Un tiempo después

Estuve en Nueva York hace un par de semanas y allí quedé con algunos de mis amigos del Erasmus de hace dos años. Sí, seguíamos en contacto, a pesar de que no sabíamos si nos íbamos a volver a ver, intentábamos seguirnos el rastro por si acaso, con la esperanza de que en algún momento volviésemos a estar en el mismo continente.

Ver a tus amigos de Erasmus, fuera del entorno Erasmus, puede ser algo complicado. Todos tenemos unas expectativas y recuerdos de ellos, que surgieron en un entorno completamente diferente; como todos sabemos, en el Erasmus, la gente puede ser diferente de lo que suele ser. Algunos dirían que en el Erasmus la gente suele ser más sincera, más abierta, más ellos mismos, y quizá sea así, pero lo cierto es que siendo sinceros o no, en la vida normal tenemos unos hábitos que en el Erasmus se quedan atrás, y por eso encontrarte con tus amigos Erasmus puede suponer conocer a alguien nuevo. Es totalmente normal, hasta los amigos de siempre cambian con el tiempo, y a las personas de diferentes culturas, diferentes idiomas, que solo tienen unos cuantos recuerdos en común, les puede costar un poco volver a conectarse después de dos años de ausencia. Después de un tiempo, descubres a tus amigos Erasmus sin el filtro Erasmus. Entiendes cómo toman sus decisiones... ¿Son impulsivos, o conscientes? Porque en el Erasmus solo teníamos que elegir adónde viajar o adónde ir de fiesta. Descubres si les gustan las vacaciones familiares, o si les gusta leer y estudiar. Llegas a conocerlos más.

El hecho de que tus amigos del Erasmus puedan ser un poco diferentes de lo que eran durante el Erasmus no significa que los quieras menos. Hay que adaptarse, hay que ser consciente de que ellos no son (no somos) el alma de la fiesta, las almas libres, que éramos hace dos años. Como todo el mundo, tenemos que crecer, acabar (finalmente) la carrera, trabajar, ganar dinero, conocer a esa persona especial... Así que cuando volví a ver a mis amigos en Nueva York, me di cuenta de que una vez más todos estábamos lejos de nuestras familias, en diferentes ciudades, viviendo solos... Aunque esta vez nuestras prioridades y proyectos habían cambiado. Hicimos las mismas bromas, hablábamos de los mismos temas, pero éramos diferentes, y lo más triste es que todos nos dimos cuenta de que el Erasmus se había convertido en un montón de historias; y lo que todos pensábamos que era el mejor momento de nuestras vidas, se había convertido en un paréntesis, en un montón de recuerdos. Lamentablemente, nos dimos cuenta de lo que esto significaba: ¿Acaso ya habíamos vivido lo mejor de nuestras vidas? ¿Viviríamos algo así otra vez? ¿Realmente era el momento de superarlo?

Todos nos hicimos estas preguntas, e incluso algunos las hicieron en voz alta. Pero estábamos allí, juntos, y lo único que importaba era conservar un pedacito de ese precioso tiempo que vivimos juntos: Recordar, reír y llorar por cosas que nadie más que entendería, con recuerdos que únicamente tú compartes con ellos. Hablar sobre la gente y contar historias que solo nosotros podemos entender. Sin duda, tus amigos Erasmus comparten un trozo de tu vida, y lo que lo hace único, lo que lo hace insustituible es que tú compartes eso solo con ellos, y ellos lo comparten solo contigo. ¿Sabes que cuando pasa algo malo (o muy grande) la gente suele acercarse o desmoronarse? Erasmus es algo así, es algo grande, que hace que nos acerquemos más, más de lo que lo harían años y años de vida compartida. Es triste que estas preguntas ronden por nuestras cabezas, y es imposible no pensar en ellas cuando te reúnes con tus amigos Erasmus después de un tiempo, pero también te tranquiliza saber que otros sienten la misma nostalgia que tú, y que lo recuerdan de la misma manera, y que siguen riéndose de las mismas bromas, sin importar cuántas veces cuentes esa misma historia.

Volver a verlos me hizo recordar un montón, reír y hasta llorar un poco, pero sobre todo hizo que los volviera a conocer y darme cuenta de todas estas pequeñas cosas nuevas sobre ellos, hizo que pensara en todas mis amistades, y en las diferencias entre ellas.

