Lanzarote: mi primera visita a las islas (III)
Los Jameos del Agua
Esta era una de las visitas que más despertaban mi curiosidad, pues antes del viaje había podido buscar en internet información sobre los puntos que visitaríamos y las fotos que había encontrado eran muy llamativas. Sin embargo, al descender por la escalera situada prácticamente en la puerta de entrada, pude comprobar como no era tanto el impacto de una gran maravilla, como un pequeño rincón con mucho encanto. Todo está rodeado de vegetación y el espacio natural ha sido evidentemente modificado, o más bien, acondicionado artificialmente para su visita, lo cual es patente cuando te encuentras con un bar en el primer nivel antes de acceder al lago.
La primera de las cuatro visitas “cortas”, que iban a ocupar nuestra tercera jornada turística, se caracteriza por ser una cueva marcada por la presencia de un imponente lago natural de un azul intenso y claro. El agua es prácticamente transparente lo cual permite atisbar los famosos cangrejos ciegos, cuyo color blanco facilita su localización que podría verse dificultada por su pequeño tamaño.
Éstos son el símbolo de los Jameos y sin duda el mayor encanto de todo el conjunto, salvando la preciosa estampa natural que conforma este túnel volcánico, del cual es difícil creerse que ha sido formado por la erupción de un volcán pues desprende tanta belleza y riqueza natural que cuesta identificarlo con la destrucción y el fuego de la lava.
La cueva tiene dos orificios, uno de entrada y uno de salida que permiten recorrer por un estrecho pasillo de piedra una de las partes laterales del lago. Al salir puedes apreciar el espacio natural desde una perspectiva diferente aunque se ve peor porque la luz del día hace que desde el otro lado el agua parezca mucho más azul.
Es una visita muy breve, aunque antes de abandonar el complejo puedes darte un baño en una piscina artificial muy moderna cuyo agua tiene una pinta increíble, o visitar el centro en el que hay montada una exposición sobre la historia de los volcanes y el proceso de las erupciones, o incluso pasar un tiempo en la terraza elevada desde la que se puede disfrutar de la vegetación que rodea todo el lugar.
Esta es una de las visitas digamos no gratuitas de todo el recorrido turístico de Lanzarote, cuyo precio para adultos gira en torno a los 9 euros, aunque como ya comenté, existen bonos que engloban esta actividad también y que salen mucho mejor de precio.
El horario más común de visitas es de diez de la mañana a seis de la tarde, aunque existe la posibilidad (que nosotros no disfrutamos) de ir por la noche, ya que los sábados abren hasta las diez de la noche, habilitándose un recorrido nocturno cuyos juegos de luces y montaje tiene que ser bastante increíble. Y así como en la amplia mayoría de visitas cuentan con una pequeña tienda de regalos y una cafetería, aunque estas solo abren hasta las seis y media, con un horario muy europeo.
La cueva de los verdes
A tan sólo un kilómetro de los Jameos, en el municipio de Haría, se encuentra la Cueva de los Verdes, lo cual hace que sean dos visitas necesariamente unidas. Es recomendable ir pronto a ambas, pues si no se tiene suerte puede adelantarte un autobús turístico y se llena todo el espacio siendo bastante incómodo. Mientras que la anterior era una vista libre, estará constará de 45 minutos de visita guiada con un monitor que habla alternativamente en inglés y en español (incluso repite las bromas en los dos idiomas).
Nosotros tuvimos suerte, aunque al principio pensamos que no, pues llegamos cuando acababa de irse el grupo, por tanto teníamos que esperar quince minutos hasta que llegase el siguiente guía y la gente fuese acumulándose.
Lo que parecía un inconveniente, se convirtió en una ventaja porque a pesar de la espera, al ser los primeros nos situamos justo antes de la entrada a la cueva asique la gente fue colocándose detrás nuestra lo que nos convirtió en los primeros de la “fila”.
Esto fue una enorme ventaja puesto que cuando tienes que caminar un par de kilómetros acompañado por un gran grupo de gente se ralentiza todo mucho y, a pesar de la gran acústica que puede tener una cueva, ir a final siempre dificulta escuchar las explicaciones y datos relevantes.
En cuanto comienza la visita lo primero que se destaca es la enorme bajada, por unas empinadas escaleras, con apariencia poco segura, que hay que hacer teniendo cuidado de no darse con ninguno de los múltiples salientes rocosos que acechan durante toda la bajada. De hecho mi padre, que mide 1,80 cm se dio un buen golpe en la cabeza con uno de ellos por estar poco atento, asique es mejor ir con las manos por delante por si acaso.
Una vez se desciende, llegas hasta el nivel de la galería inferior, pues la cueva se articula en dos galerías superpuestas formadas por las diferentes velocidades de la lava, y por tanto, por el desigual tiempo de enfriamiento de ambas. Lo primero que llama la atención a espectacular iluminación que permite realizar la visita (ya que es una cueva y sino estaría todo a oscuras). Ésta se sitúa estratégicamente, de forma tenue y disimulada, iluminando solo ciertas zonas, lo que refuerza el misterio y la sensación de aventura.
