Y aquí estamos de nuevo
Y comienza de nuevo. La nostalgia y el despecho hacen acto de presencia otra vez, precisamente en esas últimas semanas en las que quieres que todo sea perfecto. Esta vez todo es distinto. Somos sobrevivientes del primer semestre: nuestros amigos se fueron, siguieron con sus vidas, presentaron exámenes, se graduaron, vivieron aventuras nuevas y nosotros sobrevivimos. Conseguimos mantener encendida la llama del Erasmus. No puedo negar que fue difícil, que la mayoría estaba ya cansado de esta vida de vacaciones sin propósito –somos universitarios acostumbrados a tener un objetivo en la mira y hasta la fiesta se vuelve monótona cuando no hay nada más- Afera, sitio en el que tomaron lugar muchas de las mejores historias, dejó de ser nuestro sitio de culto, quisimos buscar nuevos lugares, descubrir cosas nuevas… es que todos esos sitios –Huki muki, Goranzka, Pijalnia, Bordo- nos eran muy queridos pero estaban llenos de recuerdos que no dejaban construir cosas nuevas. Somos sobrevivientes porque cuando terminó el segundo semestre, las relaciones dejaron de tener esa armonía perfecta que tenían al comienzo del Erasmus, si querías conservarlas tenías que trabajarlas, hacer un esfuerzo y precisamente eso las hizo más fuertes. La vida en Akropol se parecía cada vez más a nuestra vida real y la realidad, como todos sabemos, no es mágica, no tiene ficción y nosotros nos las arreglamos para que Akropol siguiera siendo nuestro pequeño reino, nuestro refugio, nuestro pedacito de Narnia. La gente nueva ayudó mucho en la tarea, si no fuera por las locuras del bisho, el encanto de Belén e incluso la chispa de Pedro, que llegó al final del final, todo hubiese sido mucho más difícil. A veces me siento mal por ellos, porque como dijo mi roomate que es una chica muy sabia: “llegar en el segundo semestre, es como llegar a la mitad de una película”. Tienes razón, bonita, pero si lo pensamos bien, el primer semestre terminó y el segundo fue una secuela de la cual ustedes eran también personajes principales, no era la misma peli, la historia no era la misma; con ustedes construimos una nueva aventura bajo la sombra de Akropol, y gracias a ustedes, pudimos apreciar eso.
El punto es que hoy se fueron Noelia y Mendi. Dos del grupo de sobrevivientes, dos que demostraron que en el Erasmus sí que se puede encontrar el amor –tan cierto como cursi-. Se fueron a Italia y yo no asimilo que no van a volver. Tengo la sensación de que en una semana estarán aquí contándonos todas las anécdotas que reunieron en su viaje por ese país precioso. Pero no es así y yo no puedo dejar de preguntarme ¿cuándo escucharé esas historias? Incluso si mandan fotos y audios, no tendremos el conocimiento que deriva de la cotidianidad, de estar juntos en la cocina y que Noelia recuerde un detalle del viaje que no tiene importancia, que no nos contaría de no ser porque estamos allí, con ella, y no hay nada mejor que compartir tus pensamientos con tus amigos. Noe, te vas y cada vez somos menos chicas ¿cómo pudiste no pensarlo? ¿Cómo no se dieron cuenta de que Mendi le iba a romper el corazón a más de un chico, que los dejaría huérfanos de Chorbo?
Faltan un par de semanas para que comience la migración masiva, pero lo de hoy fue un calentamiento. A pesar de que sabemos enfrentar una despedida, esto es diferente. El semestre pasado nos sentíamos abandonados: todos se iban y nosotros nos quedábamos a vivir en el mismo sitio que compartimos con ellos, ir a los mismos lugares y no dejar de recordarlos; era nostalgia, era tristeza, pero sabíamos lo que era. Ahora, la nostalgia no es tan fuerte, lo que domina es la impresión, la certeza de que se termina para todos. Porque sabemos que pronto todos estaremos dejando Akropol. Tenemos el consuelo de la distracción, de tener que pensar en nuestro futuro, en las cosas que nos esperan en casa, en las diligencias que hay que hacer. Tenemos la sensación de que ya basta de perder el tiempo, pero eso no es suficiente para esconder el hecho de que dejaremos este edificio que ha visto miles de cosas, estas paredes que han oído cotilleos y risas, el piso que está manchado –literalmente- con sangre, sudor y lágrimas. Es sorprendente como un edificio se envuelve con el cariño de la gente. Cómo este dormitorio, donde la cocina siempre está sucia, donde vivimos compartiendo espacio vital con una o dos personas más, donde el baño está ocupado cuando quieres usarlo, se ha convertido en un hogar cómodo y querido. Recuerdo cuando, al terminar el semestre pasado, todos los que quedamos hablamos de irnos a otro edificio, buscar un confort, un confort plus, un piso… qué ilusos! ¿Cómo dejaríamos Akropol si es un miembro más del Erasmus? Yo quisiera saber quiénes, de los que están hoy aquí y de los que lo dejaron hace cuatro o cinco meses, hubiesen cambiado el baño abarrotado de gente por un baño privado de dos personas. La convivencia nos ha dado tantas cosas.
Pero queda un mes y el tiempo no se detiene. La meta no es vernos de nuevo, ya eso vendrá, sino tener muchas historias que contarnos cuando llegue el momento. Recolectar momentos, coleccionar anécdotas y luego compartirlas con nuestros amigos como si les regaláramos un pedacito de nuestra vida, de nuestro tiempo. No hay mejor souvenir que un buen recuerdo.
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