Bélgica: tour por Bruselas, qué ver.
Grand Place:
Hicimos entonces un pequeño parón en nuestra ruta por Bruselas para ver Brujas y Gante, y fue posteriormente, el cuarto día, cuando hicimos el freetour en esta ciudad. Esta vez el punto de encuentro estaba en Grand Place y, por suerte, no hacía tanto frío como los días anteriores. Este lugar forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, y, aunque ya habíamos podido apreciar su magnificencia durante la primera noche de nuestra estancia en Bruselas, fue por el día cuando cobró el verdadero sentido. Descubrimos a través del tour que ese no era el aspecto original de la plaza puesto que fue a finales del siglo XVII cuando, durante la guerra, se incendió dejándola devastada. Y posteriormente cuando se volvió a reconstruir, llenándola entonces de las famosas casas gremiales que hoy siguen manteniéndose. Además, se puede encontrar en esta misma plaza la oficina de turismo, el Museo de la Ciudad de Bruselas, la Mansión de los Duques de Brabante y el Hotel Ville entre otros edificios significativos. Así que por ser el centro de la ciudad y uno de los lugares más transcurridos de la misma, se celebran gran cantidad de eventos en ella, desde mercadillos de flores dos o tres días a la semana hasta los espectáculos de luces que pudimos disfrutar nosotras. Una maravilla.
Escultura a Everard t'Serclaes:
Al salir de la plaza para seguir con nuestra ruta, nos encontramos a la izquierda un monumento de bronce incrustado en la pared, como un pequeño altar, dedicado a Everard t’Serclaes. Este hombre fue una figura muy importante durante la Guerra de Sucesión pues liberó a la ciudad de aquellos que la oprimían, siendo considerado así un héroe para los conciudadanos. Sin embargo, aunque la historia también era importante, es lo que da paso a la ‘leyenda’ pues dicen que si tocas su brazo, atraerás la suerte hacia ti y volverás al lugar. Pero lo que sorprende no es solo eso pues en muchas ciudades existen este tipo de historias. Lo sorprendente aquí es que dicen que, si pasas la mano en dirección ascendente, no solo vuelves, sino que vuelves casado. Y en el caso en el que la pases en dirección descendente también vuelves, pero ya separado. Asique, hay para todos los gustos, ¡tú eliges! Yo, como en esa época no tenía pareja, la pase hacia arriba porque oye, la verdad es que me gustaría volver, pero mejor acompañada que solita. ¿No?
Pintadas de cómics:
Íbamos pasando de calle en calle y la verdad es que era bastante frecuente encontrar pinturas en las paredes. Y no, no eran dibujos sin sentido o nombres ilegibles, eran figuras reconocidas de comics que hoy día forman parte de los recuerdos de la infancia de muchos de nosotros, Tintín, Astérix y Obélix, los pitufos, Lucky Luke… son algunos de los dibujos que puedes encontrar por las calles de Bruselas. De hecho, aquí es tan importante esta forma de contar historias y tal es el fanatismo que genera, que no solo puedes encontrar mapas con hasta tres rutas diferentes para visitar cada uno de los murales, sino que, si te da miedo perderte o te parece demasiada dificultad ir mirando calle por calle en un mapa, existen también tours dedicados exclusivamente a este arte. Además de varios museos repartidos por toda la ciudad que recogen no solo la historia de la creación y evolución de estos libros de historietas sino que también guardan numerosas copias originales de diferentes géneros y artistas.
Uno de los que más me llamó la atención no era precisamente de ningún comic, era el famoso Manneken Pis (del cual hablaré ahora) vestido de rapero y con el nombre cambiado a Manneken Peace. Y es que este grafiti concretamente había sido pintado como reivindicación hacia la ciudad y hacia el mundo en el día de la Paz.
Manneken Pis:
Hablemos entonces del Manneken Pis, uno de los símbolos más emblemáticos de la ciudad de Bruselas. Supongo que más de uno habrá escuchado hablar sobre esta pequeña estatua de bronce de medio metro que se sitúa en el centro histórico de la ciudad. Pero para quien no la conozca, la estatua del Manneken representa un niño pequeño orinando sobre un recipiente. Sí, tal cual. El guía nos dijo que aquel curioso monumento representaba a la ciudad de Bruselas y a sus habitantes como libres e independientes, aunque no se sabe muy bien el origen de este icono, pues se pueden escuchar o leer numerosísimas leyendas sobre este hecho. En el tour nos contaron tres pero si buscas por internet puedes encontrar decenas de ellas, desde que en guerra intentaron prenderle fuego a la ciudad y fue un niño quien apagó la llama con su orina, que un chico se perdió y su madre, que removió cielo y tierra para encontrarlo, cuando lo consiguió se lo encontró orinando en una esquina, que como burla a aquellos que intentaban atacar la ciudad los bañaban con orín de niño, que representa también a aquellos niños que orinaban sobre los cueros para encurtirlos… en fin, puedes encontrar para todos los gustos.
Sin embargo no son solo las leyendas lo que hacen importante a este personaje, pues también los ciudadanos tienen mucho cariño a esta estatua, hasta el punto de vestirla con diferentes trajes. De hecho, lo raro es encontrarlo desnudo. Y es que imaginad cuál fue nuestra cara de sorpresa cuando nos dijeron que existía hasta un museo con todos los trajes con los que habían vestido a este pequeño niño (astronauta, apicultor, futbolista, músico, soldado…). ¡Tenía hasta su propio sastre oficial! Una locura.
