Montes de Poloniny : viaje al fin de Europa (2/2)

23 de abril 2016

Día 2 : Encuentros de un francés y un Skoda

En este « extremo del mundo » nombrado Nova Sedlica, donde el cartel del pueblo está escrito tanto en eslovaco como en ucraniano, donde las ancianas se cubren con pañuelos color azul marino con manchas cobrizas y esmeraldas, es definitivamente el último lugar donde hubiera imaginado encontrarme a semejante tipo.

Ya me lo había cruzado ayer, como si él fuera extranjero, así que comencé mi caminata hasta la frontera ucraniana. Simplemente me había asegurado, en ese marco de silencio, : « No soy el único turista, ¡somos dos! »

A mi regreso, en la sala rústica de madera del restaurante Kremenec, lo vuelvo a ver sentado a mi derecha. En todo momento con aire bondadoso, su chamarra azul marino, su corona de cabellos frizados y canosos. En la planta alta, me enteraría más tarde que él es, en efecto, el único otro además de mí ocupando los cuartos de cuatro camas. Fatigado tras mis tres horas de caminata, hice llamar a lo largo de la sala, como es tradición en una comida francesa, a la mesera castaña, quien hablaba inglés. Ella suelta, antes de darme la espalda, la información de la noche, la cual sin duda me la cambiaría toda : « ¿Usted sabe que el señor sentado allá habla francés? »

Cuando él abre su boca, comienza con una sonrisa juguetona : « Los franceses no son difíciles de reconocer, ¡con su acento! » Habremos terminado en la misma mesa, contentos de hablar en la misma lengua que Hugo en medio de palabras eslovacas.

Para el desayuno, casi a las 8 de la mañana, me lo vuelvo a encontrar : misma mesa, pero los lugares invertidos. « ¿Por qué has terminado en los Poloniny? » pregunto con asombro. Untando su pan con miel, me explica : « Llegué de Beauvés (Oise) al principio de la semana. Quería tomar un poco de vacaciones y reunirme con mi novia, quien es diseñadora de vestuario en el teatro Bratislava, en Banska Bystrica, la gran ciudad al centro de Eslovaquia. Pero no quería, como la vez pasada, pasar mis tardes viendo series de TV en eslovaco, las cuales aparte ni comprendo. Así que alquilé un coche para escaparme un poco. Ayer estaba cerca de Poprad, en Spisske Bystre (impronunciable, ¡ay el eslovaco! ) y ahora, gracias a los consejos de mi guía impresa, heme aquí por tres días en Nova Sedlica. »

Le da un trago a su café turco y voltea a ver su reloj : « Bien, son las 9. El tiempo que toma subir el Kremenec : tres horas. Al medio día estaré allá arriba. » No habría podido acompañarlo en el ascenso de dicho símbolo tri-nacional, situado entre Polonia, Eslovaquia y Ucrania. Mis conexiones de autobús y de tren comenzaban a medio día camino a Presov.

Regreso inesperado en Skoda

monts-de-poloniny-voyage-bout-de-leuropeBosque de hayas río arriba del pueblo de Zboj, finales de abril, en el parque nacional de los Poloniny.

Un recorrido por el bosque, un poco más abajo en el valle, en Zboj, ocuparía toda mi mañana. Por segunda vez en dos días, me habría quedado congelado de asombro, esta vez ante dos venados. Arrugando el tapiz de hojas, bajaban la pendiente a trote y del tamaño de caballos, a sólo decenas de metros de mí. La primera vez que vi eso fuera de un zoológico.

No obstante, el paseo forestal de tres horas, improvisado por el sentido de orientación y prologando por el exceso de curiosidad, me ha hecho perder el autobús de medio día. Como no era día de dos martillos cruzados (laboral) en los tableros de horarios, ¡el próximo pasaje era hasta las 4:45 de la tarde!

Para pasar el tiempo, de nuevo caminé hacia la salida del valle, en medio de la ruta poco frecuentada (diez coches por hora). Cuando, poco antes de mi partida de Zboj, escucho un vehículo llegar detrás de mí que frena y se detiene a mi lado. ¿Qué es esto? Una voz en eslovaco, al mismo tiempo que dos cabezas se asoman por la ventanilla : « ¿A dónde vas? » Tengo mala pronunciación, así que mejor les muestro mi papel con la parada de mi autobús « Stakcin. » « ¡Sube! » me hace la señal la chica rubia que conduce.

Estos fronterizos de Ucrania me habrían llevado finalmente hasta Humenné, a la altura de mi última conexión. La estación de Stakcin no pagaba como mina y parecía que el tren ya había pasado. Y, paradójicamente, el Skoda, coche local por excelencia (de República Checa), salió después que el autobús que perdí... Pero yo llegué antes que él a Humenné. ¡Cómo se pierde tiempo en conexiones y uso del transporte común por aquí! Como aclama el eslogan de la marca Skoda : « Simply clever » (« Simplemente astuto »).


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