Todo el túnel está formado por las dos galerías superpuestas, pero entre ambas hay conexiones verticales que hacen que la visita se convierta en ir descubriendo rincones ocultos poco a poco. Lo primero que te explican son los colores de la gruta, rojos por la oxidación del hierro, ocres por los reflejos de la luz, negros, algunos verdes, etcétera.
No sólo diversos colores, sino también diversas texturas se van descubriendo a lo largo del recorrido: zonas gruesas que son testimonio de la lava más veloz, bóvedas y paredes en las que se aprecia el goteo de la lava simultáneamente a su enfriamiento. Antes de pasar a la galería superior, cuya visita será más corta, se hace una breve parada en el auditorio. Sí, un auditorio en medio de una cueva volcánica. No parece tan raro si se tiene en cuenta las posibilidades acústicas y la reverberación del lugar, lo que hace de este sitio un entorno perfecto para realizar conciertos de música clásicaa los que puede asistir un público controlado aunque numeroso pues el lugar es bastante espacioso.
Antes de finalizar la visita, el guía descubre el “secreto de la cueva”, el cual nos hizo prometer a todos no desvelarlo para que los futuros visitantes se sorprendan como nosotros, asique guardaré el secreto aunque diré que tiene que ver con un acantilado dentro de la cueva, una piedra, y que mi padre y yo adivinamos dicho secreto antes de que el guía lo manifestase.
Es una visita un poco cansada porque se te cargan las piernas de estar tanto tiempo de pie y andar tan lento para que nadie se quede rezagado, y todo acaba con una deliciosa subida por una rampa, empinada, que hace que te des cuenta de cuanto te dolían las piernas y que no te habías dado cuenta. Al igual que la anterior, el precio por adulto son 9 euros, el horario es el mismo, y también entra dentro de los bonos de lugares de interés, la única diferencia es el tiempo que se tarda en hacer la visita, y que carece de tienda de suvenires o cafetería.
El Mirador del Río
También en Haría, aunque un poco más lejos que las anteriores, se encuentra el Mirador del Río, una construcción arquitectónica realizada por César Manrique, el artista asociado indiscutiblemente a la isla de Lanzarote (él acondicionó los Jameos para su visita, organizó y fundó el Jardín de Cactus y su casa es una de las atracciones que se pueden reconocer en el paraje de Lanzarote).
Este edificio situado en el cabo norte de la isla, se erige como un gran mole de piedra a modo de emplazamiento defensivo, salvo por la enorme ventana de cristal que caracteriza al conjunto y que interiormente se corresponde con la cafetería. Para entrar y poder acceder a las maravillosas vistas que ofrecen una panorámica del archipiélago Chinijo, especialmente de la isla de la Graciosa, hay que abonar una cantidad de 4,50 euros por adulto, la mitad del precio usual del resto de puntos de interés.
Sin embargo, hay una opción gratuita, pues si antes de llegar al edificio, en la cuesta de entrada te desvías a la izquierda según subes por un camino muy evidente (situado a la derecha en la foto), puedes llegar alcanzar la posibilidad de unas vistas parecidas a las que se observan desde la parte superior del mirador, aunque un poco más desviadas y de menor calidad, pero igualmente es una buena opción desde la que además se puede bajar a la playa donde varias personas hacer surf y disfrutan del mar.
Al entrar en el edificio, lo primero que te encuentras es la cafetería, que a nosotros nos vino muy bien porque ya eran las dos de la tarde y no habíamos comido, aunque no es un restaurante, ofrecen algunas cosas de picar como paninis que tenían muy buena pinta, y de los cuales recomiendo el de salchichas, y el de barbacoa aunque éste segundo estaba un poco peor.
La cafetería da acceso a unas escaleras de caracol que conducen a una entreplanta en la que se sitúa la casi imprescindible tienda de regalos (como no) que llegados a este punto tiene las mismas cuatro cosas que el resto de tiendas de regalos que se reproducen como una plaga por toda la isla.
Después de esa innecesaria parada, llegas al primer nivel del mirador desde el cual se aprecia la playa, y la base del risco de Famara; además se tiene una visión limitada de la isla de la Graciosa, que más tarde en el segundo nivel se amplía considerablemente. Todo el mirador se articula como una especie de torre en dos niveles de terrazas de piedra con algunos bancos dispersos para sentarse a disfrutar del paisaje marcado por el intenso azul del mar, y de la brisa (o más bien, viento huracanado) o, por otra parte, para hacer un par de fotos muy espectaculares.
El Jardín del cactus
La última parada del día la destinamos al Jardín de Cactus, un lugar que me encantó y del cual hablé más extendidamente en un post anterior.
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