¡«Hallo», Berlín!

¡Hola a todos!

Nuestra última semana del programa de verano de tres semanas en Estados Unidos consistió únicamente en viajar. Nuestro viaje de vuelta a casa comenzó en torno a las tres de la madrugada y llegamos al aeropuerto de Budapest la noche del día siguiente. La primera parte del viaje fue ir de Rochester a Manhattan; de allí con el metro y el tren del aeropuerto hasta el JFK (el principal de la ciudad de Nueva York). La última, un vuelo de solo 2 horas de Berlín a Budapest. En muchas ocasiones tuvimos que esperar entre conexiones y el proceso del «check in» también nos llevó mucho tiempo. El primer avión salió con dos horas de retraso, pero la peor parte fue en Berlín, donde tuvimos que esperar seis horas para coger el vuelo a Budapest. Pero, espera un segundo, ¿he dicho «la peor parte»? No lo decía en serio. La respuesta normal en la mayoría de los casos tras un viaje tan largo sería tener «jet lag», sueño, estar exhausto, cansado y de mal humor, pero ese no fue nuestro caso. Esas seis horas en el aeropuerto de Berlín fueron absolutamente fantásticas. Aprovechamos el tiempo a pesar de nuestro cansancio. Dios, danos tiempo y conquistaremos el mundo.

¡«Hallo», Berlín!

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Cuando llegamos a Berlín después de más de 16 horas de viaje, dejamos nuestras maletas en la consigna de equipaje y comenzamos nuestra excursión para ver la ciudad. Era la primera vez allí para todos y ninguno sabíamos en qué dirección debíamos ir. Conseguimos un mapa en la oficina de turismo del aeropuerto y nos dirigimos al centro de la ciudad.

No puedo dar una explicación muy detallada de cómo es la capital de Alemania porque solo teníamos seis horas a nuestra disposición para verla. En seis horas comimos, cogimos el autobús y perdimos algo de tiempo, ya que queríamos volver al aeropuerto antes para asegurarnos de que llegábamos bien para hacer el «check in». Aun así, nos quedaban cuatro horas y fueron cuatro horas absolutamente increíbles que pasamos en el centro de la ciudad.

Solo vimos una parte de Berlín, pero estamos orgullosos de haber conseguido estar en la ciudad más grande de Alemania. Berlín es la ciudad de los lagos y los ríos. Durante el trayecto en autobús desde el aeropuerto hasta el centro pasamos por al lado de muchos puentes, vimos la orilla del río y pequeños lagos. La periferia de Berlín es muy verde y hay muchos lugares a los que la gente puede ir a hacer senderismo o a pasear.

El centro de la ciudad es una combinación de edificios antiguos, majestuosos y de gran valor con los modernos rascacielos de hierro y cristal y edificios de oficinas. Por un lado, su casco antiguo demuestra solemnidad, y su pasado cultural e histórico es, sin duda, magnífico. Por el otro, me recordó un poco a Londres. Su arquitectura clásica y moderna y los edificios altos nos hicieron sentir un poco de vuelta en la «jungla de cemento» que acabábamos de dejar atrás la noche anterior. Sin embargo, aquí había más edificios antiguos. Lamentablemente, el poco tiempo del que disponíamos no fue suficiente para contemplar el casco antiguo con todo detalle, ni tampoco el distrito comercial, pero aun así pudimos disfrutar de una pequeña y preciosa parte de la ciudad.

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Durante nuestro paseo por el centro, lógicamente nos paramos a ver monumentos, iglesias, esculturas famosas y casas que nos llamaron la atención. La arquitectura de Berlín es clasicista y romántico-clasicista. Es una ciudad académica con muchos edificios que albergan universidades y facultades y que crean una atmósfera magnífica. Cerca de estos edificios tuvimos la oportunidad de ver muchos otros monumentos. Uno de los lugares más atractivos y especiales fue la Brandenburger Tor (puerta de Brandeburgo). De hecho, esta se parece a la Acrópolis de Atenas, pero con un particular adorno en la parte superior. Está formada un conjunto de columnas y es uno de los principales símbolos de Berlín. En la zona de la puerta, caminamos por al lado de la Ópera Alemana de Berlín, de estilo rococó. Si digo la verdad, ni las afueras de Berlín, ni su servicio de transporte público, me impresionaron mucho, pero después de ver estos dos edificios monumentales, entiendo perfectamente por qué la ciudad es tan famosa y ya conozco su carácter. A través de estos grandiosos edificios, Berlín desprende fuerza, solidez y confianza. La arquitectura alemana es única en el mundo y las dos palabras más características que podrían definirla son simetría y precisión.

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Continuamos nuestro camino y llegamos al Reichstag (el parlamento alemán). La teoría mencionada anteriormente también es cierta en el caso del Reichstag, un edificio inmenso, que incluso da un poco de miedo, y que parece que hace de muralla. El ayuntamiento también era una parada obligatoria; no podíamos irnos a casa sin sacar una foto del Rotes Rathaus (ayuntamiento rojo, literalmente), construido con ladrillos rojos. De nuevo, otro edificio majestuoso. Creo que la arquitectura de Berlín ilustra a la perfección cómo de fuerte y serio es todo el país. La industria, el sistema de salud pública, la educación y las normas en general funcionan muy bien en Alemania. La arquitectura es sistemática y precisa, al igual que lo son los alemanes.

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El tiempo se nos pasó volando y solo nos quedaba media hora para que abrieran el «check in», así que no pudimos visitar la torre de televisión, pero la vimos desde el centro. Tiene casi 400 metros de altura, así que obviamente se puede ver desde casi todas partes. Decidimos comer algo. Los puestos callejeros de «currywurst» son muy comunes, así que decidimos comernos una deliciosa salchicha con curri. Es un tipo de comida rápida que consiste en una salchicha «frankfurt» que primero se cuece y luego se fríe. Se sirve con kétchup y curri (una mezcla de jengibre, cúrcuma y pimentón) sobre una rodaja de pan. Creo que aprovechamos estas horas libres muy bien y pasamos un rato muy interesante. Disfrutamos todo lo que pudimos y probamos un plato típico que adoran los berlineses. «Veni, vidi, vici».

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Gracias por leerme.

Dora

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