Mi tour por Francia haciendo autoestop, parte 11

Martes 23 de agosto de 2016- Día 22

¡Hace ya tres semanas que comenzó mi aventura! Este día empezamos haciendo autoestop con Nantes en mente como destino. Pero antes fuimos al Carrefour que había al lado para comprar algunos víveres para desayunar. Nos tomamos nuestro tiempo para despertarnos y desayunar tranquilamente antes de cargarnos con el equipaje y volver a la carretera. Unos 10-20 minutos después paró el primer conductor. Su nombre es Jonathan, trabaja en la construcción de barcos, ese mercado era muy fructífero porque son muchos los ricos que quieren uno, no tiene más. ¡Construyen muchísimos! Al cabo de 40 minutos Jonathan nos deja en Lucs. ¡Gracias tío! Ese pueblo era Les Lucs-sur-Boulogne. Nos bastaba con eso a los tres tontos para hacer una pausa y ponernos a hacer buenas fotos, como por ejemplo en "Le relais des lucs".

Una vez hecho todo eso volvimos a hacer autoestop en esa carretera tan poco frecuentada y en plena solana hasta que "Maüd la chollos de Nantes" nos llevó un poco más lejos, hasta la salida de ese pueblo alejado de la mano de Dios. Tal y como su nombre indica, nos dio un par de ideas para cuando llegáramos a Nantes, aunque ni siquiera vivía allí. Gracias Maüd. Descansamos una hora más o menos para poder comer algo. Había una mesa de pícnic al lado de una panadería donde paraba el autobús, estábamos de lujo ahí, ¿a que sí?

Retomamos el camino y tras esperar un rato con la técnica de "dos hacen dedo y uno se esconde" nos recogió un festivalero que estaba reventado de tanto empalmar fiestas que venía de vuelta. Fue todo un detalle por parte de Arnaud le belle-îlois. Nos habló de los últimos festivales en los que había estado mientras se le entrecerraban los ojos y estaba con la cabeza en las nubes. Arnaud nos dejó en la autovía a las afueras justo antes de entrar a Nantes. Fue un lío, no era el mejor sitio para pararse precisamente. Pero lo hicimos rápido y salimos de allí por un puente. Al final acabamos en una parada de autobuses urbanos de Nantes, era la señal de que nos estamos acercando. El conductor nos habló de una montaña a la que podríamos ir y disfrutar de un paisaje precioso. Llegamos a Nantes sudando pero contentos, pudimos ver los ríos que atravesaban la ciudad. El centro era precioso y estaba muy guay, me recordó a Burdeos.

Nos paramos en una calle que estaba llena de bares (parecía que estábamos en Bretaña a primera vista) para parar a tomarnos una buena cerveza espumosa. Estaba bien fresca y nos sentó de lujo aunque nos subió enseguida. Además para más inri teníamos delante al equipo de Nantes. Nos pusimos a hablar de todo y nos echamos unas risas. ¡Sobre todo cuando nos pegó fuerte al pedir la segunda! El descanso estuvo muy bien y nos costó mucho tener que volver a retomar el viaje, pero queríamos ir a Pornic y teníamos que movernos. Pasamos poco tiempo en Nantes pero fue súper guay, ¡fue una pasada!

Conocimos a Alex, creo, al menos tenía cara de Alex. Un chico joven de 18 años, de buena onda, nos recogió y nos dio consejos también sobre el sitio al que íbamos. Se iba a pasar un año en Australia, ¡buen viaje! Al fin llegamos y nos bajamos en Pornic. Fuimos al puerto y andamos un poco disfrutando de la belleza de aquel lugar mientras buscábamos un sitio más apartado para colocar la tienda. Fuimos por un camino precioso repleto de cabañas que presidían los pequeños acantilados que daban al mar. Encontramos un sitio llano con algún que otro arbusto pequeño que daba al mar y al puerto pero estaba escondido de las casas, ¿qué mejor lugar puede haber para pasar la noche?

Pudimos disfrutar de una puesta de sol espléndida y de comida recalentada: tallarines, pan y queso, estaba buenísimo. Qué noche más magnífica. Théo y Martin se acostaron y yo saqué el cuaderno, el boli y me puse música mientras me iluminaba con la linterna frontal. Me puse a escribir, ya me acostaría luego también.

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