Perdiéndome en Cracovia
Cuando visité esta maravillosa ciudad por primera vez, por suerte contaba con la compañía de un grupo de oriundos que se tomaron la molestia de hacer de guías (y menos mal, porque yo soy un desastre que se pierde a la mínima, y de aquella yo no me planteaba la posibilidad de tirar de Google maps, que el roaming estaba por las nubes). Y la experiencia me gustó tanto que he vuelto otras dos veces.
Alojamiento
Me alojé un par de días en el Grand Central Hostel Krakow, muy recomendable: bonito, limpio y, para nosotros, gentes del euro, barato, como casi todo en Polonia. Es muy fácil llegar desde el aeropuerto de Cracovia por tranvía, y además está justo al lado de la Plaza del Mercado, o, como la encontrarás en los mapas, Rynek Główny.
Comida y Bebida
Aunque no comí muchas veces fuera mientras estuve ahí, para mí ir al restaurante Koko (en la calle Gołębia) es un must. Es un sitio pequeñín y muy coqueto que atenta contra la salud de la gente alta, así que si este es tu caso, ten cuidado con la cabeza al bajar las escaleras en dirección al comedor, que el techo está bajo. Este restaurante sirve tres platos de comida típica polaca por un precio muy asequible. ¡Ojo! ¡Aviso para navegantes!, en Polonia gusta mucho lo cocido, las verduras y las sopas (y muchas otras cosas que producen gases), lo que a gente acostumbrada a otro tipo de dieta le puede repercutir en el estómago (como le pasó a mi compañera de baño, por ejemplo). El que avisa no es traidor. Otra cosa muy típica de Cracovia es el comer en la calle. En todas las calles del casco viejo hay puestos de pan de queso, salchichas, helados y cualquier otra cosa que se te ocurra. Cabe destacar la Zapiekanka: una especie de panpizza (enorme) de la que los polacos se sienten orgullosos, y no es para menos. Aparte de que, por lo general, puedes escoger los ingredientes que quieras, es una experiencia muy polaca nada cara de vivir: de 5 a 10 zl (1,20-2,40€). Otra ventaja añadida es que los puestos de Zapiekanka suelen abrir hasta las 2 o 3 de la madrugada, así que es buen sustituto del “Kebab de después de salir” que tenemos aquí.
Y ahora os voy a hablar un poco de mis dos platos "typical Polish" favoritos: bigos y pierogi. El bigos es un estofado hecho a partir de col y varios tipos de carne, a lo que según quién y dónde se le añaden más cosas (setas, embutidos, verduras...). No es un plato ideal para el calor -lo podría equiparar en pesadez estomacal a la fabada de mi tierra- pero a mí me encanta. Tiene un sabor un poco agrio y te deja un regustillo picante en la boca del que no me canso nunca. El pierogi, por otro lado, es todo lo contrario. Comparándolo a algo más conocido por todos nosotros, vendría a ser el ravioli de verduras polaco, aunque también los hay con otros rellenos (carne, queso, o incluso frutas). Es bastante ligerito, se puede comer frío o caliente, con salsa espesa o aliñado como una ensalada... en un sitio me lo sirvieron incluso con salsa de fresa ácida (que no me gustó nada, por cierto). Por lo que pude comprobar, en cada restaurante sirven un pierogi diferente (o casi), así que si tienes la oportunidad, "you gotta catch 'em all".
Para los amantes de la fiesta y del beber, sobretodo si eres erasmus: alrededor de la plaza del mercado podéis encontrar muchos bares, pubs y restaurantes.
-BIEN: abren hasta tarde, algunos incluso hasta por la mañana del día siguiente.
-MEJOR: muchos también abren entre semana, así que si un martes no tienes clase (o sí), ya sabes dónde pasar la madrugada del lunes.
-ESTUPENDO: para nosotros con el cambio euro-zloty, la bebida está bastante barata, puedes comprar cerveza desde 1,25€ y cacharros desde 2,50€.
Turisteo
Lo primero que me llamó la atención ya desde el tranvía en dirección al hostal es que la Plaza del Mercado parecía enorme. Y cuando por fin la vi in situ no decepcionó: era más grande aún de lo que parecía, porque yo solo podía ver una mitad. Está dividida por una galería de tiendecitas donde no dudarán en subirte el precio por ser extranjero. En la plaza en sí había muchas estatua vivientes -recuerdo especialmente dos, una que te tiraba confeti y un diablo que te pegaba con el bastón cuando no mirabas-, espectáculos de todo tipo (músicos, acróbatas, bailes…) además de negocios como puestos de flores o terrazas de bar. Y sobretodo turistas, un montón de turistas, así que el ambiente está garantizado. Recuerdo haberme sentado debajo del reloj pensando que, 9 siglos después de su construcción, la plaza no debía de haber cambiado mucho en cuanto a lo que se hace y cuánta gente va ahí. Y para los amantes del postureo: hay un Hard Rock Café que siempre está llenísimo justo ahí, ideal para hacer la foto chula reglamentaria y comprar una camiseta.
