Bogotá

El vuelo a Colombia fue por la noche y llegué a la ciudad de Bogotá a las seis de la mañana casi, Lucciana, amiga colombiana que fue a hacer un intercambio de un semestre a mi escuela me fui a recoger al aeropuerto, solo que no contaba con que no iba a tener internet en el aeropuerto y como mí misma compañía telefónica estaba en Sudamérica pensaba que no iba a tener conflictos, más que una mayor tarifa, al momento de llamar. Pasó una hora y empezaba a idear un plan B, empezaba a pensar que podría ser que no nos comunicamos bien e iba a ser difícil de encontrarnos, por eso recomiendo que si vas a acordar con alguien en un aeropuerto que no conoces en lo más mínimo, fijar un punto super específico que no pueda ser confundido porque en ocasiones puede haber dos Starbucks en el mismo aeropuerto, y acordar un plan B y C por si las dudas, si algo ocurre después de una o dos horas quizá encontrarse en algún lugar de la ciudad.

Nosotros por fortuna coincidimos y fuimos a tomar el TransMilenio el cual se asemeja mucho con el Metrobús de la ciudad de México. Tenía un costo de 2 mil pesos colombianos y conecta gran parte de la cuidad, para los que ni tengan familiaridad con el Metrobús de México, funciona igual que un metro, pero sobre la superficie, tienen paradas específicas y solo puedes tomarlo en éstas.

A Colombia se le ha hecho mucha mala fama a causa del capo del narcotráfico más reconocido de la historia, Pablo escobar, y aún en estos días se les discrimina mucho y relaciona con las drogas, como está empezando a ocurrir con los mexicanos, y Bogotá al ser una ciudad muy grande aumenta el nivel de inseguridad, lo que se me hiso particularmente curioso fue que se hablaba más de la inseguridad de la que se percibía. Yo a la ciudad la vi algo descuidada, el casco central tiene su belleza pintoresca y lugares bonitos para visitar, pero conforme te vas alejando se empieza a ver más el abandono de la ciudad.

 En cuanto llegamos a La Candelaria (que es el barrio central) comencé a apreciar la belleza de la ciudad, sus viejas casonas coloniales hacen alusión a la aristocracia española de hace años, en la actualidad son negocios adaptados y con estilo moderno, además por los entornos se puede visitar la casa de la moneda, el museo del oro, la Quínta Bolivar, el Observatorio Astronómico y otros lugares interesantes, yo para ese momento seguía cargando mi maleta de 14 kg aproximadamente y el peso y el calor empezaban a agobiarme, Lucciana me propuso ir a un cafetería de unos conocidos y ahí guardar la maleta para poder recorrer con más comodidad la ciudad.

Nos dimos también una vuelta por su escuela y apreciamos una vista más área de la zona, Bogotá es una ciudad grande pero no lo suficiente como para necesitar grandes rascacielos o infinitas torres departamentales o al menos esa es la percepción que a mí me dió.

Bogotá

En la foto: Cerro Monserrate en el fondo.

Seguimos recorriendo la ciudad y la caminata nos abrió el apetito, mi guía me llevó a una cocina económica, como le diríamos en México, y nos comimos por 8mil pesos colombianos (unos 50 pesos mexicanos y unos 2.7 dólares) un rico Ajiaco, y una bandeja paisa.

Bogotá

En la foto: Bandeja Paisa.

La bandeja paisa es de los platos más representativos de Colombia, tiene tantas variaciones que se me dificulta definir los ingredientes específicos, pero en general llevan huevo, frijoles, plátano maduro, arepa, chicharrón, chorizo y aguacate. La bandeja paisa es un plato bastante contundente y bastante bueno para llenar el estómago.

Ya con la barriga llena fuimos al museo del oro, al Santuario de Nuestra Señora del Carmen, y a otros lugares de la zona, la foto del día se la lleva la torre Colpatria que por un tiempo fue el rascacielos más alto de la ciudad e inclusive de Latinoamérica y lo curioso es que es uno de los lugares en donde se lleva a cabo una carrera de ascenso, y se ganó la foto del día por su característica iluminación de noche. 

Bogotá

En la foto: Torre Colpatria en el fondo.


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