Mi tour por Francia haciendo autoestop, parte 12
Miércoles 24 de agosto de 2016- Día 23
¡Qué manera de despertarse! Al abrir la tienda pude disfrutar de esta increíble vista del inmenso mar que tenía ante mis ojos. "¿Eso es el mar? " No me hacía falta ningún hotel de 5 estrellas, todo lo que podía necesitar estaba ahí. Nos despertamos temprano como siempre pero sin prisas, nos tomamos un café y desayunamos. En ese momento pasaron unos transeúntes. Théo se puso a bajar por las rocas para tirarse en pelotas al mar, pero justo entonces pasaron por arriba los transeúntes y por el mar a 100 metros pasaron unos piragüistas justo por delante. Se quedó pillado.
Tras haber saboreado bien ese maravilloso despertar, recogimos las cosas y proseguimos con nuestro camino: primero teníamos que volver al puerto y luego pasar por el pueblo para comprar agua, pan y tabaco para Gros T y Kékin. Nos fuimos hasta la otra punta del pueblo y mientras que Théo y yo preparábamos la comida Martin se fue al supermercado que había a unos metros para comprar cosas que faltaban para hacerla. Le leí a Theo algunos pasajes de mi cuaderno. Qué risas nos pegamos, sobre todo cuando le explicaba por qué era gracioso. Pero al rato fue Martin el que hizo que nos muriésemos de risa cuando volvió en la parte de atrás de un coche y se despidió de la pareja que le había dejado diciendo "muchas gracias, hasta luego" como si nada hubiera pasado. Fue mágico, esperábamos que volviera andando, ¡pero se ve que hizo autoestop en la puerta del supermercado para no andar 300 metros!
Cargamos los móviles antes de retomar el viaje hacia nuestro objetivo: Piriac-sur-mer, donde nos esperaban los Toqué, los abuelos de nuestra prima Alexie, con la que me volví a encontrar en la boda hace unos días. Tenía ganas de llegar pero aún quedaban algunas aventuras por vivir antes de llegar. Ni siquiera me dio tiempo a terminar el cartel con la dirección a la que queríamos ir, ST-NAZAIR... , cuando de pronto se paró el primer coche. Eran Claire (de unos 45 años pero tenía 20 años mentalmente) y su sobrino Mathis (de unos 17 años y 17 mentalmente también). Podríamos llamarlos los blancos locos de Réunion. Eso les representa por completo. Nos reímos mucho, sobre todo Mathis porque se reía muy fuerte. Nos contaron algunas historias de breto-reunioneses. Habían venido a ver a su familia. La verdad es que Claire se parecía un poco a Elli dentro de 20 años. Bueno, al final nos dejaron delante del puente St-Nazaire, del que nunca había oído hablar. Gracias locos, ¡nos hemos reído mucho! Dejamos a los locos para irnos con los Toqué, tiene sentido.
Me esperaba que fuera un puente de unos 100 o 200 metros, pero como Théo vino hace más de 10 años se acordaba de que tenía unos 3 o 4 kilómetros de largo. Nos la jugamos un poco cuando nos pusimos en el carril rápido, así que lo primero era ponerse al otro lado de la barrera de seguridad. Había una cuesta de unos 10 metros y abajo había un camino seguro que llevaba hasta el puente. Nos fijamos y vimos que había una acera por la que podíamos cruzar el río por el puente andando. No estaba prevista esta caminata. Nos colocamos en fila cada uno con su mochila. Dejé colgado el cartel de ST-NAZAIR sin "E" así que los coches tendrían que estar partiéndose de risa al verlo. A lo lejos solo se veían las flechas rojas y verdes que indicaban por qué carril(es) se podía conducir. Habían señales como esas cada 100-200 metros- Había mucha niebla y no nos dejaba ver más allá, eso era señal de que si no estábamos aún en Bretaña, estábamos cerca. Aunque no fuera el caso, administrativamente hablando, teníamos la impresión de que estábamos al otro lado ya del puente. Fue increíble esa travesía. A nuestra derecha podíamos ver cómo subía rápidamente la marea pero aún se podían avistar pequeños montones de arena blanca en mitad del agua. Además también había salido el arcoiris y cada uno veía en el medio de este su sombra. Qué surrealista. Además todos los coches que pasaban se quedaban desconcertados y les hacía gracia vernos. ¡Al cabo de 45 minutos acabamos llegando al otro lado! Joder, era mágico. Y sí, de hecho tiene más de 100 metros de largo.