De la ciudad en sí se puede decir que, en la época que yo fui (finales de junio) estaba muy viva, llena de gente que veía de todas partes, de dentro y fuera de Polonia, era una atmósfera muy vibrante y que transmitía mucho buenrollismo. Y aún con este (para mí, mujer de ciudad pequeña) sorprendente afluente de gente, las calles estaban increíblemente limpias (al menos en el casco antiguo, el antiguo barrio judío está mucho más dejado, pero sigue siendo un paseo agradable). La verdad es que es una delicia pasear por una ciudad tan diferente a la propia (en mi caso, mucho menos histórica), y es que Cracovia tiene mucho detrás.
No tuve mucho tiempo para hacer turismo, pero la visita al Castillo de Wawel (y esperar para ver al dragón escupir un poco de fuego) era parada obligatoria. También paseé por el barrio judío, Kazimierz, y contemplé los huesos de ballena y rinoceronte colgados en la puerta oeste de la Catedral de Wawel (demasiados turistas como para entrar a echar un ojo dentro). Como no pude visitar las Minas de sal de Wieliczka, que era mi intención principal, llegué hasta el Museo Fabryka Emalia Oskara Schindlera, y (¿por qué no?) decidí visitarlo. No sé cómo cambiaría mi opinión si hubiera visitado las minas, pero ir al museo fue de las mejores cosas que pude haber hecho. Si tenéis la oportunidad de ir, no la perdáis, la entrada es barata, los paneles de información están también en inglés y las recreaciones no tienen desperdicio. La entrada normal son 21 zl (5€), pero si puedes acercarte un lunes la entrada es GRATIS.
Si eres de esas personas que se acuerdan de su madre, padre, hermano, hermana, tío, sobrina, abuela, prima, frutero, carnicera... cada vez que sale de su ciudad y quieres comprarles un detalle, la calle que va a la puerta del castillo está dedicada casi exclusivamente a la venta de souvenirs (y alquiler de bicis). Tienes mucha variedad para escoger a un precio asequible, desde miniaturas del dragón del castillo (que es lo que compré yo, y aviso: tienden a romperse), a pulsericas que podrías haber comprado en cualquier otro sitio, pasando por camisetas, tazas, postales, imanes, "huevos de dragón", dedales, hachas artesanales (que no podrás meter en el avión, por experiencia) y licores propios de la región.
Transporte
Pero hablando de ir hasta la fábrica: el tranvía no se lo pone nada fácil a gente no familiarizada con el sistema. Me llevó un tiempo darme cuenta de que el billete hay que comprarlo en un poste que está en la parada misma (después de ver a varias personas hacerlo supuse que debía de ser eso). La máquina (no sé si lo habrán cambiado desde entonces) no tenía instrucciones ni pistas de ningún tipo en inglés. Todo este asunto me pareció un poco caótico y estresante, y no esperes que la gente de a pie sepa inglés como para comunicarse contigo. Eso sí, si consigues que te entiendan a base de palabras sueltas y gestos exagerados, bienvenido sea, porque estarán encantados de echarte un cable. Otro punto a favor es que tanto el billete de bus como el de tranvía (o los bonos, en su defecto) son bastante baratos, y una vez que entiendes cómo funcionan las máquinas expendedoras de billetes todo se vuelve muy fácil y ya estás listo para explorar Cracovia sobre ruedas -o raíles-.
Wianki
Por último, añadir que, si como yo, vais a finales de junio, todos los años entre el 20 y el 25 se celebra el Wianki (que vendría a equivaler a nuestro San Juan, pero a lo grande). Este festival se celebra en los bancos del río Wisla, a la altura de Wawel: Hay conciertos de artistas reconocidos dentro y fuera de Polonia y, lo mejor, fuegos artificiales y “dragones” navegando Wisla abajo. Según me dijeron, es el único día del año en el que se permite beber en la calle, y se ve que todo esto atrae a mucha gente, porque estaba llenísimo. Creo que no exageraría al decir que había varias miles de personas. Así que, si coincide que estás por ahí no te arrepentirás de pasar allí un rato (aunque es muy probable que tengas algún tipo de contacto con vómito, ajeno o propio).
En definitiva, una experiencia increíble de vivir que recomiendo a todo el mundo. Además, me llevo la recompensa de haber salido de fondo en callejeros viajeros ;)
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