París, un sueño hecho realidad

Qué alegría me llevé cuando me dieron la noticia... ¡Me habían admitido como alumna de EPOG en la Universidad Sorbonne Paris Nord! Vivir en París, para mí, es como un sueño hecho realidad. Desde siempre, he vivido en Islamabad, una hermosa ciudad rodeada por las colinas de Margalla y asentada sobre la meseta de Pothohar. Estaba emocionada, no solo por la idea de viajar, sino por vivir en una ciudad donde la vida no solo es agitada, sino también de un sueño hecho realidad.

Cuando abrí los ojos por primera vez, me enamoré de la arquitectura. La arquitectura no es sólo un regalo para los ojos, sino algo que me conmueve, que me hace anhelar más del pasado. París es, sin duda, una ciudad en la que prevalece la historia y se mantiene viva gracias a las obras de arte que la componen. Me acordé de una famosa cita que dice "La arquitectura es la voluntad de una época traducida al espacio", de Mies Van Der Rohe. Con esto entendemos que una buena arquitectura te hace ver cómo el pasado, el presente y el futuro se unen en un solo espacio y tiempo.

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Siempre quise ver una obra de ballet en directo y presencié mi primera ópera en París. La orquesta, los músicos, la dama de hierro de fondo (alias la torre Eiffel) en Bastille... No podía pedir nada más. El ballet consigue que algo te haga click en el cerebro. Como laico, puede que lo que se vea sea un cuerpo realizando ciertos movimientos, pero en realidad los bailarines entran en trance con la música al bailar.

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Aunque mis lengua maternas son el urdu y el inglés, acabé aprendiendo francés con el tiempo. Normalmente, cuando no entendemos un idioma, nos dejamos llevar por el lenguaje corporal, lo que hizo esta experiencia mucho más interesante aún. A principios de semestre, fui a clases de francés. Quería presentarme al DELF, pero no podía porque estaba trabajando en mi tesis y necesitaba estar full focus. Aún así, pude relacionarme con la gente y desenvolverme en tiendas, bancos, oficinas de correos y en la universidad usando una mezcla de inglés y francés.

Donde peor lo pasé fue en la Oficina de Inmigración. Fui a presentar el documento OF11, que confirma con el visado que estás viviendo en la ciudad. Los empleados de aquella oficina nos trataron fatal tanto a mí como al resto de mis compañeros. Es normal que un extranjero no hable del todo fluido el idioma local, como era mi caso, ya que yo hablaba inglés. Me dijeron que les hablara en francés, pero no tenía suficiente nivel; aquellas nociones idiosincráticas me parecieron un poco absurdas por su parte.

Cuando te encanta una ciudad, activas todos los sentidos. Lo mío no es amor por la comida, sino devoción, vivo por y para ella. He de reconocer que al principio pensé que la cocina francesa no era para tanto, pero esos panes, ese queso y ese café me volvían loca. El olor del pan recién horneado y relleno con carne turca era tan exagerado que te llenabas de tan solo olerlo. Sin embargo, nada en el mundo se puede comparar al aroma del café con croissants y macarons. Ese olor a café recién molido y su sabor te transportan a otra dimensión, a un mundo ideal.

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Desde bien pequeña me ha encantado siempre el agua, por eso me encanta viajar a lugares así. Aunque el mar quedase al sur de Francia, las orillas del Sena valieron para satisfacer mis necesidades. El río recorre toda la ciudad con un encanto apabullante, como si transportase recuerdos de antaño ya olvidados.

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Tengo que agradecerle a mi familia el haberme apoyado económicamente para poder vivir aquí, porque París es una de las ciudades más caras para vivir por lo altos que están los alquileres. Viví en Île-de-France, a las afueras de París, y me desplacé a cada una de las universidades que hay repartidas por la ciudad (París es enorme) para asistir a conferencias y seminarios.

He estado en otros países, he estudiado su historia y he visto cómo se han transformado en naciones emergentes. Personalmente, creo que Francia se ha podido mantener a flote gracias a los productos/servicios pertenecientes al sector de la industria de la moda y de los cosméticos, que juntos suponen un gran mercado de inversión. Un país que se especializa en el sector terciario y se mueve más allá de los sectores primario y secundario mueven más ganancias tanto externa como internamente. Channel, Loreal, H&Y, etc. son marcas francesas y se comercializan a nivel mundial. Con eso, lo que quiero decir, es que la industria cosmética juega un papel crucial en la economía.

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Esos momentos en los que te tiras en la cama a pensar en aquellos momentos que pasaste en otro país, en los momentos que viviste entre gente extranjera, hablando otro idioma y viviendo en una cultura totalmente distinta a la tuya... Son momentos para dejar atrás y comenzar a dibujar nuevas experiencias.