Descansamos unos minutos al llegar antes de seguir adelante. Aquí decidimos que mejor nos llevaran de rotonda en rotonda, así que nos pusimos en la primera rotonda estratégica. Se pararon Walter y su Espace al cabo de 15 minutos de espera, o menos no lo se. Era un hombre serio pero simpático, tendría unos 50 años y trabajaba en Airbus. Resultó bastante agradable poder viajar en un coche espacioso donde no tuviéramos que cargar con las mochilas encima. Tras recorrer unos kilómetros Walter nos dejó en una rotonda cercana. ¡Gracias por la ayuda Walter! Las rotondas estaban cerca las unas de las otras, así que volvimos a elegir la que parecía la más estratégica tras echar un vistazo. Esta vez le tocó llevarnos a Marie (en mitad de la rotonda, se la sudaba). Estaba de buen humor porque por lo que nos dijo acababa de aprobar un examen de... Airbus. Qué coincidencia. Claramente le felicitamos por ello. Minutos más tarde nos dejó en otra rotonda. ¡Gracias a la alegre de Marie! Tenía la sensación de que íbamos a recorrer de una en una las 30 000 rotondas de Francia. Pero ya estábamos cerca de Piriac. Cruzamos el pueblo al que llegamos andando para probar suerte a ver si alguien nos llevaba a Piriac del tirón porque ya nos estábamos acercando a nuestro objetivo. Así que nos paramos en un sitio fijo. Enseguida se paró otro Espace pero este iba más lleno porque ya había 4 personas dentro. ¿Cómo pensaba recoger a tres personas más con sus enormes mochilas sin tener los asientos adicionales puestos en la salida de una rotonda? A Jean-François, el padre, le daba igual todo y dijo que no habría ningún problema, que entrábamos todos. ¡Bingo! Pudimos sentarnos entre dos asientos y el maletero con las mochilas por donde podíamos. ¡Bonita foto y buen lo que sea eso! Además fue una lección muy bonita para la hija de JF, que era la que conducía acompañada. Ese padre era genial. Nos cruzamos con policías por la carretera y ni si quiera se dieron cuenta del chanchullo. Fueron tan simpáticos que hasta nos llevaron a donde queríamos ir. ¡Muchísimas gracias! Ya estábamos en nuestro destino.
Llamamos a la puerta y, ¡sorpresa!, no eran los abuelos los que nos abrieron la puerta, fue una mujer de 45 años que había salido de la ducha para abrirnos. No entendíamos nada, le explicamos quiénes éramos porque no sabía que veníamos. Fue muy simpática y nos dijo que no habría ningún problema, que podíamos dormir allí. Cuando llegó el abuelo entendimos todo mejor. Hay dos casas y los abuelos viven en la otra, esa era más para los hijos y los nietos. Marie terminó de ducharse y nos sentamos fuera todos para hablar. Su marido, Alain, llegó en bici desde el pueblo cuando su mujer se fue a la cocina a buscar algo para comer. Él tampoco entendía qué hacían esos tres jóvenes en su jardín, pero nos reímos bastante de la situación. Era el doble del escritor Alain Finkielkraut. ¡Eran una familia de artistas! Mientras comíamos hablamos de todo un poco. Al final hablando nos enteramos de qué lugares ocupábamos en la familia. Fue muy interesante y nos enteramos de muchas cosas. Después fuimos a la otra casa para dar los buenos días y presentarnos oficialmente. Eran muy adorables, nos explicaron en detalle la historia de esa casa. Pudimos apreciar que de verdad era todo un placer para ellos acogernos allí. Me di cuenta de que Piriac era como nuestro Eygalières, un lugar de encuentro familiar.
Después les dejamos tranquilos y decidimos irnos a un restaurante bretón que nos aconsejó Alexie y que todo el mundo le dio la razón. Llevábamos días con ganas de probar una buena galette bretona y esa noche caería. Me dejé todo el presupuesto en el restaurante, ¡pero no pasa nada! Las galettes que nos pedimos estaban muy buenas pero aún así no llenaban mucho a nuestro parecer. Y por quejarme un poco más, que sepáis que la camarera era muy desagradable. O como diría Jean-François, "qué pesáh la camarera". En mi opinión el Gulliver de Chambéry está más bueno. Cuando acabé me pedí un chupito de Chouchen por 4 €. Pero bueno, habíamos comido bien y habíamos pasado una buena noche, así que se acabaron las quejas. Volvimos a la casa por el camino que va por la playa. Cuando llegamos todo el mundo estaba durmiendo, así que fuimos nosotros también a dormir.
Pero antes de dar las buenas noches, os voy a contar una anécdota muy graciosa: al día siguiente por la mañana, Théo recibió un mensaje de nuestra prima por parte de padre Noémie, que no tiene ninguna relación con los Toqué (#SergeKaramazov), preguntándonos que cómo nos iba en Piriac. Nos estrujamos los sesos tratando de descubrir cómo sabía que estábamos allí porque no se lo habíamos dicho a nadie en particular. Una pista: nos dijo que tenía un espía. El caso es que un amigo suyo que estaba en Eygalières cuando Théo estaba allí también ahora estaba en Piriac y nos vio por el pueblo cuando fuimos al restaurante. Cosas del azar, ¡bien hecho Noémie!
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- Français: Mon tour d'France en stop, partie 12
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