El callejón de Hamel

Publicado por flag- Juanjo de Gea — hace 5 años

Blog: Cuba: hasta la victoria siempre
Etiquetas: flag-cu Blog Erasmus Cuba, Cuba, Cuba

Llegamos a la "casa" donde nos vamos a alojar los próximos cuatro días. Las "casas" son eso, casas familiares en las que alquilan habitaciones y convives con la familia. Son más baratas que los hoteles y la idea es ayudar a la gente del pueblo. Aunque tengo la impresión de que se están subiendo a la parra con los precios y empiezan a perder el encanto que solían tener unos años atrás. También puedes comer allí, en teoría más barato que en los restaurantes del centro. Los edificios son casas estilo colonial (planta baja, primera y segunda planta, con un pórtico en la entrada donde las familias se reúnen para tomar el fresco, hablar, escuchar música cubana en las calurosas noches habaneras) con muchísimo encanto con las fachadas pintadas de colores muy llamativos (azul, verde, rojo, amarillo…). Nuestra “casa” se encuentra en un barrio no muy alejado del centro y una de las primeras cosas que nos damos cuenta es que el alumbrado brilla por su ausencia ya que hay una farola cada mucha distancia, cuya luz ilumina un pequeño círculo en su base. Nos recibe Luis, quien nos sube a nuestra habitación que, por suerte, tiene aire acondicionado (menos mal porque la humedad alcanza el 90%). Hora de descansar. En nuestra casa se encuentra alojada una familia colombiana que vive en Florida, a una hora de vuelo (se echan las manos a la cabeza cuando se enteran de lo que hemos tardado nosotros desde Inglaterra: diez horas vuelo directo o trece con escalas). Nos recomiendan un restaurante, El Cañonazo, para cenar, pero es demasiado tarde además de estar agotados. Mejor nos vamos a dormir para estar frescos por la mañana.

 

Día 2. Desayunamos en la terraza de nuestra casa, todavía somnolientos y algo cansados por culpa del jet-lag. Desayuno copioso que consiste en fruta, zumo y café para recargar las pilas y poner rumbo a La Habana Vieja. Ciudad vieja, edificios muy antiguos, basura por las calles, contenedores volcados, maloliente a veces...pero un encanto maravilloso con ese característico aire colonial de ciudad anclada en el tiempo, coches clásicos circulando por cada calle, aparcados en cada esquina o siendo reparados in situ por sus habilidosos dueños. Pronto descubrimos que los cubanos tienen una habilidad especial para reconocer a los turistas y saben cómo llevarlos a su terreno para intentar sacarles unos dólares vendiéndoles algo (puros) o haciendo que compren algo en un bar, una tienda... Vamos paseando por mitad de una avenida sin dejar de maravillarnos con los edificios, con los coches clásicos, de ver a grupos de ancianos jugando al dominó en medio de la acera, haciendo fotos de cada calle, de cada edificio…cuando de repente se nos acerca un señor muy amable:

- Hola, ¿de dónde son?

- De España.

- ¿Del País Vasco?

- No, del sur.

- Yo tengo familiares en Madrid. ¿Cuándo llegaron?

- Ayer.

- ¡Bienvenidos a Cuba! ¿Saben que hoy es el festival de la Rumba en una calle de aquí al lado?

- Vale, muchas gracias. Si nos da tiempo ahora más tarde vamos.

Esta vez queda así la cosa, pero pecamos de pardillos con el siguiente cubano que, tras decirnos prácticamente lo mismo, nos acompaña (curiosamente él iba en nuestra misma dirección) a una cooperativa (una casa particular, probablemente de un amigo o familiar) que, mira tú por dónde, hoy es el único día de la semana que venden puros al público y dice que nos van a hacer un precio especial (150CUC, unos 140€ por una caja de no sé cuántos puros). También nos recomienda que visitemos el Callejón de Hamel donde todos los domingos hay música en directo, pero hoy se celebra la fiesta de la Santería. Tras decirles que no queremos comprar (además de que aún no hemos cambiado nuestras libras en moneda local) y comprobar que no les hace mucha gracia, seguimos con nuestro rumbo hacia el Malecón y La Habana Vieja. Por la calle no hacen más que preguntarnos, casi llegando al acoso, si queremos un taxi (alguien ofreciendo su coche clásico o un señor en bicicleta que al parecer conoce al alguien que tiene un taxi).  No les culpo pues ya sabemos que el sueldo medio en Cuba ronda los 30 dólares americanos así que tienen que ingeniárselas para sacar un dinero extra. Rechazamos sus ofrecimientos con una sonrisa en la cara pues queremos patearnos La Habana y empaparnos de su encanto.

 

Un poco más adelante, la misma historia se repite. Nos cruzamos con un chico joven, que ya se ha dado cuenta de que somos turistas (creo que la gorra, la mochila, el hecho de que vamos haciendo fotos cada tres pasos y nuestra piel blanca nos han delatado). Nos cuenta más o menos el mismo cuento a la hora de dirigirse a nosotros, y nos recomienda, al igual que antes, que visitemos el Callejón de Hamel. Hace hincapié en que no vayamos al centro pues está lleno de turistas, y que lo que realmente merece la pena es visitar dicho callejón, epicentro de la cultura afrocubana de la ciudad, y que sólo está abierto hoy, curiosamente, hasta las doce del mediodía. Insiste tanto que al final decidimos ir, un poco a regañadientes. Nos señala en la dirección del callejón y lo dejamos atrás (imagino que en busca de más turistas). Por cierto, absolutamente todos los cubanos que nos hemos encontrado hasta el momento coinciden en lo mismo, nos dicen que no vayamos a Varadero, que es muy caro y muy turístico.

