Home sweet home

¡Oh Bella Sicilia! exclamo mientras acabo mi copa de vino en la terraza del Ostello degli Elefanti. Y, es que esta es mi nueva casa. Catania.

Lo primero que vi desde los cristales del Alibus era una ciudad apagada. Solo podría fijarme en que todo parecía sacado del rodaje de una película de los años 60: coches antiguos (fiats por todos lados), edificios en ruinas, y basura. Mucha basura en cada esquina de la ciudad. 

[Ps: he de decir que lejos quedan aquellos pensamientos, y menos mal!]

Me bajé en el centro de Catania en la entrada del parque Bellini en vía Etnea (me parecía una especie de Central Park; más tarde descubrí que es más pequeño de lo que creía) cargada de maletas llenas de “por si acasos”. Y, con el Google maps en manos comenzaba mi nueva aventura en Italia. 

[Break time: 

• 1.Mi primera vez en el extranjero sola
• 2.Dos duros en el bolsillo 
• 3.Mi italiano era nulo.  
• 4.Mi móvil no tenía roaming ]

Después de mi primer contacto con gente cataniense (el taxista), llegué a lo que sería mi casa en los próximos 6 meses: un bonico pisuco a unos 15 minutos andando de la jungla urbana. 

Primera impresión: demasiada similitud entre mi cuarto y el de la monja (the nun). 

Mi habitación me parecía enorme. Tengo un pequeño balcón y un escritorio muy fancy y vintage. 2x1. 

La única pega: la cama. Un estrecho colchón con un cabecero que les ha sobrado en algún hospital viejo o mismamente del rodaje de la monja. 

El resto del piso se divide en una cocina, en ese momento un poco prehistórica. (Un microondas aquí es tecnología punta.) Un baño, un cuarto para la lavadora; y, las habitaciones de mis compañeros de piso. 

Desempaqueté rápidamente las maletas y puse rumbo a mi primera noche de erasmood. 

Todo lo que sigue a ese día es pura aventura siciliana; y, un mes después me encuentro aquí con mi copa de vino rodeada de un grupo de amigos con el que podríamos formar fácilmente la UE. 

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