Las Médulas, las minas de oro más famosas de la Península (2/4)
Un caso especial de minería aurífera en Hispania: Las Médulas
La UNESCO incluyó Las Médulas en la Lista del Patrimonio de la Humanidad en Nápoles, en diciembre del año 1997, debido a diversos criterios: ser una obra destacada de la creatividad humana, debido al uso de la fuerza hidráulica; constituir un testimonio de la creación de un Paisaje Cultural, fruto de la intervención humana; ser una evidencia única de un tipo de trabajo y de una explotación tecnológica de la naturaleza llevada a cabo por una civilización extinguida; y suponer una unión entre Arqueología y Paisaje, que testimonia su importancia para la economía del Imperio Romano de los siglos I y II d.C.
Uno de los pasajes de Las Médulas (Fuente)
Esta decisión, junto con la pretendida conformación del parque Arqueológico de Las Médulas, se originó cuando la Consejería de Cultura y Turismo de la Junta de Castilla y León se puso en contacto en 1989 con el Instituto de Conservación y Restauración de Bienes Culturales (actual Instituto del Patrimonio Histórico Español) para construir el parque Arqueológico de Las Médulas dentro del Plan Nacional del Ministerio de Cultura: la visita se iniciaría en la mina e incluiría un completo programa sobre otros recursos que potenciaran la minería, asentamientos, actividades administrativas, etc.
Los asentamientos se instalaron en áreas sedimentarias y de vega, estando destinadas a la explotación agropecuaria, aunque también había establecimientos metalúrgicos para fabricar herramientas y otros a lo largo de los diversos canales para el abastecimiento de agua. Junto al Lago de Carucedo, en Las Pedreiras, se estableció una población romanizada, quizás destinada a la administración de la mina.
Esta ordenación del territorio y aprovechamiento de recursos se logra mediante una fuerte jerarquización y diversidad social: en El Castrelín de San Juan de Paluezas hubo un asentamiento castreño entre los siglos III y I a.C., hasta la llegada romana; también en el Castro de Borrenes, donde se documenta una muralla, hubo contacto entre las comunidades indígenas y Roma.
Además de Las Médulas, existen otras minas de oro en el noroeste peninsular, como Las Miédolas de Las Omañas o la Valduerna, en León; el Caurel o As Borreas de Caldesiños, en Galicia; o Valongo, en Portugal.
En todas estas minas la explotación del territorio y la transición del mundo prerromano al romano es similar, aunque hay variaciones, según el sustrato indígena o la geología del yacimiento, por ejemplo.
Volviendo a Las Médulas, estas no fueron explotadas después de la ocupación romana (al menos a gran escala) y fueron tan importantes como otras minas auríferas de la Antigüedad, como las minas onubenses de Riotinto o las asturianas en la Sierra de Begega, entre los ríos Narcea y Pigüeña.
El poblamiento romano de Las Médulas
La zona minera de Las Médulas, en El Bierzo, necesitaba una reestructuración y planificación del espacio para lograr una intensificación de la explotación de otros recursos además de los mineros: recursos agropecuarios y otros recursos minerales.
Durante la primera mitad del siglo I d.C. el espacio entre los ríos Sil y Cabrera sufrió grandes cambios en la estructura del poblamiento y en las nuevas formas de explotación. Se dio un gran desarrollo en la explotación de oro a lo largo de los siglos I y II d.C. y también se observa un incremento de núcleos de población diversos: se han hallado hasta cincuenta núcleos romanos, pero solo dos prerromanos, como la Corona del Cerco de Borrenes, asentamiento que nunca llegó a estar habitado. Algunos asentamientos romanos continuaron habitados incluso más tarde del siglo II o principios del siglo III, cuando ya se habían abandonado las labores mineras.
Estos asentamientos ligados a la actividad minera se hallaban en lugares diversos: en mesetas, laderas, cimas, etc., emplazados en zonas de fácil y difícil acceso; variando también su orientación y visibilidad del territorio controlado. La diversidad de los asentamientos se debe a que cada uno atendía a distintos intereses económicos y sociales, aunque todos eran rurales y desarrollaban actividades agropecuarias y labores relacionadas con la explotación de oro. En el caso de los Chaos de Mourán, este poblamiento albergaba a los trabajadores de la mina; mientras que otros, como Las Portelas (Voces) y el Castro de la Peña de Saceda, estaban vinculados con el mantenimiento y la construcción de canales.
También se distinguían dos tipos de asentamientos: unos pequeños en tierras de cultivo, como el actual pueblo de Borrenes; y otros más grandes, identificados como aldeas, como el Outeiro.
Se ha realizado un estudio para estimar los habitantes de la zona de Las Médulas y parece que en su momento de mayor actividad, hacia el siglo II d.C., llegaron a habitar esta zona entre 1.700 y 4.800 personas. Estos trabajadores no solo debían cubrir sus necesidades domésticas, sino que también debían cubrir las imposiciones de Roma, pagando un tributo y entregando buena parte de las explotaciones.
