Bonn, cartas extrañas y mariquitas

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Era jueves y, como siempre, estaba estudiando en una pequeña y bonita biblioteca llena de mariquitas en Bonn. Aquella fría tarde de invierno aún no sabía que iba a recibir un email que iluminaría mi día.

Recibí un email del remitente más insospechado: yo misma.

El año pasado me escribí a mí misma un e-mail, y, a través de la plataforma futureme.org, la recibí esa tarde. En la carta básicamente intentaba predecir cómo iba a ser mi vida desde ese momento hasta el año siguiente. La escribí en un momento en el que estaba bastante cansada de mi vida en mi ciudad natal, estaba desanimada tras varias solicitudes fallidas para programas de intercambio en el extranjero. Cuando me presenté al proyecto Erasmus, lo hice pensando que sería otro sueño inalcanzable de mi lista. No creía que iba a ocurrir de verdad.

Y entonces ocurrió.

Los meses empezaron a pasar rápido, en un abrir y cerrar de ojos mi maleta está hecha, digo adiós a los amigos y la familia y salto a mi vuelo de Roma a Bonn.

Y de pronto, silencio. Esa fue mi primera impresión de Alemania. El aeropuerto era muy silencioso en comparación con el abarrotado y ruidoso de la capital italiana. Me daba la impresión de que la gente susurraba para no molestar a los demás.

Los primeros eventos Erasmus comenzaron. Fue una gran sorpresa para mí cuando, de algún modo, los organizadores de la Semana de Bienvenida sabían que era mi cumpleaños y literalmente hicieron que 300 perfectos desconocidos me cantaran el cumpleaños feliz. Mis mejillas aún se enrojecen cuando recuerdo aquel momento, pero de todos modos aprecié muchísimo el gesto.

Querido lector, espero que no seas de esos que piensan que el Erasmus es sólo para ir de fiesta y beber. La experiencia de pasar uno o dos semestres en otra Universidad es crucial para crecer en tu trayectoria educativa. Aquí estás solo y eres independiente, significa que estás obligado a familiarizarte con la burocracia para lo relativo al apartamento, documentación, exámenes. Si tienes suerte de contar con la compañía de amigos curiosos y alocados tendrás la oportunidad de viajar alrededor de Europa.

No hay duda sin embargo, de que te verás en situaciones incómodas. Una vez gasté 7 euros en la cantina porque pensé que funcionaba como en Italia. Terminé teniendo dos enormes platos y tuve que convencer a mi amigo belga para que se comiese uno de ellos, pues era demasiado. Por no mencionar los innumerables extraños saludos con alemanes y españoles, no sabes cómo comportarte: ¿abrazo o beso? Si beso: ¿una, dos o tres veces? ¿y desde la izquierda o la derecha? Honestamente, todavía tengo problemas con ello.

Pero exactamente así es como evolucionamos: retándonos a nosotros mismos, aprendiendo a manejarnos en situaciones extrañas y estresantes, circunstancias en las que nunca antes hemos estado.

Siempre habrá una voz susurrándote que no vayas demasiado lejos, que vuelvas a tu rincón seguro y te quedes allí para siempre. Cambiar siempre asusta.

Primero estaba asustada, luego mi curiosidad me hizo olvidar el miedo. Lentamente empecé a entender, a enamorarme de este mundo de diversidad en el que vivimos, a buscar nuevas historias que escuchar.

Volví a la biblioteca. En mi mente veo caras amigables diciendo adiós. Cuando paseo, cada esquina de esta ciudad me recuerda a algo. La primavera se acaba, las flores de melocotón de la calle han sido barridos y en esa pequeña entrañable biblioteca del centro de Bonn, las mariquitas se han ido.


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