¿Qué une a los amigos? La gente que conociste cuando tenías cinco años, en el colegio o en tu barrio... Los de la universidad y los de toda la vida, de cualquier lugar en concreto. ¿Cómo puedes comparar a tus amigos de toda la vida, los que han estado contigo todo el tiempo, en cada momento... ¿Cómo los comparas con aquellos nuevos amigos que hiciste en el Erasmus, con los que apenas compartiste unos meses? No puedes, no los comparas, la gente normal no piensa en eso (no sé por qué lo hago), pero lo que importa es que los quieres igual. Durante mi estancia en Cracovia, siempre me acordaba de mis amigos de Venezuela, aunque no hablaba con ellos tan a menudo. Cuando volví a casa, me di cuenta de lo poco que sabía de sus vidas en todos esos años en los que no estuve allí, y me sentí un poco culpable. ¿Cómo dejé de enviarles mensajes de texto, de no preguntar por ellos? Desde luego, me excusé pensando que estaba aprovechando al máximo con mis nuevos amigos, porque a diferencia de los antiguos, a ellos no sabía cuándo los iba a volver a ver. Tenía que disfrutar del poco tiempo que tenía, ¿verdad? Y siempre oyes esa tontería de que "los verdaderos amigos no necesitan hablar todos los días... Bla, bla, bla" Pero bueno, los verdaderos amigos necesitan saber que aunque estés lejos, aunque estés conociendo a gente nueva, todavía te acuerdas de ellos, y todavía te importan. También es cierto que las verdaderas amistades siguen siendo las mismas incluso después de un largo tiempo de ausencia, pero la gente no; la gente cambia. En eso consiste este post. Al igual que los amigos Erasmus pueden ser diferentes cuando los vuelves a ver, y no te importa porque los quieres igual, tus amigos de toda la vida también tienen una vida mientras tú vives la vida en tu Erasmus. Ellos también tienen problemas, viven sus aventuras, experimentan... Y en cierto modo me olvidé de eso, o simplemente puede que no me importara. Lo que sí hacía en Cracovia era hablar mucho de ellos, los mencionaba en mis historias, y comprendí que la distancia es un buen termómetro para medir una relación: ¿Cuánto recuerdas a alguien? Aunque no les envíes mensajes, ¿cuántas veces piensas en ellos? Hablando de mis viejos amigos, también me di cuenta de que no tenía muchas cosas en común con ellos, incluso me sorprendió que pudiésemos ser buenos amigos. Al recordarlos, al hablar de ellos, llegué a conocerme un poco mejor. En Cracovia, por primera vez pensé que la infancia es una época de locura de hacer amigos, porque de niño no juzgas, solo compartes y amas, y si aprendes a amar a alguien cuando eres niño, conservarás a esa persona aunque cambie como lo hacemos nosotros en las distintas etapas de la vida. Los amigos que haces en tu infancia son los que tus tíos y tías te preguntan, los que aparecen en muchas fotos familiares, los que visitan a tu familia incluso cuando no estás en casa. Puede que ya no sean las mismas personas que cuando eran niños, pero aún así te quieren con el mismo cariño. Sin juzgar, sin exigir. ¿Cómo pude pasar tanto tiempo lejos de esos amigos que pasaron todas las etapas conmigo, que vieron todos los colores de mi pelo y se quedaron conmigo en cada crisis, en cada corazón roto? Ellos lo saben todo sobre ti, lo bueno y lo malo, y lo aceptan. Quizá no tengas la misma opinión que ellos, o ya no te gusten las mismas cosas, pero es exactamente lo mismo. De modo que, ¿estos son los únicos amigos que deberías conservar? ¿Acaso son tus amigos "verdaderos"?

