De la Roma eslovaca (Trnava) a las montañas de la capital (Pequeños Cárpatos) - Me lanzo a la conquista del oeste eslovaco (4/8)

19 de mayo de 2016

Día 4

a-conquete-de-louest-slovaque-48-8b86f1cPlaza de la Trinidad en Trnava. De izquierda a derecha: el Teatro, la Iglesia de la Santa Trinidad, la Torre del Reloj y la columna de la Trinidad.

Todavía no eran ni las ocho de la mañana cuando me puse a observar cómo se llenaba de vida bajo el hotel el barrio soviético. El puente peatonal que pasa por encima de la vía rápida, línea que separa la zona vieja de Trnava del barrio soviético, se llenó de trabajadores y estudiantes con prisa. Pero cuando pasas a la zona antigua de Trnava, vuelve a reinar la calma. El cielo despejado, únicamente salpicado de cirros, le da un aire aún más tranquilo a la ciudad.

El apodo de "la pequeña Roma eslovaca" por sus trece campanarios le viene como anillo al dedo. Es una de las ciudades más bonitas de Eslovaquia, quizá sea la más bonita junto a Levoca. Trnava es una ciudad completamente histórica, representa todas las características de los centros históricos de todo el país.

Cuenta con un gran emplazamiento comercial con mucha vida (Hvalna), con iglesias tanto austeras (San Nicolás) como recargadas (San Juan Bautista), con callejones de casas multicolores (Stefanicova), con la plaza de la colonia obrera (la de la Trinidad), con fachadas clásicas y barrocas de palacios y con murallas. Y sobre todo, tiene mucho menos tráfico de coches, no como en Nitra, ¡que ayer casi me muero!

Durante 24 horas fui un estudiante de biología

Sobre las 11:00 puse rumbo en dirección al oeste para ir a los Pequeños Cárpatos. Me adentré en las alturas del Modra, es un pueblo viticultor de casas bajas, como las casas de mineros del norte. En la aldea de Piesok, antes de salir le eché el ojo a una pensión que había en mitad del bosque.

¡Cuando llegué creí que tendría que acabar bajando el Modra para poder dormir en algún sitio! Un profesor de biología que se alojaba allí responsable de sus estudiantes me explicó que en esa pensión tan solo daban reserva a los grupos. "¿Estas solo? " me dijo sorprendido, "eso no suele pasar, es algo nuevo". Se sorprendió de que estuviera solo en aquella aldea encaramada en el monte, así que me preguntó "¿Cómo has encontrado este sitio? ", pero la propietaria fue muy comprensiva y me dejó quedarme. "¡A partir de ahora serás uno de mis estudiantes durante 24 horas! " dijo el profesor riéndose y moviendo su bigote canoso.

Eran ya más de las doce cuando llegué, pero por suerte, la comida se servía a las 13:00. Así que tuve tiempo de ver cómo a aquellos jóvenes de primer año clavaban a unos escarabajos y algún que otro escarabajo pelotero en un trozo de poliestireno. Los habían cazado dos días antes y estaban tan barnizados como un trozo de madera de ébano. Para pasar el rato, el profesor, que iba vestido de camuflaje, me enseñó su mapa de los Pequeños Cárpatos y me enseña los senderos que había por la zona.

Los Pequeños Cárpatos, el adorado macizo de la capital

Me levanté de la mesa cuando estaba lleno. Le cuento al profesor la intención que tengo de ir a Vysoka ("Haute" en francés, "Alto" en español), es el punto más alto de los Pequeños Cárpatos a 754 metros de altitud. La primera reacción que tuvo fue: "Anda, al final nos dejas", y le respondí: "¿por qué? ". Se preocupó y me dijo un poco borde: "Como ya sabrás son 8 horas ida y vuelta. " Luego se miró el reloj y me dijo muy serio: "Son las dos, tienes unas 7 horas aproximadamente de camino".