 

De camino a Hamel, se nos vuelve a acercar otro cubano, siempre con muchísima educación y una sonrisa en su cara, con la misma historia que los anteriores (al parecer se saben de memoria cómo dirigirse a los turistas), pero éste nos acompaña hasta la misma entrada del callejón a la vez que nos cuenta la historia del lugar (se trata de uno de los principales focos de cultura afrocubana en La Habana, en la barriada de Cayo Hueso. Su historia se remonta a 1990, cuando empezó a gestarse como proyecto cultural comunitario que dio como resultado una especie de galería al aire libre donde puedes sumergirte en dicha cultura. Fue Salvador González Escalona, escultor y muralista cubano, quien transformó esta pequeña callejuela para plasmar y difundir los orígenes africanos de la identidad cubana. Aquí se organizan distintas actividades, como la que tiene lugar todos los domingos al mediodía, momento en el que la música afrocubana en directo toma el lugar. El callejón recibe el nombre en honor a uno de sus primeros habitantes, Fernando Belleau Hamel, un ciudadano estadounidense de origen franco-alemán que instaló su negocio de fundición allí a principios del siglo XX, y cuya generosidad con los numerosos trabajadores que tuvo a su cargo todavía se recuerda en el barrio). Su principal objetivo es que compremos algo allí con la excusa de que es una forma de ayudar a la comunidad y los artistas locales (supuestamente). Entre otras muchas cosas, puedes comprar CDs de música afrocubana que alguien vende a 10 CUC; artículos en una galería de arte; libros con la historia de La Habana y del callejón. Finalmente, nos lleva a un bar para que probemos el típico ron local que es lo que hacen todos los turistas a la vez que te ves en la obligación de invitarlo a él por cortesía. Vemos a muchos turistas en el bar (¿no estaban todos en el centro?) que han caído como nosotros. Pasamos más que nada porque seguimos sin encontrar una Cadeca o banco para cambiar dinero.

Seguimos con nuestro rumbo, pero el sol ya aprieta demasiado. Callejeamos y por fin llegamos al Parque Central en pleno centro de La Habana, junto al Capitolio. Se pueden ver decenas de coches clásicos aparcados en la avenida Paseo del Martí los cuales puedes alquilar para dar un paseo por la ciudad visitando los puntos turísticos más famosos (el precio de un tour de dos horas para dos adultos cuesta unos 60€ de media). Tras una breve parada en un parque por fin vemos un banco para cambiar dinero (unos policías nos han indicado). Hemos llegado a La Habana Vieja, la típica imagen que esperábamos de Cuba. Sin darnos cuenta, de nuevo dos cubanas se nos cruzan en el camino. De nuevo la misma cantinela que antes, y de nuevo volvemos a caer en sus redes por no atrevernos a decir “no”. Esta vez “la visita que no nos podemos perder por nada en el mundo” es ir al bar donde grabaron parte de la película “Guantanamera” que cuenta con música en directo. El objetivo ya lo sabemos: que nos tomemos unas copas y las invitemos por cortesía (al igual que en Hamel). Yo pido agua porque voy deshidratado y el camarero, con cara de contrariado pues esperaba que pidiésemos algún licor o ron local, dice que no tiene (¿un bar que no vende agua?). Nos levantamos y nos marchamos.

 

Entre callejuelas y edificios pasamos por delante del Floridita, restaurante cuyo eslogan es “la cuna del daiquiri”, y que se hizo mundialmente famoso gracias al escritor y periodista Ernest Hemingway, quien acostumbraba a visitarlo con regularidad, y que cuenta con una estatua del escritor estadounidense acodado en el extremo de la barra como gran atracción del bar. El propio Hemingway acrecentó su fama, y la de otro famoso bar, La Bodeguita del Medio, con una frase que atrajo a turistas de todo el planeta: "Mi mojito en La Bodeguita, mi daiquirí en El Floridita" que escribió de su puño y letra en una de las paredes de La Bodeguita del Medio.

Después de comer y en nuestro afán por seguir descubriendo La Habana, visitamos la catedral y, muy cerca de ella, en una callejuela estrecha nos encontramos con La Bodeguita del Medio, famosa por sus mojitos. Se trata de uno de los grandes lugares turísticos de la ciudad, por donde han pasado numerosos visitantes, desde escritores a políticos. Todos ellos dejan su huella en el local mediante algún recuerdo, fotos, objetos o grafitis en sus paredes. En sus salas se puede disfrutar del ambiente típico cubano, con su gastronomía, sus tabacos y su música que recogen toda la esencia de la tradición cubana. Un calor sofocante hace que decidamos volver a casa a media tarde. Primer día en La Habana y ya contamos con un montón de recuerdos que se nos quedarán en la retina para siempre. Quitando el agobio de por la mañana, La Habana no nos ha decepcionado. Todo lo contrario, ha cumplido con todas nuestras expectativas.


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Comentarios (2 comentarios)

  • flag- Noelia Garcia Menchón hace 5 años

    Me encanta!!! Vaya memoria de elefante tienes. Acabo de revivir nuestro primer día en la Habana y de acordarme del calor que hacía, del mareo que tenía por, seguramente, falta de hidratación, y de los colores de La Habana!

  • flag- Ali SinChains hace 5 años

    Curioso eso del alojamiento en familias, es como cuando vas de intercambio de estudios, aunque sin duda es lo mejor para conocer la cultura local de primera mano. ¡Qué agobio de cubanos captaturistas! Espero que aprendieras a decir NO para el segundo día.

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