Increíble experiencia en Indonesia (Kuta, Parte 1)
Hice este viaje cuando estaba estudiando en la Universidad de Adelaida, en Australia. Estuve mirando las posibles escapadas que podría hacer durante las vacaciones de Navidad (nuestros dos meses y medio de vacaciones de verano). A una de mis compañeras de intercambio de Alemania le apetecía viajar a alguna parte en el sudeste de Asia antes de que volviera a casa. Miré precios y el vuelo desde el sur de Australia hasta Denpasar, Bali, costaba 164 AUD a partir del 16 de diciembre. Ridículamente barato. Así que organicé mi mochila, reservé los vuelos, planeamos nuestro viaje y allá que me fui.
Bali tiene un lugar especial en muchos corazones australianos. Si bien Europa tiene Ibiza o Budapest, Australia tiene Bali y, especialmente, Kuta. Su asequibilidad, el bajo precio del alcohol y la relativa facilidad para desplazarse de una parte de la isla a otra, es lo que le da fama en Australia y lo que la convierte en un destino tan popular en la zona.
En principio llegué solo a Bali, ya que mi amiga compró el billete antes que yo y su vuelo llegaría por la noche. Por si alguien no lo sabía, os cuento que Bali es increíblemente húmeda. En el momento en el que salí del avión y toqué las escaleras de la pista, el calor me golpeó como un bofetón en la cara. En Bali la humedad te atrapa como si acabaras de salir de la ducha. Esta parte del mundo también es famosa por sus fuertes lluvias y monzones. Yo lo recordé cuando vi cómo amenazaban los nubarrones grises que se concentraban sobre nuestras cabezas.
Cuando llegué al área de descanso antes de la salida del aeropuerto, localicé un puesto de cambio de divisas y me dirigí derecho hacia ahí. Aunque, como norma general, no es muy recomendable acudir a estos puestos en aeropuertos para evitar el esperpento de las tasas de conversión o las comisiones que te puedes encontrar. ¡Alguno de estos sitios podría causar tu lamento por un robo a plena luz!
Cuando por fin consigues pasar a la multitud esperando a sus seres queridos en la salida, empiezas a experimentar Bali. En el momento en que empiezo a hacerme camino para salir, un sinfín de taxistas me rodean. En otras ocasiones ya me habían abordado antes con este tipo de estrategia, pero nunca hasta el extremo de esta ocasión. Según supe después, es muy común en Bali. Finalmente decidí volver al aeropuerto y llamar a un taxi de alguna de las compañías oficiales para evitar que se aprovecharan de mi condición de turista. Minutos después disfrutaba del paseo con aire acondicionado hasta mi hostal, el Bedbunkers.
El hostal
El taxi me dejó en una calle estrecha de doble sentido. Mi hostal se encontraba sobre unas escaleras entre una tienda de golosinas y un centro de masajes. Había varios empleados del centro en la puerta y, por supuesto, mientras buscaba las escaleras hacia el hostal, uno por uno vinieron por turnos para convencerme de hacerme un masaje. En ese momento me di cuenta de que durante mi estancia en Bali tendría que ser muy firme con mis decisiones para conseguir lo que quiero. Actuar con timidez en esta parte del país solo provocará que uno se pierda en su camino. Así que les dije que no me interesaba y continué hacia el hostal.
El hostal en sí no estaba nada mal. Por 8 AUD la noche, no podía quejarme. La habitación la formaba una hilera de literas de tres alturas. Para cuando deshice la maleta y pude tumbarme, ya era hora de comer. Así que decidí moverme y salir a comprar un adaptador y algo de comida. Por suerte, fuera del hostal había algunas tiendecitas en las que pude encontrar lo que necesitaba. En ese momento me di cuenta de que la única manera de no gastarme una fortuna en lo que iban a ser unas vacaciones supuestamente baratas era regateando. Me acuerdo de que tuve que comprar dos adaptadores, para mí y mi amiga. Yo esperaba que solo fueran un par de dólares pero la cuenta ascendía al doble de dígitos por adaptador. Y así tuve mi primera experiencia con el regateo en Indonesia. Conseguí rebajar hasta el 50 % del precio original, pero todavía sentía que estaba pagando de más.
