Bélgica: Bruselas, primera noche y hostal.
La verdad es que comprar los billetes de este viaje fue del todo improvisado, de esto que te llaman y te dicen oye, ¿te vienes? Un vuelo del 1 al 5 de diciembre al aeropuerto de Bruselas.
La verdad es que yo contaba con que hiciese frio pero… no tanto. Llegamos allí por la mañana, horas antes de comer, salimos del aeropuerto y nos encontramos el cielo totalmente nublado y unos copitos de nieve cayendo. Fuimos a informarnos sobre cómo podíamos llegar al centro de Bruselas y nos dijeron que podíamos comprar un billete de autobús que salía aproximadamente cada 40 minutos. Aprovechando que estábamos ya allí compramos tanto el billete del día 1 como el del día 5 (de alguna forma teníamos que volver al aeropuerto).
Habíamos reservado en la página web de HostelWord un par de camas en una habitación compartida. El hotel se llamaba Meininger Brussels City Center y se encuentra bastante cerca del centro, como a unos 15-20 minutos andando de Grand Place. La verdad es que bajo mi punto de vista el lugar estaba bastante bien, me gustó mucho la recepción del hostal, con un ambiente muy juvenil con diferentes lugares una cocina común bastante bien equipada, una sala de estar con un futbolín y ordenadores, enchufes para los teléfonos, incluso para las tardes habilitaban una zona de bar con un billar. El recepcionista que nos atendió era muy simpático y menos mal que hablaba español porque sino no sé qué hubiese sido de nosotras. He de decir que yo antes de venir de Erasmus a Italia sabía más o menos comunicarme en inglés… ahora mismo creo que no puedo decir lo mismo. Me he dado cuenta de que es bastante difícil tener varios idiomas en la cabeza, ¡se me mezclan continuamente!
En fin, cuando llegamos a la habitación la verdad es que me sorprendí porque para lo poco que habíamos pagado (que salía como a unos 20 euros de media la noche) nos encontramos con un lugar bastante acogedor donde había calefacción (menos mal), un baño bien equipado, y camas bastante cómodas.
Aprovechamos esa tarde-noche para ir a echar un primer vistazo por la ciudad. Ya no nevaba y aunque hacía frio el ambiente navideño era increíble. Encontramos luces que adornaban las calles, música, la gente que había salido a pasear, ya que en esta época es cuando se colocan en las ciudades de gran parte de Europa unos mercadillos callejeros con diferentes productos: comida, adornos de navidad, ropa, dulces… Era genial. Escuchando que la música procedía de algún lugar de la ciudad concreto y sin saber muy bien dónde íbamos comenzamos a seguirla. Llegamos a Grand Place y nos encontramos con el mejor espectáculo de luces que he visto jamás. Al ritmo de la música de Sia las casas de los diferentes gremios junto con el ayuntamiento y el museo se iluminaban de luces verdes, rojas, azules, y amarillas. Es uno de los momentos más especiales que recuerdo de aquel viaje, y fue en ese momento cuando me enamoré de la ciudad.
Coincidió que el día 1 era el día mundial contra el SIDA, y además de toda la movida que había con el mercadillo se sumaba a esto otro pequeño recinto con un escenario y un Dj que pinchaba bastante bien, algunas casetas donde hacían pruebas instantáneas gratuitas, se repartían preservativos, daban información general sobre esta enfermedad o vendían Vin brulé con objetivo de recaudar fondos para diversas asociaciones y también de ofrecer algo de calor a la gente que lo bebía (como yo). Al final nos acabamos animando con la música y acabamos comprando una botella de vino en un Carrefour cercano para las dos, y de la cual aún conservo el tapón (creo que tengo un problema con eso de acumular cosas de viajes). Me encantó esa noche.
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