Le expliqué que en las señales de senderismo ponía que tan solo eran 4 horas el camino de ida y vuelta. Me puso mala cara, haciendo alarde de su escepticismo. Acabé preguntando que a qué hora cenaban. "A las 19:00, ¡pero intenta llegar antes de que se haga de noche! Dame tu número de móvil si quieres. Venga, ¡lleva cuidado y mucha suerte! " dijo con una sonrisa sarcástica al ver que no le tomaba en serio.

a-conquete-de-louest-slovaque-48-810a339El Monte Vysoka, de 754 metros, es el punto más elevado del parque regional de los Pequeños Cárpatos.

Tal y como decían los carteles, comienzo las dos horas de senderismo. Mi ruta pasaba por el medio de un montón de troncos elegantes de hayas, cuyas hojas cubrían el cielo de verde. También pude oler el fuerte olor a ajo oso, tan fuerte como el del ajo de la cocina. Por esa razón, justo antes de llegar a Vysoka, la planta predomina en el sotobosque, haciendo de colonizadora.

Una vez ya habiendo llegado a la cima, me impongo por encima del bosque, que se veía tan denso que parecía un montón de musgo apretado. Es lo que más salta a la vista en estas montañas. A la vuelta, por el sur, se extendía una gran mancha blanca que relucía al sol. Es Bratislava, desde donde empecé mi viaje ayer. Un poco más abajo, en el lugar conocido como Cermark, desvío la mirada del camino para observar cómo unos amigos improvisaban una barbacoa en plena naturaleza.

Perdidas a 7 kilómetros de su casa

a-conquete-de-louest-slovaque-48-eb745e3El macizo tiene un denso bosque de hayas, por el que es muy fácil perderse (si te sales del sendero).

Estaba a quince minutos de mi refugio cuando de pronto, escuché unos gritos que provenían del río. Me gritaban a mi. Como las dos mujeres estaban hablando en eslovaco y desde muy lejos, no sabía qué querían de mi. "¿Dónde está el parking? ¡Nos hemos perdido! " me dijo en inglés la mayor de las dos, agotada, confusa y con ganas de llegar ya. Les indiqué que era siguiendo las señales amarillas del sendero.

Aún un poco confusas y agradecidas, la tía se volvió habladora de pronto. "Queríamos ir al Velka Homola, ahí hay un mirador de madera y tiene vistas al valle" dijo señalando con el dedo hacia el norte con remordimiento. "Voy con mi sobrina y hemos intentado seguir las marcas rojas pero no ha servido de nada" dijo moviendo los brazos, aún asustada. "Así que cuando intentamos dar la vuelta por los montes y valles, de pronto nos dimos cuenta de que habíamos llegado hasta el río y que teníamos que cruzarlo, ahí fue cuando te oímos pasar y empezamos a gritar. " Detalle curioso: la tía vive en Modra... ¡aunque estés a dos pasos de casa uno aún puede perderse!

Su sobrina, que tendría mi edad (20 años), se quedó callada porque era hispanohablante y venía de Chile. Conforme fuimos llegando al parking abrió la boca y dijo en inglés: "¡eres nuestro salvador! "

Cuando ya se acabó el sendero las dos mujeres no conseguían encontrar el coche. Ni siquiera yo mismo reconocía el aparcamiento del cual había salido hacía dos horas. Esa noche estaba abarrotado de coches. ¿Qué había pasado? Puede que los Pequeños Cárpatos fueran unas montañas perdidas situadas a 30 kilómetros de Bratislava. Iban los ciudadanos y los extranjeros que pasaban por la capital. Pero se dio el caso de que en el hotel de 4 estrellas que había delante del aparcamiento daban una conferencia internacional sobre las nanotecnologías.

Llegué sobre las 18:30 al refugio y fui a saludar al profesor de biología, que estaba sentado con su portátil encima. No se sorprendió de que llegara de Vysoka en menos tiempo del que él había previsto. Seguramente habría mirado mientras tanto el mapa y se daría cuenta de que estaba equivocado. Tan solo hizo una pausa de lo que estaba haciendo y sonrió diciendo: "Anda, ¡ya has llegado!"


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