La India, un paraíso artesano

Algo tendrá la India que cautiva a tantos viajeros. O, más bien, muchas cosas. Ciertamente es un país que puede llegar a resultar duro, por las desigualdades sociales que se perciben en cada rincón, por la comida excesivamente picante, por las multitudes que pueden llegar a agobiar... Pero, al mismo tiempo, probablemente son todas esas características las que lo convierten en un país único: por sus miles de templos y de dioses, por la mezcla de culturas que se aprecia en cada calle, y que se traslada al ámbito gastrónomico...

Pero hay también otro aspecto particular de la India que personalmente me encanta: es un lugar excepcional para comprar productos hechos a mano. Justamente su mezcla de culturas, que va desde los hindúes hasta los musulmanes y cristianos, pasando por la llegada de pueblos desde Irán a Reino Unido, hacen que su artesanía sea enormemente rica y presente una mezcla de características imposible de encontrar en otros lugares del mundo.

Pensemos, por ejemplo, en la cerámica azul del Rajastán, delicadamente pintada y que parece a primera vista más musulmana que hindú: efectivamente, los sentidos en este caso no engañan, porque es un resto que queda de los pobladores llegados de Irán, que durante siglos plasmaron su arte en cuencos, jarrones o bandejas que ahora se siguen produciendo con enorme minuciosidad en este Estado. 

Por no mencionar la belleza de sus bolsos, en los que se mezclan espejos, flecos y tiras de colores para crear ejemplares verdaderamente bellos. Nada ver que, eso sí, con los producidos en serie que se venden como indios en muchos mercadillos españoles. La diferencia es más que notable.

Por tanto, si tenéis la oportunidad de visitar un país tan fascinante, no dudéis en acercaros a alguno de sus barrios de artesanos y recorrer los mercados callejeros. Seguro que encontraréis alguna joya escondida que merecerá estar en vuestra maleta. 

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