Aquí en Bali tendrás que aprender rápido. Envolví mi compra y me dirigí hacia la zona de restaurantes. En el camino me encontré con una tienda oficial de conversión de divisas y me dirigí hacia allí. Verás que Bali está plagada de puestos de cambio de divisas no oficiales y hay que tener mucho cuidado en esos sitios. Si bien tienen ofertas tentadoras, también hay que ir con mucho cuidado para que no "se equivoquen con el cálculo" en el cambio. Te encontrarás con un montón de actividad irregular, especializada en la venta a turistas. Así que no dejes que te lleve el personal, cuenta siempre las vueltas. O incluso mejor, dirígete en su lugar a una casa de cambios oficial incluso si te cobran un poco más que en los demás puestos. Aún así, el precio del cambio es mucho más razonable aquí que en otros países. Hice los cálculos de mis vueltas y, satisfecho, continué mi camino hacia otras áreas más comerciales.
Brasserie Restaurant & Bar
Al final aterricé en el primer restaurante que vi. El Brasserie Restaurant & Bar. Para mí, gran parte de la experiencia viajera es probar la gastronomía de cada lugar. Acudir a un restaurante que se hace llamar "Brasserie" puede que no sea la mayor aventura gastronómica; pero eché un vistazo a la carta y vi que, por suerte, casi todo era comida indonesa.
Estaba perdido entre palabras y casi no comprendía la mayoría de nombres del menú. Quería probarlo todo. Al final, tras un prolongado tiempo utilizando el traductor de Google, elegí bakso con zumo de melón. El bakso es un plato de arroz o de fideos acompañado con tofu, huevos y algo de carne. También lleva salsa picante, cebolla frita y salsa de soja. Lo que más pesa en el plato son una especie de albóndigas que están rebañadas entre los distintos sabores. Algo que destacar sobre la hostelería en Bali es que la cuenta se te carga desde dos frentes: el impuesto del gobierno y el impuesto por el servicio. Algo a tener en cuenta si viajas con un presupuesto limitado.
Otra cosa a tener en cuenta y con la que viajar con cautela, es la tensión que hay entre Uber y los taxistas. Especialmente si prefieres hacer una visita en coche en vez de andando. Si prefieres coger un taxi y arriesgarte con el tráfico, quizá te alegre saber que tienen Uber en Kuta. Los precios son increíblemente baratos y muy tentadores. Sin embargo, en Indonesia se trata a los conductores de Uber casi tan mal como a las brujas de la Edad Media en Europa. Muchas compañías de taxi firmaron un acuerdo para regular las tasas de mercado que pasaban de ser bajas a ser, directamente, atletas de carreras a la baja. Pero cuando apareció Uber volvió el caos.
Cuando pidas un Uber, quizá te sorprenda que la conductora o el conductor te pida firmemente cambiar el punto de encuentro a otra calle. El motivo de esto es que si los locales descubren que estás entrando a un Uber, seguramente acosarán a las personas del vehículo. He llegado a ver casos en los que fotografiaban al conductor. Por eso, muchos conductores intentarán ser cautos cuando te recojan y te pedirán que entres rápidamente para evitar conflictos con los taxistas de la zona. Puede llegar a ser un problema. Simplemente tenlo en cuenta.
Discovery Mall
Terminé de comer, pagué los impuestos correspondientes y me dirigí al centro comercial que hay cerca. Me quedaban muchas horas solo hasta que llegara mi amiga. El centro comercial, Discovery Mall, es bastante grande, ya que está diseñado principalmente para los turistas. Una vez dentro te das cuenta de ello, ya que tienda sí, tienda no, era de alguna marca fuerte e internacional, como Ralph Lauren, Armani, Chanel y muchas más. La planta baja del centro era un área recogida con varios mostradores de ventas de distintas marcas de perfume y maquillaje.
No hubiera sentido que estaba en Indonesia de no ser por la cantidad de empleados que había en cada tienda o punto de venta. Me imaginé que los salarios en hostelería y ventas deben ser increíblemente bajos, por lo que no pueden permitirse tener a muchos empleados, ya que, además, muchos de los cuales merodean sin mucho que hacer.
Y al fin encontré algo que no parecía estar sobrecomercializado. Una tiendecita algo hipster que vendía todo tipo de salsas, frutas, especias, alcohol y muchos otros productos así. Estuve mirando y decidí llevarme algo de fruta, ya que me dijeron que las frutas en Indonesia saben mucho mejor por no estar modificadas genéticamente para ampliar la productividad, como ocurre en tantos países. Rebuscando encontré un montón de productos interesantes. No me esperaba que vendieran productos australianos y ¡mucho menos que costaran cuatro veces su precio! También me percaté de que los impuestos del alcohol en Indonesia son relativamente altos, especialmente en el caso de los importados.
