Mi tour por Francia haciendo autoestop, parte 4

Martes 9 agosto de 2016- Día 8

¡Hoy es un día cargadito! Me levanté a las 9:30 y me pasé la mañana preparándome las cosas para irme, sobre todo me centré en la mochila grande, hay que tener en cuenta cada detalle para poder aligerar peso. El único problema que tenía era que no tenía cómo llegar hasta el peaje porque Martin y Théo se habían ido con el coche a la ciudad. A las 11:00 ya estaba listo con la mochila hecha. Este era el plan: bajaría en scooter con las cosas más pesadas (primera complicación del día) y Gros T me llevaría hasta un área de la autovía (un poco desierta) que va en dirección a Grenoble, para llegar hasta Béziers, mi destino final (más de 450 km, es un trayecto tremendo). Ah sí, se me había olvidado comentarlo, esta noche me acogerían en su casa Ludivine y su familia. Al final me despedí de Théo, le dije hasta pronto porque en una semana lo vería en la boda de mi prima Isaure.

Aquí empezaba a complicarse más la cosa. Mi primer cartel era para ir a Grenoble. Pues en cuanto me instalé en mi sitio vino otro autoestopista. Es la primera persona que conozco hoy, pero es la primera de muchas. Es Ivan, un español, ¡guay! Llevaba ya una hora ahí esperando a que alguien le recogiera. Nos pusimos a hablar y hablar y cinco minutos más tarde se paró un coche. ¡Bingo! Nos recogió a los dos. Iván se bajó en el siguiente peaje porque iba en dirección a Italia. Fue una pena, me hubiera gustado conocerle un poco más, nos lo estábamos pasando bien. Pero le dije "que te vaya super bien tío". Al final no os he hablado de la mujer que se paró para recogernos. ¡Qué mal educado soy! ¡Muy mal Gregoire! Me dijo que se llamaba Paule Eboulé cuando le pregunté por su nombre. No tenía pinta de que Paule Eboulé se sintiera muy segura de sí misma, pero es una mujer de unos cincuenta años de gran corazón y no tuvo miedo de pararse a recoger a dos hombres haciendo dedo cuando ni si quiera tenía por qué haberse molestado porque encima llevaba su coche de la empresa. Parecía una mujer fuerte por lo que me contó y me lo pasé muy bien hablando con ella. Hablamos mucho sobre viajes y sobre su profesión, se encarga del seguro de las víctimas graves de los accidentes. No tiene que ser fácil lidiar con eso cada día. Además no me llevó a Grenoble, fuimos hasta Valence, ¡que es un poco más de la mitad del viaje! Me dejó en el peaje, ¡qué rápido! Me dio pena irme la verdad. ¡Pero hay que seguir adelante! ¡Adiós y muchísimas gracias Paule Eboulé!

En el peaje de Valence estuve un rato actualizando mi cartel. En ese tiempo vino otro autoestopista para preguntarme si le dejaba un trozo de cartón. Tuvo suerte, ¡aún tenía! Le pasé también un rotulador cuando vi que se iba a apañar con un boli viejo, que además pintaba verde. Este encuentro fue un poco locura. El tipo era un hippie de pelo largo al estilo Iggy Pop, era mitad sueco y mitad español, venía de Madrid e iba en dirección a Suecia. Estaba loco pero se hacía de querer, no creo que haya nadie como él. Sin embargo traía malas noticias, me contó que acababan de echarle del peaje. De todas formas decidí ir y él iba unos 20 metros por delante. Me apresuro para cruzar el peaje cuando de pronto aparecen dos coches de policía. Algo me olía a chamusquina ahí. Al final no le dijeron nada porque no se pararon por él. De hecho apareció una escolta de una veintena de coches. Fue impresionante. ¿Sería la escolta de un enemigo público? Por si acaso me quedé con la cabeza gacha mientras esperaba que terminaran antes de ponerme a cruzar para no provocar nada, aunque para mi sorpresa uno de los polis me hiciera un gesto simpático.

