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La perla escondida del Este: Bucarest


#1 Desplazarse en Bucarest

Bucarest es una ciudad de casi dos millones de habitantes, pero la parte viva de la ciudad (es decir, la más interesante) es muy pequeña y bien organizada desde el punto de vista de los transportes.

El metro funciona desde las 5 de la mañana hasta las 23.30, y los autobuses funcionan incluso de noche, cubriendo amplias zonas de la ciudad, especialmente en el centro. El abono mensual del metro para estudiantes cuesta 6 euros y existen importantes descuentos para autobús, tranvía y filobús también.

El centro de la ciudad, además, está plagado de taxis a todas horas de día y de noche. Por un módico precio (si sois un grupo, los precios por persona son realmente ridículos) os acompañaran a casa cuando estéis demasiado borrachos para volver a casa a pie y el transporte público no funcione.

Si queréis moveros a pie, Bucarest es una ciudad llena de vida, enérgica y siempre llena de gente de todo tipo, sobre todo en el centro. Los barrios periféricos, en cambio, sobre todo por la noche, resultan especialmente solitarios y no es raro encontrarte con perros abandonados por el camino. Se recomienda, en este caso, coger un taxi: por poco dinero os llevará a casa de manera rápida y segura.

#2 Visitar Bucarest

Bucarest no es una ciudad históricamente interesante.

Los terremotos y la planificación urbanística de los años 80 han arrasado el suelo de gran parte de la ciudad vieja. La ciudad resulta por tanto menos interesante con respecto a las vecinas Budapest y Belgrado.

La ciudad está plagada de majestuosas avenidas con árboles que, la mayor parte de las veces, terminan en enormes rotondas. El casco "antiguo" se abandonó a su suerte hasta principios de los 2000, cuando la zona entera fue restaurada, las familias que allí vivían se vieron obligadas a mudarse, y sus casas fueron transformadas en sitios horteras, dándole a toda la zona un ambiente realmente "kitsch".

Así que, si venís a Bucarest por su historia, su cultura y sus monumentos que no sean edificios de la época soviética con el logo de McDonald's o Coca-Cola encima, os aconsejamos encarecidamente ir a otra ciudad.

#3 Divertirse en Bucarest

Si, en cambio, lo que os interesa es la diversión y la vida nocturna, estáis en el lugar indicado.

La ciudad, regulada férreamente por un toque de queda hasta principios de los 90, parece ansiosa por recuperar todas las noches perdidas: en la hortera Lipscani (el centro) los locales están abiertos desde el mediodía hasta las primeras luces del alba, mientras la ciudad está plagada de discotecas para todos los gustos.

Es muy fuerte la presencia del sexo en la ciudad. Os encontraréis a menudo con dudosos centros de masaje, carteles de "sex-shop" y locales de alterne. Sin embargo, dada la facilidad para ligar en las discotecas, os aconsejamos gastar vuestro dinero en otros menesteres.

#4 Comer en Bucarest

Encontrar un local tradicional en Bucarest parece ser misión imposible: la ciudad está llena de locales internacionales: pubs irlandeses, pizzerías, kebabs y muchos sitios de comida rápida, y parece que los rumanos se han adaptado a este nuevo tipo de cocina, olvidando la tradicional.

Los precios de los restaurantes siguen la línea de la calidad de vida de Rumanía y, por tanto, son en general baratos.

No será fácil para vegetarianos y veganos, ya que todo contiene carne; por eso, si pertenecéis a una de estas categorías o simplemente sois quisquillosos con la comida, os aconsejamos que cambiéis de ciudad.

Otra nota negativa es la de las propinas: al no pagar el cubierto, los camareros se esperan un pequeño "extra" que, normalmente, llegar al 10% de la cuenta. Sin embargo, no debéis considerarlo como una obligación y ellos no deben pretender nada: si no estáis satisfechos con el servicio, no dejéis propina y despreocupaos de los cuchicheos de los camareros.

#5 La gente en Bucarest

Los ancianos o las personas de mediana edad no hablan inglés, así que tendréis que haceros entender por señas. A veces los habitantes, para no mostrarse occidentales y cosmopolitas, aparentan ser desconfiados hacia los extranjeros. Sin embargo, si os mostráis decididos y seguros de vosotros mismos, dando la impresión de no ser simplemente unos pardillos, os tratarán con más respeto y, a veces, con amabilidad.

Los jóvenes, sin embargo, hablan bien inglés y estarán dispuestos a ayudaros aumentando sonrisas y timidez. En ningún país de los muchos en los que hemos estado hemos advertido tanta diferencia entre viejos y jóvenes, signo evidente del cambio histórico que sufrió el país en 1989, cuando Rumanía pasó de ser un país de economía socialista cerrado al mundo a un país con economía de mercado que mira a Occidente, tanto para bien como para mal.


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