Pagué la fruta y me fui a la cafetería. Indonesia tiene fama de preparar un montón de deliciosos tipos de té y café, así que probé con el té de rosas y, la verdad, me resultó muy agradable. El menú, igual que en la brasería, mostraba una extensa selección de tés con la que retenerte experimentando. En ese momento decidí que ya era bastante para un día y me volví al hostal.
Haciendo amigos
El hostal tenía una sala con vistas a toda la zona. Me acerqué para sentarme y justo entonces empezó a diluviar. Nunca antes, ni si quiera en el sur de Australia, había visto llover con tanta fuerza. Pero yo estaba tan tranquilo, leyendo y con mi amiga a punto de llegar.
En eso, una chica local empezó una conversación y me sorprendió su buen nivel de inglés. Me contó que era de Jakarta y que estaba en Bali de vacaciones. Terminamos hablando sobre Australia, Europa y viajes en general. Por lo visto estaba casada y su marido vivía en Canadá. La verdad es que yo nunca he creído en las relaciones a distancia pero parecía que a ella le iba bastante bien con eso.
Estuvimos charlando un rato más hasta que decidí salir a comer algo, ya que la lluvia ya se había calmado. Fui al lugar de comidas más próximo y me llevé por dos dólares un plato de Nasi Noreng. Es una de las recetas más populares en Indonesia. Se trata de un plato de arroz frito con cebolla y prácticamente cualquier cosa que le quieras añadir; desde chalotes y pollo hasta un bistec de carne o verduras. A lo largo de mi experiencia en Indonesia no ha habido una sola vez que haya repetido los ingredientes del Nasi Goreng.
La lluvia volvía a las andadas mientras yo estaba con mi cena y decidí esperar a que terminara de llover en compañía de mi plato de Nasi Goreng. En cuanto el clima empezó a calmarse, volví al hostal ¡a penas diez minutos antes de que llegara mi amiga!
Mi amiga llegó por fin, aunque empapada por la lluvia. No sabéis el sentimiento tan grande que te invade cuando te encuentras con alguien cercano en un lugar tan alejado de todo lo que conoces. Le ayudé con su mochila y en la habitación nos quedamos hablando. Eran las diez de la noche y pensamos que lo mejor era descansar ahora y empezar a lo grande al día siguiente.
Nuevo día
Nos despertamos en una mañana de sol preciosa. Cogimos nuestras botellas de agua y las gafas de sol y partimos. Decidimos hacer una ruta hasta la playa de la zona principal de Kuta. En el camino vimos un montón de murales, incontables comerciantes de la calle vendiendo cualquier cosa, desde camisetas a ropa de cama y muchos, muchos turistas. El paseo fue una manera genial de disfrutar del sol sobre la piel y empaparnos de todo lo que nos rodeaba. Al llegar a la playa cogimos un par de cervezas y nos sentamos en la terraza de uno de los bares al aire libre.
La playa
Increíblemente hermosas, las aguas turquesas rompían en la radiante arena amarilla. Llegamos a la playa alrededor de las 9:30, así que conseguimos llegar antes de que la avalancha de turistas sepultara la orilla. Había algunas personas nadando y algunos locales jugando un partido de fútbol. Nos encantó la calma y la tranquilidad del mar hasta que llegó la primera tanda de vendedores ambulantes. En el curso de no más de cinco minutos, al menos cuatro mujeres nos ofrecieron darnos un masaje en la playa, sin contar a todos los comerciantes queriendo vendernos baratijas y pulseras. Cabe mencionar que mi amiga cabe perfectamente en el estereotipo de alemana rubia con ojos azules y que esto, desafortunadamente, nos convertía en un blanco perfecto para todos los cazaturistas.
A pesar de ello, y un par de cervezas y vendedores después, nos metimos en la playa. Nada más dar los primeros pasos ya vimos cuál sería nuestra siguiente parada. No era más que un tenderete con varias sillas y docenas de cocos enormes. Nos abrió los cocos, que parecían más bien melones por su tamaño, y nos quedamos un rato disfrutando de bebernos el coco a sorbitos, como recompensa de los pasitos que habíamos dado desde la terraza. Nos tiramos una hora ahí hasta que seguimos con la exploración.
Nos pasamos el resto del día explorando la zona y probando un montón de diferentes platos típicos. Pasamos la noche en un pub y probando cocktails baratísimos. Volvió a llover esa tarde y paró hacia la noche, en la hora punta para que pudiéramos volver al hostal antes de que volviera a diluviar. Fue un gran primer día.
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