Solas - Escena 6

Escena 6

La luz es cada vez más débil, el espectador cada vez puede distinguir menos los rasgos faciales de los personajes.

Se ha colocado una fila con 3 sillas de aeropuerto justo en medio de la escena.

Clémence 2 y 3 acaban de sentarse una al lado de la otra:

Clémence 2 y 3, al unísono: Soy ciudadana del mundo, a donde voy es mi casa y soy extranjera allá donde voy. Estoy en todas partes y no estoy en ninguna.

Clémence 2: 25 de octubre de 2012, 8 h de la mañana, Dimitry, viaje a Tallin, capital de Estonia. En mitad del mar Báltico sale el sol. Hace frío, había que levantarse temprano pero ha valido la pena.

Ruido de diapositivas, se proyecta la foto de esta isla al amanecer.

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Clémence 3: En la antigua ciudad, por todas partes olores increíbles de almendras tostadas con especias. El pasado medieval y la importancia que tenía Tallinn en la época de La Hansa se han convertido en un argumento turístico, una temática recuperada por cantidad de restaurantes para dotar de un encanto pintoresco a la pequeña ciudad. Los adoquines mojados contrastan con todas esas paredes de color pastel. Amarillas, azules, verdes, rosas, para embellecer la ciudad cubierta de nieve durante los largos meses de invierno.

Clémence 2: A menudo se asocia a Estonia con sus vecinas, Lituania y Letonia, pero es con Finlandia con la que el país tiene más afinidad. La lengua se parece muchísimo, y el pasado soviético que tienen en común las acerca aún más. Donde de verdad hay diferencia es en el coste de la vida, sobre todo del alcohol. Los finlandeses van con frecuencia a Estonia para abastecerse de cerveza y de bebidas de todo tipo.

Cleménce 3: Tallinn es una ciudad en la que es agradable pasear, una ciudad que parece atrapada entre ese reluciente pasado medieval y ese período comunista del que todavía se pueden ver los restos en el aspecto decrépito de algunos edificios. Tallinn, corazón histórico rodeado de un anillo periférico moderno y dinámico, dos ciudades en una ciudad, una bonita sorpresa.

Cleménce 2 y 3, al unísono: Soy ciudadana del mundo, a donde voy es mi casa y soy extranjera allá donde voy. Estoy en todas partes y no estoy en ninguna.

Clémence 2: 2 de noviembre de 2012, 20:00 h, Estocolmo, Yasmin, su familia, sus amigas. Viaje sorprendente e inesperado en la capital sueca. Las aventuras empezaron antes incluso de haber visitado la ciudad.

El metro, la cartera de Yasmin, un ladrón, corro, grito, él tropieza, lanza lo que ha robado, se va corriendo, lo recojo, tiemblo, la policía, tiemblo.

Clémence 3: Por lo menos Yasmin intentó que disfrutara de Estocolmo. La construcción de la ciudad es realmente interesante, tiene cantidad de tintes parisinos con sus grandes avenidas bordeadas por farolas. Todos los edificios históricos y reales son fastuosos y te ayudan a entender el papel que jugó el reino durante siglos.

Clémence 2: Le pedí a Yasmin que me hablara en sueco.

Yasmin (voz en off): ¿Sabes qué? Los suecos cuidan mucho su imagen, se preocupan por lo que la gente pueda decir de ellos. Por eso me gusta París, puedo cantar en la calle sin que la gente me mire de arriba a abajo, puedo vestirme como sea sin preocuparme.

Ruido de diapositivas, oímos reír a Yasmin, tararear una canción y pronunciar dos o tres palabras en persa; después aparece su foto, apoyada en la barandilla.

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Clémence 2: Paseamos por las avenidas, por las callejuelas, por los puentes, por los parques, por los museos; pero en cuanto cayó la noche, la ciudad cambió totalmente de aspecto. Yo estaba acostumbrada a la pequeña capital de Helsinki y también seguía conmocionada por el robo de la cartera; me sentía insegura, no me gustaba deambular, no me fiaba. Al contrario que Finlandia, Suecia es mucho más multicultural y los principales individuos abandonados por la sociedad son, la mayoría, inmigrantes. Están a menudo reunidos en algunos barrios poco recomendables cuando eres una chica sola y es ya tarde por la noche, lo que crea otra brecha geográfica visible.

Clémence 3: Me ha gustado este país, pero sobre todo me ha gustado Yasmin, su familia, su hospitalidad. Me fui de Suecia teniendo la sensación de que, mucho más que en Finlandia, la sociedad sueca está basada esencialmente en el mérito, en el éxito personal y la imagen rigurosa, a prueba de balas, que hay que dar.

