Primer día en La Gabbianella
Nos gustaría poder decir que ha sido un gran día, pero para ser el primero y con la expectativa que teníamos hemos quedado un poco decepcionadas.
Hemos comenzado el día a las siete de la mañana, nerviosas y con muchas ganas de ver a los niños/as (que por ellos/as estamos aquí) de la escuela. Desayuno, aseo y a la calle a andar 30 minutos hasta la estación donde habíamos quedado con la profesora que nos ha indicado el camino para poder llegar todos los días hasta la escuela. Primer autobús, unos treinta minutos con muchísimas paradas, y luego un café (o spremuta) para hacer un poquito de tiempo hasta que saliese el minibus que nos lleva a la escuela. Unos quince o veinte minutos de viaje, pero menudo viaje (todo curvas) para subir la montaña. Y por fín a las nueve y cuarto más o menos allí estabamos Sandra y Sandrine (como nos han bautizado para diferenciarnos) en la puerta de la escuela muertas de ganas de pasar dentro a ver todo y a todos/as.
Al principio nos han presentado a todas las chicas que trabajan allí (tres por la mañana, dos por la tarde y la cocinera), nos han mostrado toda la escuela y por fín hemos salido al patio con;gli bambini;. Sólo tienen 19 (el día que más tienen) y van desde casi un año a casi tres. Lo más parecido a una casa de niños en lo que respecta a ratio. Pero ¡es una escuela privada! y ¿qué pasa con ello? pues que el horario es un poco estraño. No es como en las públicas de España que todos entran a una hora y salen a la misma, no. Aquí abren a las siete y media de la mañana y cierran a las seis de la tarde. Y pueden entrar hasta las diez o diez y media de la mañana y empiezan a irse a las doce o doce y media algunos/as de ellas. Lo que significa que el llevar rutinas con ellos en un jaleo. Por eso, según avanzaba el día nos íbamos quedando más sorprendidas de las cosas. Y una de las cosas que más nos ha llamado la atención es que a la hora de la siesta, en cuanto están todos dormidos, les dejan solos con el;walkie-talky; por si lloran y entonces se van, para poder estar con los que llevan menos tiempo en la escuela (y se están adaptando).
Y otra de las cosas que nos ha llamado la atención es la falta de decoración para estimularles. Ni un sólo móvil hemos visto y en las paredes había algún folio garabateado por los;bimbi; ¡con rotuladores! ¿por qué no con pintura de dedos? y ¿por qué no usan babis? Si además es una escuela privada, perfectamente podrían tener todos el mismo babi al igual que la profesora. Que ninguna de ellas lleva bata ni babi. Nos han surgido tantísimas propuestas para el proyecto que ahora nuestro problema es saber cuál elegir.
Pero no todo ha sido malo. Porque los/as niños/as son como los/as nuestros/as, un encanto. Que en cuanto te cogen de la mano o te sonríen o te dan un abrazo se te olvida la hora y media de viaje, la falta de rutinas... y piensas que todo eso y mucho más merece la pena por conseguir eso. Nos alegramos de haber elegido este camino y poder estar con ellos/as porque nos dan la energía que necesitamos. Y además el contar con profesionales como las que hay aquí nos aportará más experiencia, y aunque no hablemos el mismo idioma nos entendemos bastante bien. No hay tantas barreras, sólo las que uno quiera poner.
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