Erasmus en Dinamarca: Ruta en coche.

A menos de un mes de volver a España decidimos desplegar un mapa de Dinamarca, tachar las ciudades que ya habíamos visitado y marcar ciudades importantes que todavía no habíamos visto. Entonces nos dimos cuenta de que apenas conocíamos nada de la zona Oeste de la Península de Jutlandía, así que decidimos alquilar un coche y hacer una pequeña ruta de un día para despedirnos en condiciones de todo lo que nos había aportado este maravilloso país. Así, en un día visitamos la isla de Rømø, la ciudad antigua de Ribe y la famosa escultura gigante de Esbjerg.

Para alquilar el coche nosotras utilizamos la compañía "Sixt" pero en Aarhus funcionan bastantes compañías de alquiler y todas por son por el estilo, así que básicamente nosotras comparamos precios y pedirmos en la que mejor nos salía el viaje. Al final encontramos un coche para cinco que nos salía por el mismo precio que uno para cuatro, así que acabamos cogiendo ese por comodidad. Pagamos alrededor de 45€ por alquilarlo todo el día.

Como siempre, queríamos aprovechar el día lo máximo posible, y además era diciembre y el sol se escondía muy pronto, casi a la hora de comer, así que a las siete y media de la mañana estábamos preparadas para empezar lo que no sabíamos que iba a ser la ruta con más frío que íbamos a hacer en todo el erasmus. Aun así, fuimos bien preparadas. Abrigos de plumas, gorro, guantes, bufanda, tres capas de ropa, calcetines de lana y unas buenas botas. Nunca es suficiente ropa para no pasar frío, al menos si eres tan friolero como lo soy yo, así que mejor prevenir, y ya si da la casualidad de que hace calor, quitarte capas. Mejor que sobre a que falte.

Nuestra primera parada era el punto que estaba más lejos de Aarhus, y la intención era empezar por allí e ir haciendo el camino de vuelta a nuestra ciudad parando en algunos de pueblecitos del camino. Sin importarnos demasiado la lluvia, emprendimos camino hasta Rømø, una isla considera espacio natural protegido en la que apenas viven un millar de personas. Nos habían comentado que esta pequeña isla era famosa por sus largas playas (de hecho, por lo visto es una de las más largas de Europa), y nosotras no podíamos perdernos las vistas de la última playa desértica de Dinamarca, así que allá nos fuimos.

Lo que más me impresionó de este lugar se encuentra justo antes de llegar a la isla. Y es que una fina y larga carretera une la pequeña isla con el resto de la península, y cuando vas dentro del coche adentrándote cada vez más en el camino puedes ver que el agua no llega a las ruedas de milagro. Todo alrededor de la carretera es mar, y lo único que nos separaba de él era un dique que habían construído para que el único camino que une ambos lugares no quedase inundado. Además, a esto había que sumarle toda la niebla que había, que no era poca. Si mirabas por la ventanilla veías muy cerca el mar, pero si levantabas la vista podías observar como el agua iba desapareciendo con tanta niebla.

Al llegar puede que nos perdiésemos un poquito (mucho). Se supone que cuando llegas al final de la carretera un camino te lleva exactamente hasta la playa, pero nosotras nos saltamos la señalización y acabamos recorriéndonos casi la mitad de la isla. Lo bueno de esto es que descubrimos algunas de las viviendas de las pocas personas que actualmente vivían allí, casitas de madera o ladrillos, algunas con tejados cubiertos de paja o hierba (una curiosidad que me contaron en mi viaje a Noruega es que los tejados tienen hierba para que pasten las ovejas, sí, aunque parezca increíble).

Al encontrarnos por fin y llegar a la playa no queríamos salir del coche, y es que el frío que hacía era indescriptible, y en cuanto abrimos la puerta tuvimos que cerrarla de nuevo para no congelarnos. Daba igual las capas que llevases, se te congelaba hasta el alma. Pero nos armamos de valor y dimos una vuelta por las dunas y la playa mojada, y además aprovechamos para inventar un baño entre las dunas, a pesar del frío, porque ya no aguantábamos más. Las vistas impresionaban, ya que no veías fondo, todo era casi completamente blanco.

Estaba toda la playa desierta y apenas se veían un par de coches difuminados muy a lo lejos, así que a mis amigas se les ocurrió la genial idea de hacer algunos trombos en la playa con los que acabé mareadísima.

Nos montamos en el coche para dirigirnos a nuestra segunda parada de la ruta: Ribe. Esta ciudad es famosa por ser una de las más antiguas de toda Dinamarca, y además por ser una ciudad preciosa. Y la verdad es que no se equivocaban. Es cierto que probablemente con menos lluvias y menos frío podríamos haber disfrutado más de este lugar, pero la verdad es que si así ya era bonita, no puedo imaginarme cómo será un día de verano en el que haga buen tiempo.

