrucciones se puede subir a las torres del castillo, que tenían su acceso prohibido hasta ahora. En las ruinas de este castillo, además, se celebran algunos eventos musicales y teatrales, como un Festival de Jazz, un Festival de Blues y el Día del Teatro. Entonces se construye un escenario y se llevan a cabo los diferentes espectáculos.

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A su lado se encuentra el llamado Castillo Nuevo, que fue construido en el siglo XIX y que actualmente tiene la función de Ayuntamiento de la ciudad de Sigulda, aunque a lo largo del tiempo, como la mayoría de edificios históricos, ha sido utilizado con diferentes funciones. Fue un centro hospitalario de recuperación de heridos de guerra y el cuartel general de la armada alemana durante la II Guerra Mundial.

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Como podéis ver en las fotos, por desgracia ese día llovía, llovía muchísimo. No suelo ser de quejarme por lluvias, y menos después de haber pasado cinco meses en Dinamarca, donde llueve día sí y día también, pero la verdad es que ver zonas naturales cuando todo está encharcado y embarrado y las gotas de lluvía se te incrustan en las gafas, no es demasiado cómodo. Además, a pesar de que nos comentaban que por allí hay muchísimos animales, fue imposible ver a ninguno.

Parada dos: Castillo de Turaida y alrededores.

Subimos de nuevo al autocar, pero esta vez para unos escasos cinco minutos en carretera antes de volver a bajar a la siguiente parada. Esa parada fue el Castillo de Turaida, a escasos 4 kilómetros de la ciudad, dentro de la reserva natural. Como casi todo en los Países Bálticos y en concreto este caso en Letonia, este nombre también tiene su porqué. Y es que "Turaida" en letón antiguo significa "Jardín de Dios".

Por el sendero de camino al castillo, hay algunos puntos que también merece la pena ver. Y como esta fue la parada más importante y más larga que hicimos, tuvimos bastante tiempo para ver todo detenidamente y además escuchar alguna que otra historia sobre lo que íbamos visitando. Entre todos estos puntos, pudimos ver numerosas esculturas preciosas que había a lo largo del camino.

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Pasamos por la pequeña Iglesia luterana de madera, llamada Iglesia de Vidzeme, de color rojizo por fuera y totalmente blanca por dentro. Esta iglesia tan austera en su interior es la iglesia de madera más antigua de todo Letonia, y fue construida a mediados del siglo dieciocho.

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(Fotografía sacada de Tripadvisor, ya que en el momento en el que pasamos por allí llovía tantísimo que me fue imposible sacar la cámara para hacer una foto)

Nuestra siguiente parada del sendero fue la famosa tumba de la rosa de Turaida. Aquí nos contaron la que fue la primera leyenda del día. Resulta que la rosa de Turaida era una chica que fue criada en el castillo durante toda su infancia y adolescencia después de que la encontrasen tras una guerra. Decían que era una chica guapísima, tan guapa que todos los hombres del castillo eran sus pretendientes. Pero resulta que ella se enamoró del jardinero del castillo, Victor. Ambos se citaban en secreto cada día en una cueva cercana, la cueva de Gutmanis, pero un día, un soldado del castillo descubrió sus encuentros. Entonces decidió citar a la chica como si fuese el jardinero Victor, y ella acudió al encuentro sin saber que había sido engañada. Para que no abusara de ella, la chica le dijo que llevaba un pañuelo mágico, y que si le clavaba la espada no le pasaría nada. Así, él creyó lo que decía y le clavó su espada, matándola en el acto. Se dice que desde entonces alguien ha estado dejando flores en la tumba cada poco tiempo, y cuentan que es el espíritu de Victor, que vuelve a la tumba a recordar a su amada.

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La parada final de esta ruta es, como no, fue el Castillo de Turaida, uno de los puntos turísticos de la zona más conocidos. El castillo se puede vistar por dentro, así que si os recorréis todas las salas que hay no solo podréis conocer un poco mejor la historia del castillo, sino que veréis algunas mazmorras, armaduras, utensilios...

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Y además podéis subir a la torre, que tiene menos de doscientos escalones (aunque es un poco incómodo cuando estás subiendo y te cruzas a alguien que baja, porque las escaleras son bastante estrechas) y desde arriba hay unas vistas espectaculares del resto del castillo y sus alrededores. Además, entre la lluvia y la niebla las fotos parecían completamente sacadas de cuento. Nos comentaron que la torre la utilizaban para resguardarse cuando atacaban el castillo, por lo que tiene una capacidad enorme.

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Parada tres: Cueva de Gutmanis.

La Cueva de Gutmanis fue nuestra última parada en Letonia antes de comer y partir hacia Tallinn. Es uno de los lugares más visitados y con más historias de todo el país, ya que es la cueva más profunda de entre todas las cuevas de los Países Bálticos. En ella nace el Río Gauja, que da nombre al Parque Nacional de Gauja del que hablaba antes.

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Esta es la cueva de la famosa y trágica historia de amor entre Rosa y Victor, el jardinero del castillo en el que ella había sido criada. Se dice que gracias a esta historia en la que los protagonistas se reunían aquí y donde además murió la chica, la cueva de Gutmanis es el punto turístico más antiguo de toda Letonia. El interior de la cueva está llena de inscripciones de hace más de quinientos años, aunque cada vez quedan más tapadas por los nuevos mensajes que llegan cada año.

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Además, dentro de la cueva hay una pequeña cascada que llega al río. De ella comentan que emana agua tan pura que rejuvenece a quienes la toman o a quienes se bañan en ella. Numerosos visitantes llegan cada año a la cueva para beber de este agua o simplemente mojarse la cara. Yo nunca sabré si esto es real o no, porque con la cara de niña de diez años que tengo, como para probarlo...

A nuestra vuelta de las cuevas, justo antes de subir al autobús, una señora nos ofreció dulces típicos de la zona y nos encontramos a una familia de patos en su salsa comiendo y corriendo sin parar. Fueron los únicos animales que vimos junto a algunos renacuajos, pero aun así esta fue otra buena forma de apreciar lo bonito que es estar entre naturaleza y disfrutar de nuestros últimos momentos entre bosques y la parte letona más verde.

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