Viaje a las Cataratas del Niágara

Al día siguiente teníamos planeado viajar hasta Búfalo para visitar las Cataratas del Niágara. Tuvimos que coger un avión desde el aeropuerto JFK que nos llevaba directamente allí. Era un avión muy pequeño pero cómodo, con dos asientos a ambos lados del pasillo. El trayecto duró poco más de una hora.

Una vez llegado a Búfalo, alquilamos un coche de la marca Chevrolet, de color rojo y muy bonito. Necesitamos transporte para llegar a las Cataratas del Niágara porque se encontraban a media hora en coche del aeropuerto de Búfalo.

El camino en coche fue una de las mejores cosas del día, vimos un montón de casas típicas de las películas, con un pequeño jardín delantero y trasero, y cercada por unas vallas blancas con forma de rombo en su extremo superior.

También vimos una gran cantidad de moteles de carretera, los típicos de una sola planta que tienen forma de U, por poner un ejemplo, como el de la película “Psicosis” de Alfred Hitchcock. Sólo con fijarte en las carreteras ya parecías que estaba dentro de una película americana. También vimos las típicas reuniones de vecinos en los parques, preparando los mayores una barbacoa mientras los pequeños correteaban jugando al béisbol.

Tuvimos un percance, más o menos el de siempre, nos volvimos a perder...llevábamos un GPS, al cual llamabamos “Puri”, porque la primera que escuchamos la voz que salía del chisme alguien dijo, “la Puri no sabe ni donde está”...como se entiende era la voz de una mujer la que nos indicaba el camino. Bueno, pues nuestra “Puri” se volvió a perder y hasta que no encontraba el satélite adecuado no era capaz de orientarse. Tardó un buen rato en hacerlo, pero afortunadamente lo hizo y nos guió hasta las Cataratas del Niágara.

De camino hacia allí, tras solucionar el percance del GPS, escuchamos una gran canción en la radio que era ideal para el contexto en el que nos encontrábamos, no recuerdo su nombre, pero la típica canción americana cantada por un tío con voz ronca que tocaba la guitarra eléctrica de escándalo, y no era ni Bon Jovi ni Bruce Springsteen . Mi padre consiguió averiguar el nombre de la canción cuando volvimos a España con uno de los programas tan avanzados que tienen los móviles y que reconocen la canción proporcionándote su nombre, pero como él no está aquí, ya os diré el título en uno de los artículos posteriores.

Llegado a nuestro destino que es el que nos interesa, había un parking gigante donde todos los visitantes de las Cataras aparcaban su coche para después caminar hacia las mismas, ya que era la única forma de llegar allí.

Paseas como por una zona de corte rural, llena de parques y de naturaleza en general, viendo ardillas por todos los sitios donde miras. Es muy agradable el camino hacia las Cataratas. Conforme vas acercándote a estas vas escuchando el sonido del caudal del agua en movimiento y conforme más te aproximas, más se oye dicho sonido.

Al final, cuando has estado siguiendo las direcciones que indicaban los carteles llegas al límite de la tierra, donde encuentras el río caudaloso con una corriente increíble. Ahora es cuando llega el momento de caminar junto al río durante aproximadamente unos 10 minutos. Transcurridos éstos te sorprenderán las dichosas cataratas cuando mires a tu lado izquierdo, es increíble el ruido que provoca el agua y más increíble aún lo grandes que son. Son dos, una se encuentra en tierra de los Estados Unidos mientras que la otra pertenece a Canadá. Digamos que las Cataratas del Niágara Conforman la frontera entre estos dos territorios.

Nosotros subimos a un mirador que tienen allí montado para que puedas ver una imagen espectacular de las cataratas de este lo más alto. A muchos le causa vértigo, pero de todas maneras merece la pena echar un vistazo. Lógicamente, nos hicimos muchas fotos pero lo más rápido posible ya que el frío yace aquí arriba te deja muy mal cuerpo.

Nuestra idea en un principio era cruzar la frontera y llegar a suelo canadiense pero nos comunicaron que qué se necesitaba una especie de visado o un permiso administrativo que nosotros no teníamos porque no lo habíamos previsto.

Una vez hecha la visita a las cataratas, regresamos por el mismo camino, pagando en algunas tiendas para comprar algún que otro recuerdo. Como he dicho en algunos de mis anteriores artículos, Nueva York es un estado que proporciona muchos servicios pero que tienen un alto coste, como también pasaba en estas tiendas.

Regresamos al coche con la idea de parar a comer en un bar de carretera americano. Tuvimos la suerte de dar con un bar donde la comida estaba muy buena. Pedimos unas hamburguesas gigantes, con una carne muy jugosa y exquisita que tenía tres dedos de grosor, condimentada con su correspondiente lechuga, tomate, cebolla, queso, bacon etc. aquello fue una verdadera bomba estomacal, parecía que nos habíamos comido a nosotros mismos de lo pesadez que teníamos.

Volvimos a montarnos en el coche, y nuestra guía nos volvió a fallar por unos instantes pero menos mal que consiguió reponerse. Una vez llegado al aeropuerto de Búfalo, dejamos el coche en la agencia donde lo habíamos alquilado, y nos dispusimos a coger el avión que nos llevaba de vuelta a Nueva York, al aeropuerto JFK.

También fue un avión pequeño pero como, donde nos ofrecieron una pequeña bebida y un sandwich. Como dije antes, tardamos poco más de una hora en llegar a Nueva York. Una vez en el aeropuerto JFK, cogimos nuestro coche, un pequeño auto de la marca Mazda que tuvimos alquilado durante toda nuestra estancia en el viaje.

Para no variar la costumbre, volvimos a llegar al apartamento reventados y no era para menos, habíamos estado desde por la mañana temprano sin parar, caminando, cogiendo coches, aviones, además de superar los obstáculos que suponen hacer estos viajes con poca planificación.

Lo importante es que la experiencia fue inolvidable, vimos una grandiosa maravilla de nuestro planeta y nos quedamos con imágenes en la mente que jamás olvidaremos.

El que vaya allí me entenderá, os lo aseguro.

Ahí lo dejo.


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