Y aquí estamos otra vez

Y vuelve a empezar. La nostalgia y los corazones rotos vuelven a aparecer, precisamente en estas últimas semanas, cuando quieres que todo sea perfecto.

Sin embargo, esta vez es diferente. Somos unos supervivientes; supervivientes del último semestre. Todos nuestros amigos ya se han ido, han continuado con sus vidas donde las dejaron: han hecho exámenes, se han encontrado con viejos amigos y parejas, se han graduado... Y nosotros hemos sobrevivido a todo eso. Cuesta creerlo, pero es como una sensación extraña cuando ves a tus amigos seguir adelante mientras tú sigues en el mismo lugar (aunque sea un lugar genial).

Conseguimos mantener viva la llama del Erasmus y no puedo negar que fue muy difícil. La mayoría de nosotros estábamos cansados de este descanso sin sentido, difícil de creer, ¿eh? Afera, lugar de infinitos recuerdos, dejó de ser nuestro lugar de culto y de fiesta. Queríamos conocer cosas nuevas, algo así como seguir adelante en el mundo del Erasmus. Es que todos esos lugares (Kulturalny, Pijalnia, Huki Muki, Goranzka) estaban llenos de recuerdos y les teníamos tanto cariño que no nos dejaban construir cosas nuevas.

Somos supervivientes porque, de alguna manera, nuestras relaciones aquí dejaron de tener esa magia del principio del Erasmus, esa armonía perfecta. Si uno quería seguir así, tenía que esforzarse, como en cualquier otra parte del mundo que no fuera Cracovia. Y eso fue lo que nos hizo más fuertes.

La vida en Akropol nos parecía cada vez más como si fuese nuestra vida normal y la realidad, como todos sabemos, no es mágica... Pero logramos convertir Akropol en nuestro pequeño reino donde todos nos sentíamos bien, era como nuestro refugio, un pedacito de Narnia, o de Hogwarts, tú eliges. La gente nueva fue de gran ayuda en esta misión nada fácil. De no ser por las locuras del Bisho, el encanto de Belén y el apoyo de las chicas polacas que acababan de incorporarse, todo habría sido mucho más difícil.

Y tampoco debe ser fácil para ellas, porque, como dijo mi sabia compañera de piso: "Llegar aquí en el segundo semestre es como ver la segunda parte de una película".

Ahora es diferente porque el semestre pasado todo el mundo se iba y nos sentíamos solos. Nos quedamos aquí viviendo en una casa con fantasmas, contra los que nos las arreglamos para luchar. Era triste, sentíamos nostalgia pero sabíamos a lo que nos enfrentábamos. Pero ahora todos nos vamos y nuestras habitaciones (aquellas habitaciones que estaban llenas de fantasmas, sí, pero también de recuerdos) se quedarán vacías o peor: Las ocuparán personas que no somos nosotros. Ahora la tristeza no es el problema, sino la conmoción, la certeza de que todo se acaba. Y cuando todos nos vayamos del Akropol... ¿Quién seguirá aquí manteniendo viva la llama de Erasmus?

Es hora de que pensemos en nuestro futuro, ese futuro que ha estado en espera durante tanto tiempo. Tal vez sea eso lo que necesitamos: Algo en lo que ocuparnos para no pensar en el hecho de que estamos dejando un lugar que está manchado (literalmente) de sangre, sudor y lágrimas. Es increíble cómo un edificio puede decir tantas cosas... Cómo una ciudad puede llegar a serlo todo. Me pregunto cómo llegamos a amar tanto este lugar un poco sucio, donde la cocina nunca está en buenas condiciones, donde compartimos el espacio de una celda con una o dos personas más, donde el baño siempre está ocupado cuando quieres usarlo, incluso a veces es asqueroso. Pero es nuestro hogar.

Aún nos queda un mes más. Lo importante no es planificar los reencuentros (que vendrán), sino recolectar historias, momentos, fotos, vídeos, y toda esa chorrada cursi que se hace realidad cuando la vives.

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