Alemania: Colonia

Publicado por flag-es Yaiza Martinez Cano — hace 6 años

Blog: Fuera de Italia
Etiquetas: flag-de Blog Erasmus Colonia, Colonia, Alemania

La verdad es que no sé por donde empezar a escribir sobre mi experiencia en este lugar aunque supongo que habrá que empezar, como siempre, por el principio.

Cogimos este vuelo 3 amigos y yo desde el aeropuerto de Bologna, con un par de meses de antelación nos costó como 20 euros ida y unos 25 euros vuelta, un vuelo bastante económico (como ya he dicho en otras ocasiones, es uno de los aeropuertos más económicos del norte de Italia junto con el de Milán-Malpensa, y más sale más económico aún si buscas las ofertas por skyscanner).

Al coger el vuelo no tuvimos muy encuenta las horas de salida y llegada del avión (como buenos principiantes al organizar un viaje) y cuando fuimos a buscar alojamiento nos dimos cuenta de que llegabamos al aeropuerto sobre las 23:00 h de la noche. Además, ni siquiera teníamos alojamiento en Colonia, el Airbnb que habíamos encontrado se situaba en Dusseldorf, una ciudad un poco más moderna situada aproximadamente a unos 40 km de Colonia en dirección norte y a unos 50 del aeropuerto donde nos encontrabamos en ese momento también en la misma dirección, es decir, a casi una hora en tren.

Como era tarde, no teníamos ningún sitio donde quedarnos y realmente no teníamos ni idea de como movernos por allí o si a esas horas había aún trenes hacia algún lugar (ninguno sabíamos alemán), decidimos quedarnos en el aeropuerto y pasar la noche allí. ¿Dónde? Al McDonald's. Allí, como buenos indigentes, cenamos algo y nos acomodamos en los sillones a ver pasar las horas muertas. Entre cabezada y cabezada escribíamos, yo dibujaba, escuchábamos música, ibamos a dar un paseo por el aeropuerto o nos quejabamos del dolor de espalda que, además, era bastante intenso.

Una vez comenzó a amanecer, recogimos las cosas que teníamos tiradas por encima de la mesa, nos adecentamos un poco en el baño, colgamos nuestras mochilas a las espaldas y buscamos, en los pisos inferiores, el lugar donde debíamos coger el tren para ir hacia Colonia. 

Antes de nada he de decir que nosotros sabíamos que las fechas de los vuelos coincidían con el Carnaval de Colonia, nos habían dicho y habíamos leido por ahí que era uno de los acontecimientos culturales más importantes de Alemania,  pero la verdad es que realmente no sabíamos qué nos ibamos a encontrar.

Así, sobre las 8:00 h cogimos el tren. Ya en el tren encontramos a personas disfrazadas, y nada añadir cuando salimos de la estación. He de decir que hacía bastante frio, no solo porque era bastante temprano sino también porque era Noviembre, y mientras nosotros (sobre todo yo, que soy bastante friolera) llevabamos encima capas y capas de ropa (sin exagerar yo llevaba puestas unas mayas debajo de los pantalones, los pantalones, dos pares de calcetines, una camiseta térmica, un jersey, un chaquetón, gorro de lana y un pañuelo-manta que me ha acompañado durante todo el invierno), la mitad de las personas que nos encontramos, casi todas vestidas de carnaval con diferentes trajes y atuendos, iban en manga corta y shorts. ¿Me explicas?

Sin embargo hasta aquí todo bien, ya que lo que realmente me sorprendió (sí, aún más) era que ya, a esa hora, llevaban en mano cervezas y pequeñas botellinas de licor. Claro, yo en ese momento pensé, si a esta hora ya están bebiendo, cuando lleguen las dos de la tarde... ¿qué?.

En fín, visitamos la oficina de información, que se encontraba bastante cerca de la catedral de Colonia y también de la estación, y nos informamos de aquellas cosas que podíamos visitar o los eventos que había ese día con respecto al carnaval. Obviamente practicamente todo aquello que merece la pena visitar en la ciudad estaba cerrado menos la Catedral y algunas cosas más. 

Con respecto a la catedral de Colonia, he de decir que me impresionó bastante. En el exterior, con un estilo gótico bastante marcado y un color negruzco supongo que por la contaminación y el hecho de no haber sido restaurada. En el interior, gracias a paneles informativos y folletos, nos enteramos que había sido uno de los edificios más altos del mundo hasta 1800 y pico, cuando fue superada por el monumento a Washington y que hoy día es una de las más visitadas de Alemania, y con razón. Era magestuosa, en el interior y en el exterior.

