Donde oriente y occidente se tocan
"Si uno tuviese una única oportunidad de ver el mundo, debería mirar a Estambul". -Alphonse de Lamartine
Cuando me dirigí a Estambul una mañana a principios de septiembre, pensé que podría estar entrando en una ciudad cualquiera del Oriente Medio. Una vez dejé atrás todo aquello que me resultaba familiar en occidente, me metí de cabeza en el alboroto de Estambul; tantas cosas que ver, que oír y que oler, que nada tenían que ver con mi vida en la costa inglesa, fueron una auténtica explosión para mis sentidos.
La vida fluía rápido; las calles zumbaban con los omnipresentes taxis amarillos que llevaban pasajeros de un lado a otro de la ciudad, había comerciantes por las aceras que montaban sus puestos para el día mientras tomaban té y fumaban de manera intermitente, al modo de los turcos. El sol salía tras las incontables mezquitas y mientras se oía de fondo el hipnotizante sonido de la primera llamada a oración. A medida que nos acercábamos a la plaza Taksim, deambulamos por las retorcidas calles y pasamos por la infinidad de casas destartaladas que conforman las afueras de Estambul. Ya acercándonos a Taksim, cruzamos el Cuerno de Oro y pudimos apreciar como las afueras de una ciudad oriental se convertían en una metrópolis europea, cosmopolita y próspera. Los caminos desvencijados se convirtieron en carreteras asfaltadas que recorrían BMW y Range Rovers impolutos, las casas antiguas se transformaron en imponentes rascacielos y en hoteles Hilton, y los mercadillos en enormes centros comerciales con modernas cafeterías y boutiques.
La plaza Taksim se considera el centro del Estambul moderno y allí se encuentra el Monumento a la República en conmemoración a la fundación de la República de Turquía en 1923. Rodeada de tiendas, restaurantes y bares, intenta imitar la típica "plaza europea"; sin embargo, Taksim se queda atrás comparada con sus equivalentes occidentales. Al ser tan espaciosa da la sensación de estar vacía y no tiene nada que llame la atención; solo se ve complicada por el enrevesado flujo de tráfico que la atraviesa. Sin embargo, la rodean algunos de los distritos más modernos y animados de Estambul. Los bares y restaurantes bohemios de Cihangir, la incansable vida nocturna de Beyoglu y la interminable lista de tiendas que conforman la avenida de Ístiklal son fuentes inagotables de entretenimiento.
En Estambul abundan las atracciones turísticas y uno podría pasarse la vida entera descubriendo poco a poco todo lo que la ciudad tiene que ofrecer; no hay mejor sitio para empezar a hacerlo que el antiguo barrio de Sultanahmet. Sultanahmet es una península en la parte oeste de Estambul, donde originariamente se encontraba Constantinopla, mientras que los territorios al este eran ciudades y pueblos independientes. Se la conoce como el barrio antiguo pero la afluencia de turistas es tal que, a día de hoy, está plagada de McDonald's, Starbucks y otras multinacionales occidentales que ponen a prueba su autenticidad. Sin embargo, es una zona que cuenta con muchísimas maravillas e inspiradores monumentos arquitectónicos: la mezquita Azul y el museo Santa Sofía. Santa Sofía era antiguamente una iglesia ortodoxa bizantina que fue reconvertida en mezquita por los otomanos pero que a día de hoy funciona como museo. Fue inaugurado en 1935 por Mustafa Kemal Atatürk, el primer presidente turco. Santa Sofía es una muestra increíble de artesanía y de la habilidad arquitectónica del hombre. Sus imponentes cúpulas están decoradas con murales y mosaicos que representan símbolos tanto islámicos como cristianos; esta conjunción muestra la íntima relación entre la diversidad religiosa y cultural de la ciudad.
Ninguna visita a Sultanahmet, ni a Estambul, estaría completa sin un paseo por el laberinto que conforman los tenderetes, cafeterías y puestos de especias y que conocemos como Gran Bazar. El Gran Bazar es un deleite para los sentidos con abundantes olores, sonidos e imágenes en cada esquina. Mientras deambulábamos por los puestos, intentamos absorber tanto como podíamos, tarea difícil con tantos mercaderes intentando acapararnos. El bazar es un paraíso para quienes les guste regatear y el lugar perfecto donde encontrar gangas si estás dispuesto a dedicar un rato a negociar con el comerciante; si aceptas el precio de la etiqueta, puede que acabes pagando de más por tu alfombra, tu bufanda o cualquier capricho turco que quieras comprarte.
Estambul es la ciudad donde oriente y occidente se encuentran, donde Europa y Asia se tocan. Su historia la conforman el choque de culturas y los reinados de diferentes imperios; cada uno ha influido en la esencia del Estambul moderno, y se puede apreciar en todas las esferas de la sociedad: desde la arquitectura otomana hasta el eclecticismo de sus habitantes. Es el epítome de la diversidad, un ideal cultural y una ciudad que, en este último mes, he aprendido a adorar.
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