La primera semana de mi estancia allí, una vez ya instalada, decidí ir a la plaza de la Concordia a visitar uno de los lugares más turísticos que existen: la Torre Eiffel. Estaba tan absorta en la visita que al final llegué tardísimo a la estación de Villetaneuse. Por aquel entonces, como estaban en obras en mi zona por el nuevo tranvía, no había manera de encontrar un autobús nocturno que me dejara en casa. Por primera vez en mi vida, estaba muerta de miedo. Logré llegar a casa sana y salva, pero tanto la oscuridad de las calles (no había apenas luz en la zona de la universidad) como los borrachos que rondaban la zona hicieron que se me pusieran los pelos de punta. Ahí me prometí a mí misma que para la próxima vez comprobaría el horario de los autobuses antes de salir.

Cuando escribes un blog de viajes, es como si tus pensamientos y sentimientos brotaran sin filtro sobre un trozo de papel. Compartir con vosotros mis experiencias me resulta de lo más excitante, a la par que emocionante. Desde bien pequeña, siempre he sido una pluviófila (una persona a la que le encanta la lluvia). París tenía un clima muy impredecible. De hecho, hubo una vez que fui a hacer la compra a una tienda y no me llevé paraguas porque el sol brillaba como nunca. Sin embargo, en cuestión de una hora, al volver del supermercado, no solo me pilló la lluvia, sino que llegué bañada por el aguacero que me cayó encima. La lluvia no solo es un regalo divino que cura, sino que además es asombroso contemplar cómo cae y se funde con la naturaleza. Es como si los árboles y las plantas sanaran con esa bendición divina. A mí me encanta que me caiga ese agua bendita cuando voy de vuelta a casa, pero no tanto si no voy preparada. Un consejo para aquellos que vayan a París: por favor, llevad siempre con vosotros un paraguas y un impermeable, incluso si vais a la vuelta de la esquina.

Lo mejor de París es su gente, siempre tan servicial y amable. Si vas por la calle andando y vas perdido sin saber dónde estás, no te preocupes, porque irán todos a ver si te pueden ayudar. En mi país, Pakistán, la gente suele ser amable con los extranjeros, pero aún así no esperaba encontrar este tipo de trato en otros países. Debería ser crucial defender este tipo de valores sociales sin importar de dónde vienes, qué creencia religiosa sigues, de qué color eres y a qué clase perteneces. Dios nos creó iguales e iguales seguiremos siendo hasta el fin de nuestros días.

También fui a ver la Catedral de Notre Dame en París. Siempre he creído que hay que respetar todos los lugares de culto, es muy importante para mantener puro tu espíritu. Todos tenemos nuestros medios para conseguir esa paz mental que tanto ansiamos, para liberarnos de las preocupaciones de este mundo y para deshacernos de esas frustraciones mundanas. Es por eso que creo que la religión juega un papel crucial a la hora de encontrar ese sentimiento de gratitud y satisfacción, de traer paz y alegría al alma. Como dice el Corán (12:87): "...no desesperéis de la misericordia de Allah, pues sólo desespera de la misericordia de Allah la gente que se niega a creer".

Lo que peor llevé en París fue el hecho de haberme convertido en fumadora pasiva. Desde bien pequeña odio el humo. Sin embargo, en esta ciudad tanto las estaciones de metro como las calles están repletas de humo. Del mismo modo, la industria cervecera está creciendo en París. Puede que te suene lo famosos que son el queso y el vino aquí. No bebo nada de alcohol porque no lo permite el Islam, y porque creo que ni es sano ni es ético el abusar de algo que bloquea y paraliza la conciencia con el fin de conseguir satisfacción al instante. Sin embargo, cada vez hay más y más bares y discotecas en París, lo que se traduce en más fumadores que no son conscientes de los problemas de salud que pueden acarrear.

Cuando fui a la Gallerie Lafeyette me encantaron las pinturas que hay en el techo. A veces creemos que el hombre es muy superficial por naturaleza, pero, por otra parte, no puedes evitar quedarte maravillada por las habilidades artísticas que Dios le ha otorgado a ciertas personas, algo casi como un milagro incapaz de describirse en palabras.

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Durante mi estancia en París, asistí a muchas Conferencias del Instituto de Nuevo Pensamiento Económico, el Institute of New Economic Thinking (I-NET), y aprendí mucho sobre varias iniciativas académicas en el campo de la economía. También participé como ponente en seminarios conjuntos, una de las partes obligatorias de nuestro curso que consistía en criticar/comentar artículos publicados por responsables políticos y economistas.

La mejor parte de mi cuaderno de viaje fue sin duda mi visita al Museo del Louvre. Una vez dentro, encontré a muchos jóvenes artistas y fotógrafos ocupados en retratar y dibujar las esculturas. Tanto los techos como los cuadros me dejaron sin habla; literalmente me quedé sin aliento.

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