Viaje a Frankfurt
Durante mi estancia en Estrasburgo como estudiante erasmus, tuve la oportunidad de ir varias veces a Frankfurt, pero desgraciadamente, lo único que visitaba era el aeropuerto gigante de la ciudad.
No fue hasta las últimas semanas de mi estancia, que tuve la ocasión de visitar la ciudad durante algunos días.
¿Cómo llegar?
Como siempre, cogimos un autobús de la marca Flixbus que salía desde la Place de l’Étoile de Estrasburgo, y que nos dejaba en la estación de trenes (Hauptbahnhof) de Frankfurt. Sin duda, la mejor opción para llegar desde Estrasburgo a Frankfurt es el autobús de Flixbus, o por lo menos, la más económica. El viaje duró algo más de cuatro horas y media porque había mucho tráfico. Y aunque probablemente el viaje el tren pueda ser más corto, también es el doble o el triple de caro.
Experiencia
Íbamos con muchas expectativas puestas en Frankfurt, ya que es una ciudad de bastante renombre, y lo cierto es que lo que nosotros pudimos ver de la ciudad, no estuvo a la altura.
Nada más llegar a la estación de trenes, localizamos nuestro hotel para dejar las maletas y poder ir tranquilamente a dar una vuelva por la ciudad, aprovechando que hacía buen tiempo. Aunque teníamos la opción de coger un tranvía que pasaba justo por la puerta del hotel, preferimos ir andando porque el centro no quedaba demasiado lejos. Una vez en el centro, visitamos la famosa plaza: Romer Platz. Lo que nos encontramos fue una plaza en obras, sin ningún encanto en particular. En la misma plaza se encontraba la oficina de turismo, así que nos pasamos a coger un mapa de la ciudad, porque andábamos un poco perdidos. Después, continuamos nuestro camino hacia una de las calles principales de la ciudad, que si no recuerdo mal, se llama Berger Straße. A mitad de camino, nos encontramos una especie de mercado de comida callejera, y aprovechamos para tomar las típicas Wurst en uno de ellos. Sin miedo a equivocarme, diría que aquel puesto de salchichas, y las salchichas en sí, fueron lo mejor de todo el viaje.
Lo que encontramos después, fueron solo tiendas y más tiendas. Y aunque intentamos buscar algo más turístico por el centro de la ciudad, no encontramos nada que fuera digno de inmortalizar en una foto. Así que nos fuimos un poco más hacia la zona del río, y esta zona sí que era bastante bonita. Lo más llamativo, era el puente enorme, no apto para agorafóbicos. Alrededor del río, había barquitos-restaurantes, en los que se podía tomar algo. De manera, que nos paramos un rato en uno de ellos para probar, ahora sí, la famosa cerveza alemana. Eso sí, dejándonos un dinero importante por cada cerveza que pedimos.
Aparte de esto, no vimos nada así llamativo o bonito, solo alguna que otra iglesia, de las que se acostumbran a ver en la zona. Así que volvimos al hotel para descansar.
Al día siguiente, fuimos a visitar un jardín también bastante famoso de la ciudad que se llama Palmengarten. La entrada para visitar el jardín no era muy cara, y si llevabas el carnet de estudiante te hacían un descuento. La chica que nos atendió fue muy simpática y nos hizo el descuento, a pesar de que no llevábamos los carnets de estudiante con nosotros. Una vez dentro del jardín, nos dimos cuenta que tampoco había nada impresionante dentro del jardín. Simplemente se trataba de un jardín botánico, y si no eres muy fan de este campo, el jardín no resultaba muy interesante.
Nuestro día fue un poco fail, porque después de eso, se puso a llover y no encontramos nada nuevo que hacer, así que solo continuamos dando vueltas por la ciudad y volvimos a comer en el puesto de salchichas.
Para cenar, fuimos a un sitio llamado La Perla, y la experiencia fue horrible no, lo siguiente. El trato fue malísimo, el servicio pésimo, los precios desorbitados y la comida más bien mala. Luego descubrimos que tenía críticas malísimas en google, y también nos decidimos a dejar la nuestra propia para evitarle el mal rato a cualquier otro visitante.
Así terminó nuestra excursión en Frankfurt, y volvimos a Estrasburgo con un sabor de boca un poco amargo, pero contentos por haber disfrutado de las pequeñas anécdotas del viaje y de haber descubierto una ciudad nueva, a la que, para hacer turismo, no creo que volvamos.