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Erasmus, un año en la República Checa


Se acabó, estoy lista para volver. Han pasado ya 8 meses y aquí estoy sentada al fondo de autobús número 21 hacia París para hacer 12 horas de carretera.

Eso es todo, qué decir... Se me ha pasado el año volando, al ritmo de las estaciones, los descubrimientos y las quedadas. ¿Por dónde empiezo a explicar todo esto? Por el principio creo que será lo mejor.

Después de pasar dos noches tranquilamente en casa de un amigo, me dirijo al aeropuerto Charles De Gaulles. Con la espalda dolorida y las manos marcadas por las bolsas, salgo finalmente por la zona este. Después de todo el protocolo de seguridad al final embarqué. Unas horas después pisé Bratislava, es mejor que coger el tren para llegar sano y salvo. Una buena sorpresa, me encuentro en un tren a lo Harry Potter que huele a madera buena y al mal gusto soviético. No paro de criticarlo pero sigue siendo más exótico que nuestra buena vieja ciudad.

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Brno, mi ciudad adoptiva durante los próximos meses

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Vamos, llegué a lo que será mi ciudad adoptiva durante los próximos meses. Ya estoy fuera de la estación. Enfrente de tanta inquietud y movimiento, veo que la ciudad está llena de gente. "Bueno, acabo de encontrar el Hotel Komarov, mi residencia universitaria... el principio del embrollo", por suerte estaba sentada en un banco para fumarme un cigarro y un tranvía llamado Komarov se detiene a mis pies. Nada más llegar ya me siento la reina de la ciudad. Llego a mi destino y me las apaño para hablar con un inglés muy básico y muy francés para poder encontrar mi camino.

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Hotel Komarov

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Con un desorden administrativo y llave en mano, me dirijo hacia la habitación S07. ¿Mi primera impresión de la habitación? Bueno... es muy... blanca. Tiro mi bolsa a la cama, cierro la puerta y me voy al centro de la ciudad para ver cómo es. Deambulo por las calles sin comprender absolutamente nada de todo lo que está escrito en las paredes, pero no pasa nada, es parte de la diversión. Pasan unos días, un poco solitarios, al parecer llegué un poco pronto.

Los del grupo de Facebook proponen salir por ahí a tomar algo para aquellos que ya hayan llegado. Unas cervezas checas en la tienda de la esquina y después me encuentro en lo alto de la colina que tiene el castillo de Spilberg. Fueron los primeros encuentros con españoles, rumanos, turcos, rusos, ingleses, marroquíes, afganos y los estuve conociendo al atardecer, todo esto podría hacer empezado peor pero no fue así. A pesar de mi nivel de inglés, peor que pésimo en ese momento, conozco a muchas personas, algunas interesantes y otras no tanto pero siempre agradables. Admito haberme echado unas buenas risas con un turco y un español aquella noche, además de todo el año.

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Vista del catillo de Spilberg

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A mediados de septiembre, suena el timbre, el comienzo de las clases (dios mío, que sean en inglés, por favor). No era muy diferente de no ser por los edificios antípodas a los de Rennes 2, ambiente renacentista con gran cantidad de esculturas en las paredes. Clase. A mediados de septiembre tuvimos un poco de ayuda de los de allí para enseñarnos con más detalle la ciudad y hacer todos el papeleo necesario para el autobús, los papeles para reenviar a Rennes, etc...

Hace poco más de un mes en Brno, teniendo puntos de referencia y coordenadas, ya no me perdía tanto o al menos con mucha menos frecuencia, la sensación de soledad se fue poco a poco convirtiendo en lo contrario. Tenía esa sensación de vivir en una comunidad internacional de amigos. Creo que fue a partir de ese momento cuando empecé a pensar en inglés y progresar de golpe de una manera bastante loca.

Al año siguiente el camino y la rutina se asentaron algo más, pero esta rutina me gustaba, clases durante algunas horas a la semana, las típicas fiestas Erasmus del miércoles por la tarde y los viajes los fines de semana... No hay nada por lo que quejarse. Por no hablar de que la República Checa está pasando sin duda por la misma fase económica que nosotros, mucho más barata, por lo que es muy oportuno para mi bajo presupuesto de becario. Por una vez en mi vida universitaria no tengo que contar lo que me queda en la cuenta bancaria a partir del día 10 del mes, por fin puedo ir a conciertos y brindar con mis amigos sin tener que ayunar durante tres días.

En noviembre recibo la beca Erasmus, un poco más de 2000 euros, una muy buena suma más aquí. ¿Qué puedo hacer con este dinero? Está decidido, no tiene sentido ahorrar, estoy de Erasmus, esto solo pasa una vez, me ajustaré el cinturón otro año: "billete de autobús reservado, dirección Budapest, luego Salzburgo (donde vive Toby) y ¿por qué no hacer un pequeño desvío por Viena que está al lado?.

La Navidad llegó muy rápido y decidí comprar muchas tonterías artesanales checas como regalos, bufanda, dulces, velas, todo valía. Regresé a Francia para las fiestas de fin de año y volví a la República Checa a principios de enero.

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Brno en Navidad

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Al final del primer semestre empiezan las primeras despedidas y nos despedimos con tristeza que desafortunadamente suena más a un adiós, aunque por educación no nos atrevamos a reconocerlo a nuestros amigos. Les criticamos por no tener agallas de quedarse todo el año, y ellos mismo también se critican. Finalmente, la buena vida continúa así como mi año en el extranjero.

El nuevo semestre da la bienvenida a la gran cantidad de nuevos estudiantes, y los veo con cierta nostalgia ahí con sus historias de papeleo, seguros y todo lo demás.

El segundo semestre se parece al primero, pero nieva y hace frío. Nos encontramos con los recién llegados y nos vemos en su mismo lugar hace 5 meses, recién llegados a un lugar donde no conoces nada ni a nadie. Los afortunados. Esta sensación es demasiado genial. Ahora nos toca a nosotros mostrarles la ciudad y explicarles cómo funciona todo. Además, conozco a nuevos franceses y me dicen que "sí, que sin lugar a dudas he mejorado mi inglés".

Pasan los días, las semanas y los meses, los parciales terminan, todos se dan cuenta de que se acerca el final. Cada uno lleva esto como puede, algunos están de mal humor cuando otros, sin embargo, son más melosos. El hecho es que todos estamos en la misma situación. ¡Gastemos lo poco que nos queda y divirtámonos!

¿Budapest? Sip.

¿Viena? Aún no, vamos a Lednice en su lugar

¿Cracovia? Por supuesto.

20 de mayo, últimos abrazos con los amigos, tengo que irme un poco antes que los demás... Soy la primera en iniciar el triste viaje luctuoso de despedidas. Nos despedimos de todos los que conocemos e intentamos hacer un mísero plan para volver a vernos el año que viene. Está decidido, iré a Estambul.

Mi autobús debe partir, nos decimos unas últimas palabras y me siento en mi sitio con el corazón sofocante. Haciendo en mi cabeza un resumen de todo el año. El autobús arranca y comienza el viaje para regresar a la vida "normal".

No me apetece.


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