Bratislava como capital (2/2)

3 de febrero de 2016

Día 2: Bratislava o la monotonía del cielo gris

Al salir del dormitorio y contemplar la amplia perspectiva de la plaza Kamenné, con sus altas barras desnudas y el cielo ceniciento, me entra un poco la nostalgia. Me pierdo subiendo la colina de Slavin, con sus calles agitadas que se curvan, sus casas típicas de pueblo, sus escaleras que no llevan a ninguna parte o de repente, no sabes por qué y apareces en un bulevar.

Tras un cuarto de hora dando vueltas, por fin llego a mi destino: el monumento a la Armada roja. De unos cuarenta metros de alto, erigido en 1960, conmemora la liberación de Bratislava y, a fin de cuentas, la de Eslovaquia entera. Rodeando el mastodonte de hormigón, puedo leer, en efecto, la fecha de la liberación de las grandes ciudades del país, como Presov, donde estoy de Erasmus: « 19. I. 1945. ». Para que quepa el obelisco entero en la foto, debo retroceder bastantes metros.

En la explanada, donde están enterrados 6. 845 soldados rusos, me quedo mirando toda la ciudad. En medio de todos los rascacielos, apenas distingo el palacio presidencial o las atractivas calles del casco antiguo. No puedo creer que el panorama que se revela en Slavin sea el de la Bratislava por la que paseaba ayer.

Vuelvo a bajar la cuesta para comer en un restaurante vegetariano de autoservicio, donde se oye a los empleados moler puré en la licuadora, en el que se entienden entre sí por gestos e inglés en la parte interna de la cocina. Al salir, la fina lluvia cae sobre mi abrigo negro, aspiro la brisa, los adoquines se vuelven brillantes. El tiempo no va a cambiar.

bratislava-une-capitale-de-pays-22-795dbEn el primero piso de la torre del antiguo ayuntamiento, el campanario de la puerta Saint-Michel se abre paso entre las tinieblas del día.

Abandono provisionalmente la idea de ir al castillo. Me veo obligado a visitar el museo municipal, el antiguo ayuntamiento, para pasar el tiempo. En la torre que domina la plaza del antiguo centro, la lluvia cae sobre las ventanas. Las 23 habitaciones tienen el mérito de dar mucha información sobre la historia de la ciudad y algunas son particularmente admirables. La sala del tribunal me impresiona por sus águilas de aguda mirada colgando de un techo pintado y el estuco color rosa caramelo. También me conmueve la iluminación de los libros de oraciones del siglo XV. No hay ni un alma en las salas, salvo unos guardias que ríen y charlan como buenos amigos en una cafetería que no pega en medio de la solemnidad del lugar.

Todavía me quedan varias horas cuando salgo del museo. Me enfrento a la lluvia que cae para visitar el castillo. Para conseguirlo, tengo que cruzar la autopista. La recepcionista me había mostrado algunos puentes en el mapa. Pero tanto delante de la catedral como al final de los pequeños pasadizos, las altas puertas negras están cerradas. Me veo obligado a tomar un desvío por el puente de la calle de Zamocka para luego bordear toda la colina del castillo antes de comenzar la subida.

"¿Cómo puede ser tan difícil acceder a este monumento tan emblemático, si además aparece en las monedas de 10, 20 y 50 céntimos? " me pregunto. En algunas zonas el viento sopla tan fuerte que parece que se me va a romper el paraguas. Casi tiro a un peatón, al ir cegado por el paraguas. Afable, la cara del anciano se revela tras la tela negra, antes de decir "¡Pardon! " Sí, en francés y en eslovaco se utiliza la misma palabra para pedir disculpas.

bratislava-une-capitale-de-pays-22-2120aEn una de las terrazas de la colina del castillo, la catedral Saint-Michel y el Danubio perdidos en la oscuridad.

Llegando a la altura de la puerta de Sigismundo, un cartel me explica por qué mi trayecto ha sido tan caótico. Descubro que está cerrado en invierno. En una de las terrazas de la colina accesible, intento disfrutar de las limitadas vistas de la catedral, del Danubio gris y del Puente Nuevo. El agua fresca me ha calado de los pies a la cabeza. No quiero salir a cenar esta noche. Hay mucha humedad. Me compro algo para comer en un supermercado visible desde la ventana del albergue. Mañana será un largo día de tren.


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