Destaca especialmente el asentamiento romano de Orellán, donde se han hallado diversos objetos y se ha registrado la arquitectura de los poblados. Ocupado entre los siglos I y II d.C., en él se aprecia el paso de castro prerromano a estructuras romanas. Se trata de un poblado especializado, dedicado a la producción metalúrgica, dando lugar a los útiles y herramientas destinadas a la explotación minera, la construcción de canales, el trabajo agrícola y la construcción de edificios. La ubicación del asentamiento se eligió por su proximidad a una brecha ferruginosa cercana a un monte, levantándose el asentamiento sobre la cima, donde se han hallado restos de hornos. Se observan formas de poblamiento propias de los castros prerromanos, que pronto acogen un trazado ortogonal, propio del mundo romano. También se observa una progresiva sustitución de cerámica indígena por importaciones romanas. En Orellán destaca un gran almacén de grano, que evidencia que se ha abandonado la concepción prerromana de agruparse en familias o pequeños grupos, rompiendo con el modelo económico castreño, pues este almacén sería para abastecer a todo el poblado, pues contaría con hasta 70 kg de trigo, cebada, mijo y habas.
Por otro lado, cabe mencionar a la aristocracia que dominaría estos territorios, cuya presencia se atestigua mediante la documentación epigráfica y los registros arqueológicos de grandes "villae", como la villa de Soldán, la de Huerña y o la de Quintana del Marco; la domus de Las Pedreiras de Lago; el asentamiento de San Juan de Pazuelas; y el desarrollo de grandes núcleos urbanos, como Asturica Augusta o Berdigium Flauium. De este modo, se trataba de poblamientos muy jerarquizados, donde, o bien se paso de una estructura prerromana a formas de vida romana, o bien se crearon asentamientos nuevos romanos.
En cuanto a la producción de la zona minera de Las Médulas, se dio una especialización productiva y una integración en el dominio romano, observándose en los núcleos urbanos aristocráticos muchos materiales romanos. Se cultivaron nuevas tierras y también aparecieron nuevos cultivos: se pretendía producir un excedente que cubriera las exigencias tributarias de Roma y sustentar la posición dominante de la aristocracia; así surgieron los vínculos de poder.
Asimismo, con el fin de estudiar los recursos agropecuarios de Las Médulas, se han analizado fragmentos de madera, pólenes, semillas y restos de fauna, así como estudios del territorio y tipos de suelo y el clima que habría en el entorno, mediante análisis paleoambientales: las producciones agrícolas principales fueron cereales, destacando el trigo, la cebada, el centeno, la avena y el mijo; y las leguminosas, destacando las habas y guisantes; y en cuanto a la actividad ganadera y la presencia de animales domesticados, aparece principalmente ganado vacuno y ovicaprino, aunque también cerdo.
La administración de la zona minera de Las Médulas
En cuanto al propio trabajo en las minas, la historiografía retrataba que era una actividad realizada por esclavos, pero no fue así: Roma desarrolló formas de integración de las poblaciones sometidas, que no eran esclavos, sino campesinos dependientes de la tierra. Este sistema alteró la organización social de las poblaciones del noroeste peninsular, con la aparición de una aristocracia que controlaba a la población campesina.
Este sistema social buscaba obtener un tributo o “stipendium” para Roma, pues esta reconoce a las comunidades una relación de propiedad con su tierra (“ager stepindiarius”). No obstante, en la mayoría de los casos las minas eran “ager publicus”, propiedad del Estado.
Parece que el trabajo en las minas era realizado por “peregrini”, aunque existen teorías sobre el trabajo en las minas por parte de “mercenarii” (a estos se pagaría un sueldo, por lo que se hallarían muchas monedas en el registro arqueológico, lo cual no ocurre) y "porcoloni" o arrendatarios: aunque está atestiguado el arrendamiento de minas a “coloni” e incluso “societates”, esto no ocurrió en Las Médulas, pues el sistema hidráulico implicó la intervención del Estado, debido a la gran envergadura del proyecto, y, además, la producción de oro estaba vinculada al sistema monetario, controlado por el Estado. La explotación por parte de Roma de las comunidades campesinas recuerda la dureza del trabajo en las minas, las cuales recogen los autores antiguos, como Plinio:
“Estas minas (…) se agrietan de repente, y el desplazamiento de las tierras entierran a los trabajadores. Si bien puede parecer menos imprudente recoger perlas y corales en las profundidades del mar, ¡hemos sido capaces de hacer la tierra más mortal que el agua!” ("Historia Natural", Libro XXXIII, 70).
Las minas de oro del noroeste, bajo dominio del Estado romano (agri publici), contaban con un control administrativo por parte del ejército y las aristocracias locales, destacando especialmente el "procurator metallorum", responsable de la producción de las minas, así como un cuerpo de "praefecti", con funciones administrativas y militares. También había una "officina", donde había "tabularii" o encargados de archivos y documentos y también "beneficiarii". Parece que los soldados, además de mantener el orden, tendrían las funciones de trazar los canales, realizar la red viaria, etc.: serían los encargados de desarrollar la infraestructura minera. En cuanto a las aristocracias locales, su surgimiento se debió a redes de poder basadas en el clientelismo y su presencia se evidencia mediante la epigrafía, donde estas élites adoptaron fórmulas onomásticas y nombres romanos: así se observa el grado de romanización de estas aristocracias locales.
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