Bueno, pienso en mis amigos del Erasmus, los que hice en solo unos meses, o incluso semanas. Recordemos que en el Erasmus te puedes enamorar de verdad en un par de días, así que no es tan raro que llegues a querer a gente que no te ha visto en tus peores momentos, que no te ha conocido cuando eras un bicho raro (porque ahora eres genial), que no te ha ayudado en ninguna crisis de adolescente, o de pareja, o de universidad... O en cualquier tipo de crisis, porque simplemente no estaban allí. En definitiva, no es tan raro que llame amigos a gente que no conoce a la familia (mi familia... La mitad de mí), y no es increíble que me importe alguien que nunca ha visto mi habitación, mi estantería sagrada, que no entiende mi cultura y que no conocía mi país hasta que me conoció, que no sabe lo frustrante y bonito que es vivir en Venezuela. Y no es nada raro, porque aunque no sepan muchas cosas de mí, me quieren sin necesidad de saber nada más. ¿Sabes lo increíble que es eso? Decidir que vas a querer, y preocuparte por alguien sin importar muchas cosas, sin importar lo que pueda venir de un pasado desconocido. No saben si fuiste el raro del instituto, o el matón, o el payaso, o el ignorado, o el inteligente... No lo saben y es tan genial tener la oportunidad de ser alguien nuevo. Ellos deciden que quieren ser tus amigos ahora, porque les gustó la persona que eres ahora. Por eso decidí empezar a escribir este largo post explicando el miedo que da conocer a tus amigos Erasmus, porque les gustó una persona, y puede que no les guste la nueva, esa que eres después de un tiempo sin verla. Nuestra amistad no se basa únicamente en algunos recuerdos, sino en esas tardes de té, en aquellas noches de cine, en esas charlas de madrugada, en esas conversaciones profundas sobre todo y nada; nuestra amistad se basa en esos secretos que querías compartir, en esas pequeñas tonterías que querías que conocieran acerca de tu vida. Y no porque no estuvieran allí para verlo, sino porque querías que formaran parte de ello. Esa amistad Erasmus es así porque tú querías que ocurriera, no es algo puntual, sino una elección. Es una decisión que implica aceptar las diferencias, comprenderlas y convertirlas en una parte vital de la relación. Fue muy difícil hacer nuevos amigos, porque no se trataba solo de jugar en el parque, no... Es difícil llegar a amar a alguien con quien no compartes un espacio común, una historia. Uno tiene que buscarlo, y trabajar para conseguirlo. A mis amigos Erasmus les afectó lo que ocurrió con las elecciones parlamentarias, estaban conmocionados y tristes con las noticias que venían de Venezuela, me preguntaron si ellos no podían hacer nada, si no podían ayudar desde su privilegiada posición en el primer mundo, se interesaron por un país que nunca habían visto, que nunca les había importado antes, y sin tener ningún interés allí aparte de mí, según les comenté. Eso ya es algo. A pesar del poco tiempo, creamos esa empatía necesaria para entender un pasado personal que no conocíamos. Nos interesamos por reconstruir ese pasado desde el principio, a partir de pequeñas referencias. Despertamos la curiosidad necesaria para hacer las preguntas indicadas: Acerca de gente que no conoces, sobre lugares que nunca has visto, sobre una cultura que quizá no te interese, pero que sabes que es importante para tu amigo, preguntas que te darían una idea de esa vida que no llegarías a conocer. Desarrollamos la atención para darle sentido a las respuestas y situarlas en este rompecabezas que es la vida de una persona, una vida muy lejana. Así que empiezas a imaginarte cómo son sus padres, cómo son sus amigos en casa, cómo es su relación con sus hermanos, cómo es ese novio o novia del que tanto has oído hablar, cuáles son sus planes de futuro, los errores del pasado... Es un montón de información, y no tienes tiempo para ver si has acertado en el rompecabezas, como los amigos normales lo hacen en un período de tiempo de vida. Como no tienes tiempo, te esfuerzas más que en cualquier otra amistad "común": Haces más preguntas, prestas más atención, observas más... Quizá por eso estas amistades son más fuertes que algunas de toda la vida, porque te lo has currado más... Y finalmente, hemos desarrollado la tolerancia suficiente para aceptar que quizá la persona que acabas de descubrir no es la persona que tenías en mente, quizá cuando la veas en su vida diaria... Sea diferente. Es por eso que da miedo volver a verlos. ¿Y si los decepcionas? Aunque eso no va a ser así, porque en el momento en el que decidáis volver a veros, a preguntar... También deciden aceptar (en la mayoría de los casos, claro está) que vienen en son de paz, siendo conscientes de que no lo sabrán todo, y que no formarán parte de tu rutina diaria, y que ese sacrificio, en mi opinión, es lo que hace que estas amistades sean tan sólidas.

Por tanto, volver a ver a mis amigos del Erasmus en Nueva York fue como una prueba. ¿Aún nos seguimos cayendo bien? ¿Somos las mismas personas? ¿Será algo parecido a Cracovia? Sabíamos que había pasado un tiempo ya. Y nos dimos cuenta de que no, no iba a ser lo mismo... Bueno, hay un momento en el que puedes decidir que no te importa. Si llegaste a quererlos en unos meses, podrías llegar a interesarte por esta nueva persona durante el tiempo que estéis juntos. Sin importar lo corto que sea. Comprendes que si ya lo hiciste una vez, al conocer a una persona que no conocías en pocos meses, puedes volver a hacerlo. ¿Por qué debe ser la misma persona que tienes en tu cabeza? ¡No lo es! ¿Y qué? Lo único que tienes que hacer es conocerlos de nuevo.

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