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Una vez visitada comenzamos a pasear por las calles de la ciudad donde muchos comercios, sobre todo relacionados con la hostelería, ya estaban abiertos. Poco después intentamos acceder a la parte de más cercana al rio, pero nos encontramos que pácticamente toda la rivera del mismo se encontraba vallada y con acceso limitado por que era aquí donde las pesonas acudían para celebrar el carnaval. En ese momento quisimos entrar a ver qué encontrábamos y simplemente pasamos a través del control. Como 4 o 5 policías en la entrada que registraron nuestras mochilas para comprobar que no había dentro nada de vidrio. y una vez volvimos a recolocarnos las cargas sobre el cuerpo seguimos nuestro camino a través de aquel lugar. Encontramos un bonito paseo de piedras que me hizo imaginar que sería aún más especial con un tiempo primaveral y el sol asomando tras las nubes y además un poco más alante de donde estabamos, se encontraban varios de los típicos puestos callejeros de comida y bebida para llevar. Fue en ese mismo momento, en el que yo al menos veía que se avecinaba un gran día, cuando empezó a llover.

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He de indicar que para mi el tiempo es una cosa que me condiciona bastante a la hora de viajar, sobre todo en invierno, ya que como he mencionado antes soy bastante friolera y me afecta mucho el mal tiempo, sobre todo al estado de ánimo. Por lo que en ese momento, bajo mi punto de vista, la visita a la ciudad comenzó a torcerse. Y no solo por el hecho de la lluvia (ya que por aquel entonces tenía paraguas) sino por que  he de recordar que: apenas habíamos dormido, hacía mucho frio, no teníamos lugar donde pararnos a descansar y llevabamos las mochilas con toda la ropa y demás cosas encima.

Pensamos entonces buscar algún lugar donde refugiarnos de la lluvia y comer algo, yo llevaba un par de bocadillos hechos del día anterior que realmente, con el hambre que tenía, me sentaron genial. Con la barriga ya llena pensamos entonces qué podíamos hacer para pasar el tiempo mientras se hacía la hora para ir hasta Dusseldorf y no se nos ocurrió otra cosa que ir a investigar el carnaval cargados como íbamos.

Obviamente, la cantidad de gente desde por la mañana había aumentado y la cantidad de alcohol que llevaban en sangre también, pero allí estabamos nosotras, metiendonos en todo el jaleo. La verdad es que nos animamos un poco puesto que compramos unas latas de cerveza y unos shots mientras escuchabamos la música y veíamos a la gente disfrazada pasar y divertirse. Al final, acabamos agobiándonos y consideramos salir de alli e ir a visitar algo más que estuviese abierto. Pensamos entonces en un museo de chocolate del que nos habían hablado en la oficina de turismo. 

Con respecto al museo de chocolate (en alemán  Imhoff-Schokoladenmuseum) he de decir que a mi, personalmente, me gustó bastante, aunque la entrada me pareció un poco cara incluso para estudiantes (creo que eran unos 9 €). Sin embargo mientras dos de nosotros se quedaron fuera, descansando un poco la espalda y demás, Diego y yo entramos. 

Era bastante grande y estaba dividido en diversas partes. La primera de ellas estaba más enfocada a la historia, a cómo había llegado el cacao a Europa y cómo eran los cultivos. Me sorprendió que a este punto había allí mismo un pequeño huerto botánico con plantas tropicales y subtropicales que, obviamente, tenían que tener una temperatura ambiental coeerente a su origen (por fín algo de calor), entre las que se encontraba un arbol del cacao en el que se podía ver perfectamente que las flores y el fruto salían directamente del tronco del mismo, algo que me generó bastante curiosidad y simpatía. Otro espacio de la misma sala que me llamó la atención fue un mostrador redondo donde se podían ver las diferentes cantidades de cacao que contienen tabletas de chocolate de diferente porcentaje del mismo con respecto al azucar, de hecho, me llamó la atención porque obviamente si lees el contenido nutricional de la tableta que has comprado te puedes imaginar el azucar que contiene con respecto al cacao pero verlo realmente impresiona mucho más, puesto que te das cuenta de la cantidad de azucar tan enorme que se ingiere sobre todo con las tabletas de bajo porcentaje en cacao.