Lo primero que vimos al salir del coche cuando aparcamos en Ribe fue una enorme torre, la torre de la catedral de Ribe. Esa torre sería el punto perfecto de encuentro en una ciudad muy grande y con mucha gente, porque la verdad es que se podía ver casi desde cualquier punto en el que estuvieras. Normalmente se puede subir a una de las torres para tener vistas de toda la ciudad, pero con tanto viento no estaba permitido subir, así que sintiéndolo mucho, nos quedamos sin nuestras vistas.

Hay algunos museos que ese día estaban cerrados, así que nos adentramos por las calles de la ciudad para conocerla un poco mejor. Vimos su iglesia más famosa, la Iglesia de Santa Catarina, y estuvimos cotilleando en los puestos navideños de la plaza, algo que siempre es un placer hacer porque la mayoría de cosas que venden suelen ser artesanales. Además, os recomiendo que si vais a Ribe entréis en todas las tiendecitas del centro, porque la verdad es que tienen cosas artesanales típicas preciosas. Aquí pasamos gran parte del día, ya que fue donde paramos para comer y tomar algo caliente, que el cuerpo ya lo pedía. Además estuvimos caminando por la zona del puerto, que era muy agradable y además también estaba decorado con luces de navidad.

Os recomiendo que si decidís pasaros por Ribe lo hagáis también un fin de semana, que es donde más ambiente hay por las calles, independientemente de lo mucho o poco que llueva ese día. Entre semana la gente está resguardada en sus oficinas, tiendas y casas, y sobre todo si hace mal tiempo.

Nuestra siguiente parada fue una de las mayores decepciones de todas las visitas que habíamos hecho por Dinamarca hasta ahora. Mira que yo soy siempre de mirar el lado bueno de todo y encontrar lo bonito de lugares y momentos que aparentemente no tienen nada, pero al llegar a este lugar nos dimos cuenta de que era misión imposible, y es que Esbjerg fue sin duda la peor parada de nuestra pequeña escapada de un día por Dinamarca y podíamos haberla saltado sin problema para visitar algún otro pueblo más bonito.

Aquí solo veníamos a ver una cosa concreta, el monumento gigante llamado Men at Sea creada por un diseñador danés famoso, Svend Wiig Hansen. Es lo que vienen a ver a esta ciudad la mayoría de los turistas, ya que es Esbjerg es una ciudad más en la que tampoco ponen demasiado énfasis en las guías sobre Dinamarca.

El caso es que esta estatua está formada por cuatro hombres construídos a base hormigón blanco sentados frente al mar, y en las fotografías de internet impresionaba bastante verlos, sobre todo si comparabas su tamaño con el de las personas que salían al lado, pero al llegar fue una de esas sensaciones de "¿y tanto para esto?". Quizás es porque ya casi era de noche, pero la verdad es que a no ser que estés de paso, no merece mucho la pena subir desde Ribe para verlo (Os dejo una foto del lugar que sacó una amiga en otra ruta porque las mías tenían una calidad horrible por la poca luz que había).

Y se nos echó la noche encima. La verdad es que es muy bonito ver las ciudades con decorados navideños (que están puestos a partir de octubre, antes de que llegue halloween), pero es verdad que los días cunden mucho menos y eso hace que las visitas tengan que acortarse, así que paramos brevemente por Kolding para tomar un café antes de regresar a Aarhus, sobre las ocho y media de la tarde.

Esta también es una de las ciudades que me quedé con ganas de ver de verdad, adentrándome en sus calles y conociendo un poquito mejor su historia, pero bueno, qué le voy a hacer. Como sé que habrá próxima vez recorriendo Dinamarca, aunque tengan que pasar muchos años para ello, sé también que volveré aquí.

Y esa fue toda nuestra ruta. La verdad es que, como digo, no descarto volver a Dinamarca algún día, y sé que si lo hago será en verano para poder volver a recorrer todas las ciudades que pueda, porque la verdad es que a pesar de que muchos de los pueblos parezcan similares, todos tienen algo que los diferencia e identifica.

Así que si queréis hacer un viaje pero no sabéis dónde, o queréis venir a Dinamarca pero solo pensáis en Copenhague, os recomiendo que os quedéis solo allí, que conozcáis todo lo que podáis del país, porque la verdad es que cada pueblo es sorprende y curioso por igual, y excepto alguna cosilla como os he comentado, no hay prácticamente nada que no merezca la pena ser visitado.

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