Clémence 2 y 3, al unísono: Soy ciudadana del mundo, a donde voy es mi casa y soy extranjera allá donde voy. Estoy en todas partes y no estoy en ninguna.

Clémence 2: 16 de noviembre de 2012, 8:00 h de la mañana, Nicolas, Domitille, Julien. El viaje mejor organizado, el más relajante, los reencuentros. Al principio, una coincidencia.

Yo conocía a Nicolas, Domitille conocía a Titouan, Nicolas conocía a Titouan, yo conocía a Domitille. Titouan y Nicolas vienen los dos de Ciencias Políticas en Estrasburgo, Titouan está en Portsmouth, Domitille está Portsmouth, Nicolas está en Helsinki y yo estoy en Helsinki. Nos encontramos en Copenhague y Julien vino con nosotros.

Clémence 3: Había reservado un apartamento en una página web de alquiler de particular a particular. Un loft, el metro al lado, la ciudad aparece ante nosotros. Todo va perfectamente. La visita al castillo de Rosenborg, el barrio de Christiania, la Rundetårn (Torre Redonda), la sirena de Copenhague, el mercado de navidad, un concierto.

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Clémence 2: Copenhague, el amor a primera vista, el compromiso entre los países del norte y el oeste de Europa. La ciudad tiene tanto de Ámsterdam como de Berlín, pero se parece un poco a Estocolmo. Todo está cerca, la gente es amable, servicial. La época de navidad da a la ciudad un aspecto de todavía más dureza. Las plazas están adornadas con guirnaldas resplandecientes, los escaparates de las tiendas se vuelven mágicos, la gente bebe vino caliente con mucha canela, el ambiente es apacible, cálido a pesar del frío glacial. Y Domitille, los reencuentros, los recuerdos que se crean, fascinante.

Ruido de diapositivas, se oyen villancicos, risas, el rumor de una ciudad que se enternece. Se proyecta esta foto de Copenhague y de Domitille, sonrisa de oreja a oreja.

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Clémence 4 entra en escena. Lleva la misma mochila que Clémence 2 pero esta está vacía. También lleva reloj. Acaba de sentarse al lado de Clémence 3.

Clémence 2, 3 y 4, al unísono: Soy ciudadana del mundo, a donde voy es mi casa y soy extranjera allá donde voy. Estoy en todas partes y no estoy en ninguna.

Clémence 3: 13 de diciembre de 2012, 18:00 h, Amandine, Roxane, Judith, Inarie, Laponia. La última odisea.

Un viaje organizado por una asociación Erasmus, cruzar el país para llegar a Inari, principal ciudad de Laponia.

Clémence 2: Laponia no es un país, si no un territorio que, sin embargo, tiene bandera. Es el territorio de los saamis. Agrupa el norte de Noruega, Suecia, Finlandia y la casi isla rusa de Kola. Después de 13 horas de tren y 5 horas de autobús, Laponia se extiende ante nuestros ojos.

Proyección, más abajo, de la foto del territorio lapón nevado; se escucha de fondo un ligero soplo de viento, la nieve que cruje bajo nuestros pasos, las respiraciones cada vez más insistentes.

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Clémence 4, se gira hacia Clémence 3 y le pregunta señalando su reloj: ¿Qué hora es?

Clémence 3: Nos alojamos en pequeñas cabañas de madera cuyo color rojo tan vivo contrastaba con la nieve blanca y limpia. Los paisajes nos dejaban sin aliento, no queríamos cerrar los ojos para no perdernos nada de ese magnífico lugar. El silencio tan pulcro en Finlandia, cobraba todavía más sentido en esos bosques interminables. Llaman al mes de diciembre el mes sin sol; este permanece escondido detrás de las nubes durante el poco tiempo en el que es de día, es decir, entre las 10:00 h y las 13:30 h.

Clémence 2: Descubrimos una granja de renos, trajes tradicionales, paseos en trineo con perros, sauna, baño de nieve, visita al museo saami... El momento más mágico llegará, a pesar de todo, esa noche del 16 de diciembre de 2012. El campamento se encontraba al borde de un lago cubierto por 40 centímetros de hielo. Cuando ya estaba bien entrada la noche y empezaron a aparecer auroras boreales en el cielo, el responsable del campamento nos propuso ir en medio del lago para alejarnos de toda fuente de luz y disfrutar del cielo.

Clémence 4, girándose hacia Clémence 2 y señalando su reloj: ¿Qué hora es?

Clémence 3: Primero insegura, empecé a andar sobre el lago helado y después me adentré poco a poco en la oscuridad de la noche lapona. En cuanto estuve a unos cien metros de la orilla, me deslicé sobre mi espalda, muy abrigada y observé el cielo... Nunca he visto nada igual.

Ruido de diapositivas, proyección de las auroras boreales para cerrar la escena:

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