También nos hablaron de otras dos figuras que se encontraban también en la misma tesitura del Manneken Pis, es decir, orinando. Se trataba de una niña (Jeanneke Pis), y la mascota, un perrito (Zinneke Pis), que la verdad no tienen la fama de este pequeño, pero es bonito visitarlas también.
Palacio de Justicia:
Seguimos entonces hacia el Palacio de Justicia, uno de los edificios de piedra más grandes del mundo con más de 25.000 metros cuadrados, más grande incluso que la Basílica de San Pedro situada en la Ciudad del Vaticano. Un edificio de dimensiones colosales cuya cúpula a día de hoy está en restauración, aunque el guía nos dijo que jamás había visto allí a un obrero, por lo que no supo decirnos cuando quitarían aquellos andamios para poder admirarla.
Notre Dame du Sablon:
Seguimos caminando a través de las calles de la ciudad hacia la iglesia de Notre Dame Du Sablon mientras nos encontramos con algunos grafitis y una parte ya muy deteriorada de la antigua muralla de la ciudad.
Place Royale:
Posteriormente venimos a parar a Place Royale, otra de las plazas emblemáticas de la ciudad, rectangular, de aspecto impoluto y rodeada por edificios de los cuales hoy en día la mayoría se han convertido en hoteles y museos pues nos acercamos en este punto al Monte de las Artes, un lugar donde las vistas de la ciudad no tienen desperdicio. Los jardines, las estatuas y los edificios que conforman el paisaje hacen de este punto un lugar de paso obligatorio en la visita a Bruselas. Además es aquí donde hay que venir si os interesa la cultura relacionada con las artes pues entre otros se encuentran en este lugar el Museo de Bellas Artes, el de Instrumentos Musicales y la Biblioteca Real. Visitando en Diciembre Bruselas lo normal es que los días sean grises, pero aun así, con el cielo gris y el frío en las calles ya se veía increíble. No quiero imaginarme cómo será en primavera o verano cuando las flores de los jardines estén en flor y el sol aporte su luz al lugar.
Catedral de Dan Miguel y Santa Gudula:
Llegamos entonces al punto final de nuestra ruta, la Catedral de San Miguel y Santa Gudula, una construcción de estructura gótica semejante a aquellas de Francia tanto en aspecto como en disposición de los elementos: sobre todo vidrieras, puertas y rosetones.
Comida:
Preguntamos al guía, como siempre, donde podíamos comer algo típico de la ciudad y nos mandó a un lugar llamado Drug Opera, un restaurante donde servían la carbonade, un plato tradicional belga compuesto por un estofado de carne de ternera, cebolla y algunas especias cocinado en cerveza. Allí fuimos y eso fue lo que pedimos, eso y otro plato que tenía muy buena pinta y estaba compuesto por un volován acompañado de carne en salsa de nata y champiñones que estaba de muerte.
La comida comenzó muy bien pero se torció poco después ya que cuando nos trajeron los platos, que eran para compartir, dividimos mitades para cada una, entonces yo, que soy se echarle un poquito más sal a las comidas, me dispuse a espolvorear un poco por mi parte de carbonade con la mala suerte de que el salero no estaba bien cerrado y calló una montaña, literal, de sal encima del plato. No sé si es que fui torpe o es que los niños que estaban sentados en la mesa de la cual yo cogí el salero eran demasiado graciosos, pero pasó así. Corriendo entonces intenté quitar toda la que pude salvando parte de la comida que finalmente, no sabía tan incomible como pensaba que podría ser, pero no sabía igual de rica, y menos con el enfado que me entró en el cuerpo. Aunque poco a poco se me fueron calmando los humos y acabó quedando como una anécdota con su consiguiente aprendizaje, pues… ahora siempre, y repito, siempre, compruebo que los botes están bien cerrados antes de añadir cualquier cosa a mi plato. ¡Con la comida no se juega!
De hecho al día siguiente, como debíamos coger el autobús que nos llevaba hasta el aeropuerto al medio día, aprovechamos las horas que nos quedaban para comprar… ¡chocolate! En unos días volvíamos a casa y qué mejor regalo que un poco de chocolate belga. Así entramos en un Lidl que encontramos por la calle y arrasamos con el chocolate de las marcas que nos había recomendado el guía según calidad-precio. Además de la marca Leonidas que era más cara, nos recomendó otra llamada GuyLian, cuyas cajas eran blancas con las letras en dorado, y que la verdad, la recomiendo mucho porque está bastante bueno y no vi tanta diferencia de sabor con el otro, pero sí en el precio.
Finalmente, ¿cómo no acabar el viaje con un último gofre? Acudimos entonces a la Maison Dandoy, donde acabamos pidiendo un gofre de chocolate que estaba para chuparse los dedos, y fue literal, porque iba tan cargado que se me iba cayendo conforme le daba bocados, acabando manchada hasta los zapatos. Por eso, pensé que sería buena idea que uno de mis propósitos de año nuevo (ya que se encontraba cercana la fecha) fuese aprender a comerlos sin mancharme ni un solo dedo. Pero es un reto, ¿eh? No es porque me gusten ni nada parecido…
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