Cachoeira dos Perdidos

Cachoeira dos Perdidos

Una de las cosas por las que destaca Brasil, es su inmensa diversidad de áreas naturales de las que podemos disfrutar, las "cachoeiras" (o en castellano cascadas), son un elemento imprescindible en los diferentes parajes brasileños. Era muy frecuente que siempre que realizásemos alguna trilha (una ruta de senderismo) por alguna de las zonas de la isla de Florianópolis nos encontrásemos con cascadas por el camino, o también que ese fuese el premio final, y el camino desembocase en una preciosa "cachoeira".

De todo tipo, en Brasil podemos visitar desde las más conocidas e inmensas (reconocidas como maravilla del mundo) como las de Iguazú (de las que os hablaré más adelante) y otras recónditas y casi inaccesibles como la que visitamos y que os cuento aquí.

En nuestro viaje a Curitiba, que ya os había comentado, nos alquilamos un coche desde Floripa para llegar, y ya teniendo coche, ¿¡por qué no investigar!? Nos habían hablado de una cascada muy conocida y aunque era un poco difícil llegar por la señalización decidimos ir a visitarla.

Merece la pena mencionarla en una entrada a parte porque es preciosa, y para detallar un poco el acceso, pues no es muy fácil llegar.

Para llegar a esta singular cascada, localizada al sur del estado de Paraná, deberemos circular por la autovía BR-376 dirección Santa Catarina (desde Curitiba) hasta el punto kilométrico 666, donde habremos pasado un puesto de peaje (1. 10 reales) y después seguir las indicaciones en dirección “Matulão”, saliendo de la autovía siempre antes de llegar al puesto policial.

Es una entrada complicada, ya que no está asfaltada y en ningún momento tenemos una indicación de la cachoeira que buscamos, ya que así preservan su identidad y no la explotan de manera masiva. Después de salir de la autovía, continuaremos un par de kilómetros por un camino de barro y llegaremos finalmente a una hacienda particular, donde deberemos dejar el coche aparcado y pagar la “taxa de visitação” que son 10 reales por persona.

Una vez pertrechados, saldremos del cercado y continuaremos por un camino estrecho de tierra, hasta llegar a la densa vegetación, donde las únicas indicaciones serán unos pañuelos azules atados a algunos árboles y algunas cuerdas.

La ruta es en algunos tramos complicada, ya que es inevitable vadear algún río o ayudarse de cuerdas para salvar los distintos desniveles. Son unos 4km de ida, pero con mucho desnivel.

Cabe destacar que si es época de lluvias, el terreno se vuelve muy resbaladizo y mantener el equilibrio no es tarea fácil. Como he aconsejado varias veces en mis textos y como es lógico y común, para hacer este tipo de visitas es aconsejable llevar un calzado adecuado y no ir en chanclas, por la seguridad de tus pies y por tú seguridad.

Según nos acercamos, las diferentes caídas y rozaduras, vemos que merecen la pena. La verdad es que nos habían dicho que el paisaje era bonito, pero yo no me imaginaba que sería tanto. Quizá uno de los mayores encantos es esa inaccesibilidad, que todo sigue en un estado muy rústico y virgen, añadido al hecho de que allí no había nadie más.

Para los más aventureros, es recomendable continuar la ascensión por el lateral izquierdo de la cascada, para llegar a una piscina natural en el nivel intermedio. Y a la parte de arriba, aunque está poco accesible, es totalmente aconsejable.

Una vez en el punto más alto las vistas valen el esfuerzo. Aunque todo el camino es precioso, en la cima te sientes casi el dueño del mundo jajaja.

Si el tiempo acompaña, pegarse un baño y sentir la fuerza del agua, es una sensación indescriptible. Siempre teniendo cuidado de no caernos y que nos arrastre la corriente, pues resbalarse es muy fácil, aun una vez sentados uno debe ir con cuidado.