Cuando acabó todo esto crucé y me esperé allí hasta que una furgoneta blanca se paró a recogerme. Me monté y enseguida me di cuenta de que Patrice tenía cara de loco. Vivía a costa del sistema. Antes de ponerse a explicarme su modo de vida me ofreció que nos tomáramos una de las cervezas que tenía a mi lado. Por suerte parecía que era la primera del día. O eso espero. No estaba nada borracho aunque fuera a 160 km/h. Pero bueno, al final se puso a explicármelo todo: vive en Crans-Montana, Suiza, de mayo a diciembre con un mes de vacaciones incluido. Allí cobraba unos 4500 francos suizos al mes. Después volvía a Francia y a base de cheques de empleo de servicio y de unos cuantos cómplices cobraba también un paro de 2600 € al mes de febrero a mayo. En febrero ya se las arreglaría, sería su 13 mes suizo, bueno el octavo en este caso. Encima también saca dinero de las cajas cuando trabaja de camarero o cuando conoce a alguien de algún bar. En las fiestas de Ginebra una amiga suya y él se hicieron pasar por clientes y acabaron con 1400 francos suizos para repartir entre los dos. Me contó que sería para pagar los peajes de las autovías y "para una prostituta en Montpellier". ¡Y no acaba ahí la cosa! Parece que siempre ha sido un loco al volante porque le han retirado el carnet de conducir ya dos veces y ha estado alguna que otra vez en prisión preventiva. ¡Ahora tiene un truco! Ha pagado 150 € para cambiar su carnet francés por un carnet suizo y ahora la policía no tiene ningún poder sobre su permiso. Tan solo pueden retirarle el carnet si va a más de 172 km/h y/o borracho al volante. Así que tan solo tiene que pagar 90 € de vez en cuando y siempre los tiene guardados a mano por si acaso. Bueno, después de enterarme de todo esto, en tan solo una hora habíamos llegado de Valence a Montpellier donde me dejó en el peaje. Muchas gracias Patrice el chiflado, ¡hasta pronto!

Mi tour por Francia haciendo autoestop, parte 4

No pude ni descansar un segundo, fue sacar el rotulador para actualizar el cartel y pararon dos chonis muy simpáticas de Avignon, Samira y Sabrina (no me lo estoy inventando) y me dijeron que me subiera, aunque me confesaron que nunca habían recogido ningún autoestopista. No pillaban mi humor cuando soltaba alguna broma, así que a veces resultaba un poco incómodo. Me gustó porque no son el tipo de gente que se para a coger autoestopistas pero por alguna razón se preguntaron "¿Y por qué no? ", como Grégoire Margotton cuando vio a Kim Källström, alias el "futbolista sueco", prepararse para realizar un tiro a puerta a una distancia de 25 metros. Se dirigían a Cap d'Adge y me llevarían hasta el siguiente peaje. ¡Gracias chonis!

Una vez allí, pasaron dos minutos (lo que tardé en acabar escribir "Béziers" en el cartel) y Jean-Louis de Marsella, que iba con sus dos hijas, me hizo un gesto para que me subiera. Iban a la salida de Béziers (toma ya) porque habían quedado con alguien para comprarle un coche a su hija ya que el suyo se le había quemado en Marsella. No se qué más faltaba para que fuese más cliché aún, ¿que me ofrecieran bullabesa? Me recordaba al Jean-Louis de la película de "Pequeñas mentiras piadosas", solo que en vez de trabajar con ostras este hombre trabaja en Airbus hélicos, en el sector aeronáutico. ¡Gracias familia!

Me dejaron en un parking de Béziers, no lo sabía pero estaba a 500 metros de la casa de Ludivine. Madre mia, ¡acababa de hacer el trayecto Chambéry-Béziers en tan solo 4 horas y media haciendo autoestop! Son unos 450 kilómetros y Théo me dijo que tardaría unas 8-10 horas, ni siquiera se si hubiera llegado tan rápido en el caso de haber conducido yo mismo el coche (es que Patrice está loco). Pero bueno, estaba muy cerca de la casa de Ludivine pero como no me cogía el teléfono opté por hacer un poco más de autoestop para ir al centro. Esta vez fue Steven, una joven informática que trabaja en Mercedes. Tenía una perspectiva de la vida muy diferente y aun así nos entendimos muy bien. ¡Gracias Steven!

Al final Ludivine me respondió (estaba en el cine) y me recogió en coche con su hermana pequeña, que era igual de sensible que ella, y con su hermano pequeño. Llegamos a casa de su madre y fue muy simpática. Es una familia muy gritona pero eran muy graciosos. Por mucho que discutieran se veía que en el fondo se querían. Después de comernos las pizzas que pedimos a domicilio me fui a Valras-Plage con Ludivine para escapar un poco de allí. Nos tomamos un helado y nos dimos un paseo hasta sentarnos en la playa y hablar un poco de todo. Se quedó muy buena noche. La verdad es que se agradecía. Dos horas más tarde volvimos al coche, su precioso "K", pero no teníamos ganas de llegar ya a casa así que nos dimos una vuelta. Me enseñó cual era su antigua casa y los alrededores. Fuimos al lago desde donde se podían ver las estrellas. Aparcamos el K y nos paseamos a pie un rato por allí. Después volvimos y seguimos dando vueltas un poco más antes de volver a casa. No paramos de hablar y de reír hasta que nos fuimos a dormir. Fue un día muy largo y muy intenso, ¡y conocí a mucha gente! Ha sido toda una aventura así que... ¡Hasta la próxima!


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