Un pedacito de cielo

Si alguien cuenta mi historia, que digan que estaba de erasmus. Iasi era mi ciudad, Dormitory C5 era mi casa y 205 era mi habitación.

Aquellos que no han vivido esta aventura, se preguntarán por qué Rumania.

Y siempre contestaré lo mismo. No es por el país, es por la gente. Además, el hecho de estar con alguien 24/7 hace que tengas un lugar para ellos en tu corazón, se convierten en una parte de ti. A día de hoy soy por un lado tunecina, por otro lado internacional.

Pero cuando se van, ese espacio se queda vacío y empezamos a buscar algo, lo que sea, para rellenarlo.

No recuerdo haber comido o dormido sola. Ahora que ya no estoy allí, cada vez que me levanto busco a mi compañera de habitación, con la que compartía la cama. Todavía espero que Sarah Marengo venga a mi habitación llorando porque está rayada. Todavía oigo las risas de los españoles al final del pasillo.

Pienso en nosotros como si fuéramos un cuadro. Es bonito pensar que, a pesar de que alguien se vaya, de que no puedas verle, no significa que ya no estén en el cuadro. Creo que esa es la idea de todo esto. Por eso nos conocimos en ese lugar. No hay un tú, ni un yo, ni ellos, es nosotros. Y esto tan ñoño, loco, animado y mágico no tiene principio, ni fin, está aquí. Somos nosotros.

Ahora que me he ido, mi día parece más largo, como si las agujas del reloj estuvieran triste y por eso se moviesen lentamente, para intentar que mi dolor se despierte.

Si alguna vez vivís mi historia, que sepáis que lo que pasa en el erasmus, se queda en el erasmus.