En otra de las salas estaba repleta de maquinaria industrial de tamaño medio donde se mostraba a través de paneles informativos cómo los granos de cacao pasan de ser simples partes de un fruto a convertirse en chocolate tal y como lo conocemos hoy. De hecho parte de los bombones que se obtenían de este proceso se daban a probar a los visitantes (yo cogí dos o tres por que estaban buenisimos). Además en esa misma sala se encontraba al fondo una gran fuente de chocolate de granos de cacao dorados donde dos azafatas mojaban una pequeña galleta para que los visitantes pudiesen probar este otro dulce (del que otra vez volví a coger tres o cuatro por que estaban aún más buenas que los bombones anteriores). 

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Una vez habíamos merendado pasamos a la siguientes salas donde se volvía ha hablar de historia, por ejemplo, un lugar donde encontrabas ejemplos y curiosidades con respecto a los dulces creados con chocolate por las marcas mas famosas como Kinder o Milka, otra pequeña habitación donde estaba recreada una antigua botica con elementos bastante llamativos (sobre todo para mi ya que estudio Farmacia), otra sala con audioguias y otras imagenes relativas a historia más reciente y una de las más curiosas, una sala donde se hacían tabletas de chocolate personalizadas, es decir, pagabas un precio por la tableta y podías incluir cualquier cosa que se encontrara en la lista de ingredientes: nubes de algodón, bolitas de chocolate de colores, frutos secos, frutas confitada, etc. ¡Hasta podías escribir una dedicatoria!

Me pareció un regalo muy original y aunque me hubiese gustado llevarme una de recuerdo al final, cuando pasé a la tienda del museo, me decanté por una seleccion de varios chocolates diferentes que contenían también elementos integrados diferentes y no tan comunes de ver en una chocolatina como pueden ser los pistachos o fresas y frutos del bosque confitados.

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Una vez acabada nuestra visita decidimos volver al centro e intentar contactar con el chico del Airbnb para ver si podía dejarnos las llaves antes de la hora acordada ya que el cansancio y el mal tiempo podía con nosotros. Volviendo hasta la estación sobre las 15:00h nos encontramos de todo. La mahoría de la gente iba hasta arriba de alcohol (imagina la gente que llevaba bebiendo desde las 7:00 h  de la mañana) por lo que el que había sido un agradable paseo por la rivera del río a la mañana se había convertido en un espectaculo bastante desagradable de ver. 

Sin dar más detalles al final llegamos a la estación donde la locura para coger trenes y billetes era máxima. Nosotros estabamos sin apenas batería y para colmo mi movil se apagó sin muchos ánimos de volver a encenderse, por lo que veía que nos quedábamos sin la manera de comunicarnos con el dueño del apartamento. Esto sumado al gentío que circulaba por la estación y los alrededores, el hecho de que todo el mundo nos empujaba por que llevábamos muchas cosas encima, el cansancio y un señor de origen asiático que estaba empeñado en que le comprásemos unos billetes de tren a él en lugar de hacerlo por la máquina (como es lo normal), acabó de agobiarme. Sin embargo al final todo salió bien aunque cediesemos a las peticiones de aquel señor tan insistente. Unos minutos después llegamos a Dusseldorf sanos y salvos. Por fín. ¡Qué tranquilidad!

Una vez llegamos a a dirección del apartamento (que he de decir que estaba bastante céntrico y bien comunicado) pudimos por fín descargar nuestras espaldas, comprar algo de comer para desayunar al día siguiente y cenar esa noche, y ducharnos. Recuerdo que sentí el agua caliente caer como si nunca antes me hubiese duchado. Cosa que, por otro lado después de todo el día, era lo que parecía. El cansancio que teníamos era tal que recuerdo que no eran ni siquiera las 20:30 h. de la noche cuando ya estabamos listos para dormir y afrontar al día siguiente un nueva aventura en Dusseldorf.

`Por último, como resumen con respecto a mi experiencia en general puedo decir que obviamente no se puede juzgar una ciudad por un solo día, pero bajo mi punto de vista esperaba del carnaval algo más cultural que la sensación que me llevé y con respecto a la ciudad, creo que debería volver en algún momento (mejor en primavera o verano) para poder verla y disfrutarla de otra forma y con otras ganas, cosa que, por otro lado, no descarto.


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